La Encuesta financiera de las familias, presentada por el Banco de España, muestra la radiografía de una crisis dura y prolongada. Los fríos datos del informe, que abarcan desde 2011 a 2014, explican en buena parte el profundo cambio político que ha sufrido nuestro país.

Durante esos cuatro años, la renta media de los españoles cayó casi un 10%,  mientras que la riqueza (que incluye activos como la vivienda) se desplomó un 22%.

Los que más sufrieron el batacazo económico fueron los jóvenes y los trabajadores con menor nivel de formación. El paro se cebó con ellos: casi un 40% se quedó sin empleo.

El alto grado de paro juvenil, el recorte de las nóminas y los trabajos precarios produjeron un efecto combinado demoledor: la renta media de los jóvenes se recortó un 22% en ese periodo. Sólo los jubilados (gracias a la moderación de la inflación y al leve aumento del poder adquisitivo de las pensiones) aumentaron su renta durante ese periodo en un 11,3%. Es decir, que han sido los mayores de 65 años los que han hecho de red protectora para las familias.

En la primavera de 2011 surgió el movimiento conocido como 15-M, que dos años después dio lugar al nacimiento de Podemos. La fractura del bipartidismo no se entiende sin esa recesión económica (el PIB en 2012 cayó un 2,9%) que se cebó fundamentalmente con los jóvenes y sin la acumulación de los casos de corrupción que afectaron a los dos grandes partidos: PP y PSOE.

La recesión se cebó con los jóvenes y estos abandonaron a los viejos partidos para echarse en manos de Podemos y, en menor medida, de Ciudadanos

Es normal que el granero de votos de esos dos partidos (fundamentalmente del PP) se encuentre entre los mayores de 60 años. El Gobierno de Mariano Rajoy se cuidó mucho de salvar de los recortes a las pensiones, y los jubilados le han devuelto la moneda con una fidelidad de voto que le ha hecho volver a ganar las elecciones en 2015 y, con mayor margen, en 2016.

Podemos y Ciudadanos, por el contrario, encontraron el terreno abonado para su crecimiento en los paganos de la crisis: los jóvenes.

Aunque la protección de las pensiones ha resultado ser una inversión política muy rentable, los dos grandes partidos no deberían olvidar que los menores de 30 años les han abandonado masivamente. Recuperar la confianza de la juventud, lo que daría opción a que el voto en esa franja de edad estuviera más repartido, exige no sólo medidas paliativas (como las ayudas que ahora negocia el Gobierno con Ciudadanos), sino una política decidida que permita mejorar sus expectativas, sobre todo, en el terreno del empleo.

El gran fracaso de la política económica en los últimos años ha sido no haber sabido ofrecer esperanzas de encontrar un trabajo digno a jóvenes cuya formación ha costado mucho esfuerzo y mucho dinero. Esos fracasos no salen gratis, como demuestra el colapso del bipartidismo.