Los regalos destruyen valor. Por cada pijama de Reyes que nunca usaremos, por cada libro que ya habíamos leído y cada colonia insoportable que se olvidará en la repisa, hay un economista echando cuentas.

Se pierde, de media, el 10% del gasto de todo lo que se regala. Es el desajuste entre lo que desembolsa el que hace el regalo y en cuánto lo valora el receptor. Lo demostró la ya clásica investigación del economista Joel Waldfogel, publicada en la American Economic Review.

La conclusión, según calculó en numerosos experimentos, es que invertimos en los objetos que regalamos más de lo que el otro estaría dispuesto a pagar por ellos.

En ese 10% de desajuste se desvanecerán unos 60.000 millones de dólares, sólo en los regalos navideños de EEUU. Es lo que se conoce como la pérdida de peso muerto o pérdida irrecuperable de eficiencia de la Navidad. Y eso equivale a muchísmos pijamas feos.

Se pierde el 10% del valor económico de todos los regalos que hacemos

El consejo de los economistas más escépticos (incluso ellos tienen familia y seres queridos con los que intercambian regalos), lo mejor para reducir el riesgo es apostar por algo que la otra persona necesita o darle, directamente, efectivo.

Sin embargo, no todos los economistas coinciden con Waldfogel. Cuando la prestigiosa escuela de negocios de la Universidad de Chicago realizó una encuesta a su panel de expertos preguntándoles si consideraban ineficiente hacer regalos porque el receptor infravalorase su coste, más de la mitad estaba en desacuerdo.

Según la profesora de la Universidad de Harvard Katherine Baicker, depende del objetivo con el que se obsequie. Si lo que se busca es "crear una conexión emocional", tiene sentido gastarse más dinero si con ello se busca otro fin que el meramente comercial.

El éxito o el fracaso de un regalo no se puede medir únicamente como si fuera un concurso para adivinar el precio justo. De acuerdo. Pero incluso aceptando ese valor añadido, el intangible de la muestra de afecto y reciprocidad, eso no soluciona la pérdida de valor inevitable cuando no acertamos con el regalo. Y eso nos lleva de vuelta a los pijamas feos.