La mayoría de los cambios de negocio se deben a disrupciones tecnológicas. Resultan incalculables las industrias que se han visto afectadas por Internet, sobre todo en los medios de comunicación. El titubeante modelo de negocio de la prensa es un claro ejemplo del impacto de la tecnología en empresas que parecían inagotables.

La tormenta perfecta en la que se han visto involucrados los medios está cambiando también los hábitos de consumo televisivo. Se acabó la idea de la familia reunida frente al televisor esperando a ver el capítulo semanal de la serie de moda. Dentro de unos años esa imagen será tan impensable como lo es hoy la idea de levantarte y cambiar de cadena desde un botón del televisor. Si queremos cambiar, le damos al mando.

La televisión ya no se ve sólo en casa. Internet y la popularización de los smartphones permiten que podamos acceder a los contenidos desde diferentes dispositivos. Donde queramos y cuando queramos: en el gimnasio, en la oficina o incluso de camino al trabajo. Plataformas como Netflix, Wuaki, Filmin, Nubeox, Yomvi y, en breve, HBO Go (que ha anunciado su aterrizaje de la mano de Vodafone) conviven en España con las cadenas tradicionales.

Los espectadores se han acostumbrado a crear su propia parrilla televisiva

La televisión en streaming es cada vez más popular entre los consumidores. Muestra de ello es la batalla de Netflix, que, según los datos publicados esta semana, cuenta con más de 86,74 millones de suscriptores en todo el mundo. En España, donde llegó a finales de 2015, se ha propuesto alcanzar a un tercio de los hogares en sólo 7 años. "A los espectadores de todo el mundo les encanta ver la televisión por Internet porque les proporciona una experiencia de calidad superior", ha declarado en más de una ocasión Reed Hastings, cofundador y CEO de Netflix.

La clave de este éxito es muy sencilla: los espectadores se han acostumbrado a crear su propia parrilla televisiva, son los dueños de la programación. Es lo que se ha bautizado como televisión a la carta.

Nuevas prácticas

El cambio en el modelo de consumo de contenidos televisivos también ha afectado a la forma en la que se crean. Las nuevas plataformas han diversificado el negocio y, tras capturar al espectador, se han convertido en productoras de contenidos de calidad. Lo vieron claro. No es lo mismo ser la cadena que repone series antiguas que ser la cadena de House of Cards. Netflix estrenó su primera producción el 1 de febrero de 2013 y a su rebufo han ido el resto de las plataformas, como HBO con Juego de Tronos. A House of Cards le siguió Orange is the New Black y series como Jessica Jones y Daredevil. Netflix está imparable. Planea invertir 6.000 millones de dólares en producciones propias en 2017.

Indudablemente, a las productoras de cine y televisión les han salido grandes rivales con las plataformas on line, pero no son los únicos. Las operadoras de telecomunicaciones (Telefónica, Vodafone y Orange) ansían su parte del pastel y han entrado en la batalla del nuevo consumidor audiovisual. Todas cuentan con oferta televisiva a la carta de mayor o menor calidad. En medio de esta revolución, el futuro de las llamadas televisiones tradicionales se presenta incierto. Los nuevos jugadores les están comiendo el terreno y el único movimiento que han hecho es adaptar el servicio a la carta y ofrecer la programación en sus páginas webs.

La nueva forma de ver televisión ha revolucionado también el lenguaje. Términos como binge-watching, atracón de series; spoiler, el que adelanta información de una serie arruinando el suspense o la sorpresa final; estar netflixing, estar disfrutando de series de televisión, películas o documentales de Netflix, o guilty pleasures, series que sabes que no son de calidad pero que no puedes dejar de verlas, forman parte de la realidad de la audiencia.

En todo este enjambre consumista, no debemos olvidar que los diferentes dispositivos se están especializando. Así, el consumo de televisión tradicional se relacionará con noticias y películas; la televisión de pago y el fútbol, con el ordenador; las series se han vinculado a las tablets y Youtube a los smartphones.

Reinan los millennials

Si analizamos el perfil de los consumidores de televisión a la carta, nos encontramos que es el medio preferido entre los jóvenes de 20 a 24 años, con una utilización del 94,9%, por encima incluso del uso de la televisión en abierto (84,7%). Uno de los aspectos más valorados por los usuarios es la posibilidad de elegir el momento en el que se accede a ellos (Fundación Telefónica, 2015). Los más jóvenes vienen apretando.

Para hablar de este cambio en la forma de ver televisión, es importante tener en cuenta el fenómeno de los llamados millennials (jóvenes nacidos entre 1981 y 1995), aquéllos que cumplieron la mayoría de edad con la entrada del nuevo milenio y que son fruto de una época de prosperidad. Según el informe de Barlovento Los millennials y la televisión, qué programas ven y cómo la consumen, los jóvenes nacidos entre 1980 y 1995 representan al 20,1 % de la población española, el 63,4 % de ellos ve la televisión diariamente y pasan frente a una pantalla de televisión una media de 157 minutos (dos horas y 37 minutos).

En España, la clasificación de cadenas del grupo de jóvenes está encabezada por Telecinco

Ellos fueron los responsables del término zero tv porque, según un estudio de la Fundación Telefónica de 2015, prefieren la televisión en Internet a la televisión convencional. En contraposición a estos datos, el estudio de Barlovento desvela que la emisión más vista de 2016 entre los millennials fue la retransmisión de los penaltis de la Liga de Campeones entre Real Madrid y Atlético de Madrid con 1.901.000 de audiencia media (66,9 % de cuota), mientras que la ficción más vista fue el capítulo del 5 de abril de La que se avecina con 1.298.000 espectadores (41,3 %).

En España, la clasificación de cadenas del grupo de jóvenes está encabezada por Telecinco (14,9 %), seguida de Antena 3 (11,4 %), canales temáticos de pago (9 %), Cuatro (7,6 %), La Sexta (6,8 %), La 1 (5,9 %) y Neox (5,5 %). Probablemente, datos como éstos, hagan que las cadenas tradicionales se aferren al pasado sin pensar en la inevitable metamorfosis que está viviendo el negocio.

No sólo streaming

La televisión no sólo tiene que luchar contra esas parrillas a la carta que elaboran los propios consumidores. También tienen que pelear contra uno de los monstruos más grandes de la industria audiovisual: Youtube. Esta plataforma ya no se utiliza sólo para ver vídeos musicales o pequeños clips, sino que los youtubers y la expansión del contenido subido a la web es imparable. Ya es común que los niños y jóvenes dejen de lado la televisión para conectarse a Youtube desde sus dispositivos móviles, los ordenadores o las televisiones conectadas.

Los canales de Youtube le dan al espectador todo lo que necesita: las pausas publicitarias son escasas y, en muchas ocasiones, se pueden saltar; es a la carta y se puede ver en múltiples dispositivos. Además, consiguen un público tan fiel como los niños y los adolescentes. No sólo son fieles, sino que son una audiencia adorada por las marcas por su capacidad para consumir.

Fuera de los youtubers que (casi) todo el mundo tiene en la cabeza, y que ofrecen un contenido más cercano al entretenimiento puro que al televisivo, hay canales que se dedican a la emisión de dibujos animados o de pequeñas series. Incluso algunos protagonizados por niños, como es el caso de MikelTube, que apenas tiene 6 años. Con más de 138.000 suscriptores en Youtube, y vídeos con más de 500.000 visualizaciones, este pequeño es capaz de reunir frente a la pantalla a cientos de miles de niños que, poco a poco, se alejan de la televisión para no volver.

El fenómeno Smart TV

La última amenaza de la televisión tradicional son las Smart TV. Son televisiones conectadas a Internet mediante WiFi y que incorporan incluso aplicaciones propias. Sin levantarse del sofá, cualquiera puede acceder a las aplicaciones de Netflix, Youtube o Wuaki TV. No hace falta ni molestarse en buscar un ordenador.

En cuanto el sector alcance un mínimo consenso a la hora de desarrollar las aplicaciones, ya que de momento cada fabricante va por libre, y el precio de las televisiones inteligentes baje por la popularización de la tecnología, será otro actor de fuerte relevancia en un escenario que ya presenta muchas complicaciones para los operadores tradicionales.

También la música

La industria musical ya sabe lo que es sufrir la crisis que está a punto de atravesar la televisión. Las principales discográficas del mundo han visto cómo sus balances anuales menguaban ejercicio tras ejercicio. ¿Quién compra ahora un CD? Por muy fan que uno sea del cantante de turno, es casi impensable acudir a una tienda de disco (si es que la encuentran) para adquirir el disco. Es mucho más fácil descargar la aplicación de Spotify, Apple Music, Pandora, Tidal.... y escuchar toda la discografía de ese artista gratis.

Esto no sólo es un cambio en la forma de escuchar música, es un verdadero torpedo en la línea de flotación del sector musical. Evidentemente, han tenido que reinventarse. El 80% del catálogo de Spotify procede de las manos de la terna formada por Universal, Warner Music y Sony, con quien la empresa sueca tiene pendiente firmar acuerdos de larga duración.

Conseguir asegurar la relación a largo plazo con estos operadores se antoja clave para las discográficas, pues su capacidad para captar ingresos es ya casi mínima. No es sólo que ya no vayan a recuperar las cifras de antaño, es que su supervivencia está en juego. La forma de escuchar música ha cambiado.

Spotify cuenta con más de 100 millones de usuarios de su servicio gratuito, y acaba de alcanzar los 40 millones de suscriptores. Su servicio premium estándar roza los 10 euros mensuales, mientras que acogerse a la opción Family apenas cuesta 15 euros y permite utilizarlo en cinco cuentas distintas. Esto quiere decir que cinco personas diferentes pagarán apenas tres euros al mes por acceder, incluso sin conexión a Internet, a un catálogo de más de 30 millones de canciones.

Las otras opciones son similares. Apple Music ya tiene alrededor de 17 millones de usuarios gratuitos, además de acuerdos de exclusividad con artistas muy influyentes como Taylor Swift. Amazon también ha lanzado su propio servicio de música en streaming que es incluso más barato, pues en Estados Unidos apenas hay que pagar ocho dólares por disfrutarlo. No sólo es que la competencia sea feroz, es que las empresas que pelean por el mercado son gigantes tecnológicos con ingentes recursos en sus manos.

Un viaje de ida

Los operadores televisivos tradicionales aún no se han dado cuenta de que éste es un viaje sólo de ida. Estos jóvenes que ya se montan su mundo audiovisual a su propia medida, a muy bajo coste y con una segmentación absoluta no van a volver a la televisión a la que los adultos están acostumbrados.

Las cadenas no sólo se están jugando perder a sus usuarios, sino también perder su fuente de ingresos. Hasta ahora, la televisión privada vive de un modelo de financiación a través de la venta de tiempo para la publicidad, un sector que atraviesa una verdadera crisis. Los anunciantes no se casan con nadie y desde hace mucho tiempo ya están retirando algunos de sus recursos de la televisión para llevarlos a los canales de Youtube o a las emisiones de Spotify, donde está creciendo sin cesar el granero de nuevos clientes.