Lo podía haber hecho antes pero ni siquiera consideró esa posibilidad. Federico Trillo abandona abruptamente la embajada de España en Londres por decisión propia, ha dicho, pero esta urgencia inesperada no puede deberse más que a dos factores: o bien el Gobierno ha pedido a Trillo que anuncie su renuncia antes del lunes, cuando la actual ministra de Defensa comparecerá ante el Congreso de los Diputados para explicarse en torno al accidente del Yak-42 y a las conclusiones al respecto del Consejo de Estado; o bien un indignado y dolido Trillo ha considerado que no podía soportar ni un minuto más el abandono manifiesto a que ha sido sometido desde que María Dolores de Cospedal recibió a las familias de los 62 militares muertos y expresó con toda claridad que asumía plenamente las conclusiones del órgano consultivo del Gobierno y que se ponía desde ese momento a intentar rescatar los documentos que todavía falta por conocer en torno a aquel trágico accidente, documentos que los familiares de las víctimas llevan reclamando más de 10 años.

Y a evidenciar ese abandono a su suerte ha contribuido grandemente el propio presidente Rajoy cuando declaró por la tarde que estaba de acuerdo con lo que había decidido Cospedal. Es decir, Rajoy le ha dado la espalda a Trillo en un momento muy significativo en el que podía haber guardado silencio y esperar a que la fruta madura cayera por fin del árbol, cosa para la que faltaban ya pocos días. Pero no lo ha hecho así, y eso habla de una decisión política de hacer caer a quien no supone ya más que un lastre para la navegación de un Gobierno acosado desde todos los flancos por urgencias mayores.

Por eso es más que probable que sea la segunda hipótesis la que explique el último movimiento del embajador de España en Londres. Es más, tal y como se han producido los hechos, parece evidente que Federico Trillo ha actuado movido por una necesidad personalísima: el embajador ha convocado a los corresponsales a una comparecencia sin preguntas y ni siquiera ha sido capaz de esperar a que diera la hora anunciada para empezar a hablar, con lo cual la mayor parte de los periodistas no han llegado a tiempo para escucharle. Media hora antes de las siete de la tarde, hora inglesa, en la que se había convocado a la prensa, Trillo ha soltado su recado ante los que ya habían logrado llegar.

La posible víctima del informe ha terminado saliendo, de la mano de Rajoy, vencedora en la supuesta contienda dentro del Gobierno

Evidentemente, no ha podido aguantar más, tenía que decir que se marchaba y tenía que decirlo cuanto antes. Estaba urgido, lo cual sugiere que estaba dolido y ofendido con los suyos. Y, haya sido el que haya sido el origen político de ese dictamen del Consejo de Estado, las cosas han terminado de modo que la posible víctima del informe ha terminado saliendo, de la mano de Mariano Rajoy, vencedora en la supuesta contienda interna dentro del equipo de Gobierno. Después de lo sucedido, Cospedal tiene la vía abierta.

Las familias de las víctimas dicen que no les vale la fórmula empleada, que Trillo no ha dimitido, como ellas exigían. No estoy de acuerdo: si lo que buscaban era una salida deshonrosa del embajador en Londres, pocas maneras hay peores que las que acabamos de presenciar. Una salida abrupta y mal anunciada. Una salida por la puerta de atrás porque su presidente y sus compañeros de partido le han dejado caer como un peso muerto que ya no les sirve.

Ahora bien, se ha ido sin hacer una sola mención a la tragedia que le va a perseguir toda su vida, aunque él está convencido de que no tiene ninguna responsabilidad en lo sucedido. Y no la tiene en el orden penal, según han dejado sentado los tribunales. Pero el Consejo de Estado le adjudica sin lugar a dudas la responsabilidad moral que inevitablemente tiene un ministro sobre todo lo que ocurre en su ministerio por la razón evidente de que ocupa el puesto más alto, la cúpula, de la pirámide de responsabilidad del departamento de gobierno. Y lo que ha dejado dicho el Consejo de Estado es que hubo una clarísima falta de diligencia de la administración a la hora de controlar las condiciones en las que los militares viajaban a Afganistán, unas condiciones sobre las que el ministerio ya había sido advertido de que eran pésimas y muy inseguras.

Lleva 13 años intentando escapar de la culpa y la culpa le ha dado alcance 13 años después de la mano del organismo al que él pertenece

De esa responsabilidad no se puede zafar Federico Trillo por mucho tiempo que pase. Es más, el momento en que los tres militares fueron condenados por la fraudulenta identificación de los cadáveres hubiera sido la ocasión para que él hubiera dado un paso al frente y hubiera asumido toda la responsabilidad en la premura con la que se hicieron esos trabajos. Pero no lo hizo, como tampoco lo ha hecho ahora.

Lleva 13 años intentando escapar de la culpa y la culpa le ha dado alcance 13 años después de la mano del organismo al que él pertenece. Sarcasmos de la vida.