Como en la película Los Inmortales, parecía que solo podía quedar uno y que sería Luis de Guindos. A Cristóbal Montoro, que figuraba en la lista de ministros quemados que Ciudadanos quería ver fuera del Gobierno, le cortarían la cabeza. Pero la cosa ha quedado en meras especulaciones previas.

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha anunciado este jueves quién se queda y quién se va del Gobierno. Las quinielas pronosticaban que, en el dilema de si mantener en el Ejecutivo al actual ministro de Economía en funciones, Luis de Guindos, o al de Hacienda, Cristóbal Montoro, cuyas diferencias son un secreto a voces, se decantaría por el primero premiándole con un superministerio económico. Sin embargo, Rajoy ha optado por dar más competencias a Guindos y no prescindir de Montoro, aunque con menos atribuciones.

El presidente del Gobierno ha nombrado a Luis de Guindos ministro de Economía, Industria y Competitividad. Quien ha sido la cara visible de España y sus ajustes en Bruselas durante los últimos cinco años, ya asumió la cartera de Industria, aunque en funciones, cuando su titular hasta entonces, José Manuel Soria, abandonó el cargo salpicado por los Papeles de Panamá.  Por su parte, Montoro seguirá al frente de su actual departamento, que pasa a llamarse de Hacienda y Función Pública, pero pierde las competencias correspondientes a administraciones públicas, que recaerán en la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría.

Con estos movimientos, Montoro seguirá a los mandos para elaborar un borrador de Presupuestos para 2017 que remitir a Bruselas y que incluya las medidas de ajuste necesarias para cumplir con el objetivo de déficit del 3,1% del PIB para el próximo año.

La mala sintonía entre sus departamentos, sobre todo al final de la pasada legislatura, era un secreto a voces

Lo que ha resultado cierto es que ambos parecen inmortales, pues han estado presentes en Gobiernos del PP de forma simultánea desde el año 2000. No obstante, es sabido en los pasillos de todos los ministerios que no todos los ministros mandan lo mismo. Que lo que se decide en Fomento o en Empleo tiene que pasar el filtro del de Hacienda, que es el que confecciona las cuentas anuales del Estado y reparte lo que se puede gastar y lo que no.

El problema es que, mientras Montoro ejercía de crupier en la mesa del Gobierno, el que tenía que explicar las jugadas en el casino de Bruselas era Guindos, el ministro que habla inglés. Y eso, en una legislatura en la que se han incumplido sistemáticamente los objetivos de déficit público y se han tenido que esquivar rescates completos o sanciones europeas, provoca suspicacias.

Los frentes de la batalla

Montoro suele decir en las distancias cortas con los periodistas que no existe el off the record (declaraciones que en teoría no pueden reproducir los medios). Efectivamente, en los últimos cinco años no se han podido silenciar encontronazos entre ambos ministros a propósito de temas como el IVA, las cuentas públicas o el más reciente cambio en el Impuesto de Sociedades.

Por ejemplo, el Gobierno subió el tipo general del IVA del 18% al 21% en la reforma fiscal aplicada en 2012 por las presiones de Guindos, siempre vigilante de las exigencias que le transmitían desde Bruselas. Ya en 2015, con la recuperación económica en marcha, mientras Montoro declaraba ante los medios que cabía la posibilidad de dar marcha atrás en la subida del IVA cultural, Guindos a continuación lo negaba.

Los encontronazos se entre ambos ministros se han sucedido: del IVA al más reciente cambio en el Impuesto de Sociedades

A principios de 2016 se produjo otro momento de tensión cuando salió a la luz un informe del Gobierno a Bruselas, fechado el 15 de octubre de 2015, en el que el Ministerio de Hacienda trasladaba unas cuentas de déficit público que asumían una desviación respecto del objetivo de 2015. Concretamente, indicaba que el déficit sería del 4,4% del PIB en lugar del 4,2% previsto.

El problema es que pocos días antes el Ministro de Economía había salido al paso de unas declaraciones del secretario europeo de Asuntos Económicos, Pierre Moscovici, quien ponía en duda el cumplimiento del déficit por parte de España. Guindos quedaba en evidencia. Al final, las cuentas públicas cerraron 2015 en el 5% del PIB y Bruselas tuvo que conceder una prórroga a España en la senda de consolidación fiscal.

El último ejemplo de la tensión entre los equipos de ambos ministros ha trascendido en torno a la tramitación y envío a Bruselas del Plan Presupuestario 2017 y más concretamente sobre una de las medidas incluidas en el documento.

Más allá de las puertas de Hacienda, no ha caído bien que España haya tenido que elevar el tipo mínimo del pago fraccionado en el Impuesto de Sociedades después de que la rebaja impositiva aplicada por Hacienda desde 2015 hiciera entrar en barrena la recaudación por este impuesto. Bruselas considera que la subida de los anticipos que pagan las grandes empresas es un parche y quien ha dado la cara en Bruselas ha vuelto a ser Guindos. El caso es que si Hacienda manda, Bruselas manda todavía más y allí la cara conocida es Guindos.