Airbnb está pasando por un periodo de incertidumbre empresarial o, si me apuran, vital. La compañía creada y dirigida por Brian Chesky está en un periodo de indefinición en el que sólo tiene claro un objetivo: hay que conseguir más ingresos para justificar la valoración de algo más de 31.000 millones de dólares, más de 29.000 millones de euros, que le otorga el mercado.

La industria de los alquileres a corto plazo, la seña de identidad de la empresa hasta ahora, no es un nicho suficientemente grande para que los ingresos sigan fluyendo tal y como lo están haciendo hasta ahora. Según datos de CNN, Airbnb comenzó a ser rentable en el segundo semestre del año pasado, ocho años después de su creación, y las previsiones apuntan a que lo seguirá siendo cuando 2017 eche el cierre.

Aún así, una cosa es ser rentable y otra muy diferente ser capaz de elevar los ingresos de manera sostenida. Airbnb ofrece más de tres millones de alojamientos en 65.000 ciudades de 191 países del mundo. Pues ni así. De ahí que Chesky esté buscando nuevos modelos de negocio a los que adaptar su fantástica idea.

Para ello, la compañía acaba de cerrar una ronda de financiación de 1.000 millones de dólares, más de 938 millones de euros, según los documentos que han enviado a la SEC (Securities and Exchange Comission), el órgano regulador del mercado bursátil estadounidense. De esta manera, Airbnb ya ha captado más de 3.000 millones de dólares, más de 2.800 millones de euros, en financiación y es la segunda mayor empresa de capital privado del mundo tras Uber.

Y lo seguirá siendo mucho tiempo. No empezar una aventura bursátil permite a Chesky y sus muchachos no hacer público cada paso, algo que les da una libertad de movimientos que están aprovechando. "Creo que las empresas deben salir a bolsa cuando eso sea lo mejor para su objetivo. Nosotros no tenemos esas necesidades inmediatas", ha dicho el CEO en más de una ocasión.

Nuevas vías de ingresos

Mientras decide qué quiere ser, Airbnb va a probar dos nuevas vías de negocio. La primera, a la que el propio Chesky ya hizo referencia en el último gran acto de la compañía, pasa por hacer las veces de una agencia de viajes. La empresa con sede en San Francisco quiere coger a su cliente y exprimir todos los pasos del proceso que sigue a la hora de viajar. En esa línea también se enmarcan los Trips, que después de llegar a Barcelona ya están preparando su desembarco en Madrid.

La segunda, que parece la más importante, es la de sumar alquileres a largo plazo a su oferta actual. Para ello ya han pedido a McKinsey & Co, una de las mayores consultoras del mundo, que estudie el mercado a fondo para testar la viabilidad de este movimiento. De cumplirse todos los plazos, el informe estaría presentado a finales de abril, según Bloomberg.

Por supuesto, el portavoz de la compañía, Nick Papas, ha tardado bien poco en negar la mayor: "Examinar diferentes partes del mercado es un procedimiento habitual. No tenemos más que decir respecto a eso".

Diga lo que diga Papas, es una función que Airbnb está estudiando muy, muy a fondo. Actualmente es algo que ya existe en ciudades como Nueva York, donde la ley no les permite ofrecer sus servicios de alquiler a corto plazo. Sin embargo, es una funcionalidad que no está publicitada y que queda casi escondida dentro del portal web de la compañía, ya que de momento no les ha interesado potenciarlo.

Uno de los problemas para hacerlo es que los anfitriones deben situar una fecha de salida, lo que dificulta la renovación de la estancia. Por hacerlo, Airbnb se lleva entre el 9% y el 12% de lo que cobra el host, que es quien se encarga de fijar esa tarifa mensual.

A la vez que hacen una radiografía del sector del alquiler a largo plazo, que en Estados Unidos domina Craiglist, los ingenieros de la empresa californiana están implementando una nueva opción para que sea el alquilado el que se encargue de abonar los gastos de agua, electricidad o internet.

En lo que llevamos de 2017 Airbnb ya ha realizado dos operaciones de compra. Primero se hizo con Tilt, una start up que ayuda a los usuarios a dividir la cuenta para pagar a partes iguales, y más tarde se hizo con Luxury Retreats, que ofrece servicios de gestión de hogares para vacaciones. Esta segunda adquisición es la que más relevancia tiene dentro de ese posible cambio de rumbo hacia el largo plazo. Dentro de su indefinición, incluso ha invertido en Resy, una aplicación para hacer reservas en restaurantes.

Los problemas judiciales de la compañía en Los Angeles, Nueva York o Barcelona están siendo un verdadero quebradero de cabeza. Ese puede ser uno de los grandes motivos de este cambio de rumbo, buscando ampliar al máximo su presencia en esos grandes focos de negocio en los que las autoridades son reacias a su entrada. Las batallas con la industria hotelera, sus verdaderos enemigos, quedarían de esta manera olvidadas.

Seguro que su día a día sería más fácil y, sabiendo como se las gastan en San Francisco, alcanzarían la rentabilidad. Pero ya no sería Airbnb, porque Airbnb ya se ha cansado de ser Airbnb. La pregunta ahora es: ¿saben que quieren ser?.