Pablo Iglesias cerró este domingo su mitin en Madrid con una canción de Los Electroduendes: No te rías de la bruja avería. No es una broma.

El líder de Podemos tiene esas cosas. En marzo envió una carta a los militantes hablando de "belleza y la unidad de nuestro proyecto político", al mismo tiempo que le cortaba la cabeza a Sergio Pascual, un destacado miembro del errejonismo, entonces secretario de organización.

Ayer comenzó un proceso electoral en el que se dirime la forma de elección de dirigentes y propuestas para el próximo Congreso. Iglesias propone un sistema que, de ganar, le daría prácticamente todo el poder. Vistalegre II se configura así como un cónclave decisivo para la tercera fuerza política en España. La intención del secretario general es que, a partir de ese momento, ya no haya más disputas internas en Podemos, que reine la unidad en torno a la nueva dirección y sus propuestas políticas.

El errejonismo es consciente de la importancia del pulso que tendrá como punto culminante la celebración del próximo congreso. El sábado sus representantes echaron toda la carne en el asador durante la celebración del Consejo Ciudadano Estatal (CCE), donde controlan la mayoría. Ante la imposibilidad de llegar a un acuerdo, mano a mano, Iglesias y Errejón discutieron durante dos horas la composición de un nuevo órgano técnico que se encargará de organizar el Congreso. El secretario político logró colocar a tres de los suyos (los mismos que Iglesias) en un comité de siete miembros (el que desempata es miembro de los Anticapitalistas).

¿Puede considerarse un triunfo del errejonismo? Si lo es, en todo caso, es más simbólico que real. La batalla se juega en una votación en la que el factor Iglesias, el elemento arrastre de su figura, el fenómeno fan, es determinante para buena parte de los simpatizantes de Podemos.

El equipo técnico, en el que se ha recuperado a un hombre de peso como Sergio Pascual, se encargará del reglamento, pero la norma la decidirán los militantes durante los tres días de votación que dura el proceso. Y, seguramente, apoyarán mayoritariamente al líder de la organización.

Iglesias encara el próximo Vistalegre no ya bajo la presión de un partido dividido en el que uno de sus dirigentes se permite el lujo de amenazar a otro que pertenece a una facción competidora. No. Ahora lo hace tras enfundarse su cara amable, tras haber logrado la paz (aparente) con el errejonismo y haber recuperado la imagen (irreal) de unidad.

Pero no nos fiemos de las apariencias. La lucha continúa y su final no puede ser otro que la uniformidad: una única política, un único líder.

Los militantes aplaudían a rabiar en la salón de la Fundación del antiguo Diario Madrid las palabras de sus dirigentes: Monedero, Bescansa, Montero, Mayoral... y, sobre todo, Iglesias. Y, para terminar el acto, nada mejor que recuperar uno de los temas de La bola de cristal. A Iglesias le encanta tratar a la gente como a niños. Pero, ¡ojo!, no vayáis a subestimar a La bruja avería. No os riáis de ella... por si acaso.