Gracias a la Academia Sueca. Primero por conseguir que este año no tengamos que hacer acopio de enciclopedias para ver quién es el escritor al que le han dado el Nobel y sacar el atlas para localizar su país de origen. Gracias por ayudarnos a no tener que mentir para no quedar como ignorantes. Y en segundo lugar, por darle el puesto que merece a las letras de rock, que ya era hora, por cierto.

Pero vayamos al grano. Empecemos por quitarnos de encima, rápido, de golpe, como una tirita dolorosamente adherida, los lugares comunes que van a atestar las redes sociales y los medios: El poeta del rock, El símbolo de una época, El trovador de los desfavorecidos, El roquero poeta. Bob Dylan es algo más (o menos) que todo eso. Es un magnífico letrista de canciones. Nada menos… y nada más.

Este Premio Nobel aporta el valor que merece a un género literario: la letra de canción

Con este Premio Nobel se da un paso esencial. Se aporta el valor que merece a un género literario que tiene entidad por sí mismo: la letra de canción, un tipo de relato poético en el que, sin duda, Bob Dylan es el gran maestro. Hay que dar las gracias al jurado del Nobel porque ha tenido las agallas que no tuvo en su día el del Príncipe de Asturias. Ellos le concedieron en el 2007 el de “las artes”, mientras el de literatura se lo daban a Amos Oz. Es decir, reconocieron su labor como músico, no como escritor. Y entonces me pareció mal. Sinceramente y aún a riesgo de que algunos quieran mi cabeza, Bob Dylan me parece (a mí) mucho mejor letrista que compositor y hoy es un día importante para la historia del arte contemporáneo. El máximo galardón literario se le concede a un letrista de canciones. La baja cultura se equipara a la alta. El pop, el rock: lo popular entra en el sacrosanto mundo de lo académico.

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Como letrista de canciones, no hay nadie tan certero como Bob Dylan.

Es bueno para la literatura y el arte en general que se reconozca con el Nobel a un artista popular. Popular en el sentido de que todos lo conocen y de que ha construido frases que todos usamos y reconocemos. La respuesta está en el viento son seis palabras que todo el mundo occidental (y parte del oriental) ha pronunciado alguna vez. Y también en el aspecto de ser fácil de entender, sin poses elitistas, sin que ello suponga que le falte un ápice de profundidad y que a veces sus canciones tengan mil interpretaciones, pero es que eso es también la literatura y es, esencialmente, el rock. Las canciones (más que los relatos o los poemas) hablan de ti, de sentimientos universales que se provocan con la letra, por supuesto, pero se consagran, casi alquímicamente, al unirse a la música. Esa es su potencia, su poder y su magia.

Que Dylan es un buen escritor en el sentido ortodoxo del término está claro, su novela Tarántula es buena

Bob Dylan tiene claro lo que es. Él es un artista que sí, obviamente, ha recibido influencias de poetas, pero que tiene como parte esencial de su literatura a maestros de la música country o del blues. En una de sus entrevistas, con esa mezcla entre el sentido del humor y el sarcasmo que siempre le caracterizan dijo: “Si yo hubiera sido un fan de Dylan Thomas me habría llamado Bob Thomas y cantaría sus poemas". Con esto está haciendo una declaración de principios absoluta. En primer lugar rompiendo el sambenito de que en algún momento de su vida ha querido parecerse a los clásicos de la literatura (de Dylan Thomas renegó, pero jamás de Woody Guthrie, su reconocida referencia musical y literaria), y en el segundo, dejando claro que no se considera por debajo de Dylan Thomas, muy al contrario, más bien por encima.

Que Dylan es un buen escritor en el sentido ortodoxo del término está claro. Su novela Tarántula es buena. Y habrá quien diga que el Nobel se lo han dado por ella. Esas boutades son habituales en el mundo postmoderno este en el que vivimos. Pero si analizamos su obra como letrista de canciones, lo cierto es que no hay nadie que tenga un registro tan amplio en temática y tan certero como él. Sí, Leonard Cohen es probablemente uno de los grandes escritores de textos sobre el amor en todas sus dimensiones y Patti Smith una gran escritora con un estilo depurado y preciosista. Pero Bob Dylan ha dado en el clavo en muchos sentidos. Desde las letras de protesta política y social hasta el asunto religioso, una cierta psiquedelia y, por supuesto, el amor, con un sentido certero, con canciones simplemente perfectas como Lay Lady Lay o To be alone with you.

Por último, un pequeño escollo. Un momento de declaración como gruppie. Sí, siento que no haya sido Leonard Cohen el que rompiera el hielo (aunque un paso dio con su Príncipe de Asturias de las Letras) y  lo malo es que me temo que ya no será factible, por cuotas, otro rockero no podrá ser Nobel en los próximos años, pero bueno. No nos quejemos. El rock se viste de frac y vamos a celebrarlo. Bailando.