Nos pintamos los labios desde hace milenios. Durante largo tiempo el color rojo fue considerado de mal gusto, propio de actores y prostitutas. En el siglo XX cambió esa percepción. En Nueva York, las feministas usaban el labial rojo como signo de emancipación. Tras la II Guerra Mundial se convirtió en algo patriótico. Tener buen aspecto ayudaba a salir de la tristeza. Desde entonces, no ha dejado de triunfar. El pigmento más típico para dar ese color rojo pasión al pintalabios proviene de las cochinillas del cactus secas y trituradas.