El indeciso Sánchez sigue siendo un problema para el PSOE incluso ahora, cuando todavía no ha anunciado si se va a presentar o no a las primarias para elegir al nuevo secretario general. Se lo está pensando porque su decisión no depende únicamente de su deseo de tomarse la revancha de su abrupta salida de la dirección del partido y de su propósito declarado de llevar a sus compañeros hacia el terreno de la radicalidad izquierdista fronteriza con las tesis de Podemos, sino que queda supeditada a que el propio Sánchez compruebe si cuenta con el suficiente apoyo entre esas bases a las que él apeló solamente cuando le convino.

Es decir, que no se comporta como un verdadero líder que lo primero que hace es levantar su bandera, con un cuerpo ideológico y un programa, y después convoca a quienes quieran seguirle por esos derroteros. No, no. Sánchez lo va a hacer la revés: primero se va a dar una vuelta por España para medir si cuenta con una masa crítica suficiente para garantizarle una opción de victoria. Y, comprobado eso, decidirá o no su candidatura a las primarias. Así que su anuncio va a tardar todavía un tiempo, el que él necesite para que la ronda por las agrupaciones le ofrezca una muestra representativa de lo que puede esperar.

La resurrección de su eterno "no es no" es el único refugio en el que puede atrincherarse e intentar hacerse fuerte

De lo que no debe caber ninguna duda es del mensaje que Sánchez espera recibir y devolver a las bases: la resurrección de su eterno "no es no" del que muchos militantes socialistas todavía no se han desprendido en una demostración de ceguera y una inclinación a la autolesión que siguen resultando asombrosas. Pero ése es el único refugio en el que Sánchez puede atrincherarse e intentar hacerse fuerte. Y ése es el riesgo que empieza a correr desde ahora mismo un PSOE al que la Gestora presidida por un espléndido socialista como es Javier Fernández ha logrado reconducir por la senda que le es propia a un partido que se presente ante la opinión pública como una alternativa real de gobierno.

Y eso es justamente lo que Sánchez no busca. Busca la definición del PSOE como una formación con los perfiles más izquierdistas y más visceralmente enemigos de lo que él califica simplemente como "la derecha" y personifica de forma impenitente en Mariano Rajoy. La oposición de Pedro Sánchez durante el tiempo en que ocupó la Secretaría General fue una oposición a Mariano Rajoy sin más aportación, sin más reflexión, sin más matices que convertir al hoy presidente del Gobierno en la encarnación de todos los males sin mezcla de bien alguno, algo así como un Satanás laico contra el que era inexcusable batallar hasta el último aliento. Y nada más. Eso era todo el cuerpo de doctrina que Sánchez ofrecía y que una parte de los militantes le han comprado y mantienen vivo. Y a eso es a lo que él llama la "recuperación del PSOE y de su identidad".

Tal y como apuntan las cosas, lo único que se puede temer es que el PSOE acabe saliendo del enfrentamiento más dañado aún de lo que entró

Contraponer a ese tonto "no es no" las reflexiones que Javier Fernández desgranó ante sus compañeros en el último Comité Federal del sábado pasado pone de manifiesto la inmensa distancia que separa a algunos dirigentes socialistas de lo que se cuece extramuros del sistema de representación que mantiene todavía en pie al PSOE. Y sugiere lo que podría suceder con este partido si Sánchez consiguiera -caso de presentarse, que todavía no se sabe- hacerse de nuevo con la dirección del partido, cosa altamente improbable pero no imposible. Por eso se entiende la preocupación de los actuales responsables del partido, incluida la mayoría, si no la totalidad, de los barones con responsabilidades de gobierno. Y se entiende su disposición a ofrecerle una ocupación, un trabajo remunerado, que resuelva uno de los problemas que acosan a un político cuya vida profesional se ha desarrollado fundamentalmente a la sombra del partido. Pero no  es esa la razón del temido regreso de Pedro Sánchez a la batalla por la secretaría general: él no vuelve, si es que vuelve, para tener un trabajo y un sueldo. Ni hablar. Así que ya pueden sus atribulados compañeros buscarse unos argumentos más sólidos y más convincentes si quieren disuadir a su antiguo jefe de volver a las andadas.

Mientras tanto, Patxi López  se ha hecho ya con el apoyo de muchos de los que en su día respaldaron a Sánchez, lo que significa que las únicas opciones de éste pasan por levantar a las bases en su favor porque dirigentes le quedan ya muy pocos. Puede que la batalla se libre entre López  y él por un espacio de la izquierda que los dos reivindican, López con más elementos y con algo más de peso político que su posible rival. Susana Díaz juega en otra liga y no es probable que esté dispuesta a confrontarse con dos adversarios reclamándose como los verdaderos representantes de las esencias socialistas. Pero, tal y como apuntan las cosas ahora mismo, lo único que se puede temer es que el PSOE acabe saliendo de ese enfrenamiento más dañado aún de lo que entró.