En vez de preguntarse si se le puede llamar arte, lo que este año se lleva en ARCO es contemplar sentencias y opinar con el dedo en el mentón si a uno le parece justa o si la podría haber hecho un niño.

Ha sido precisamente en la visita inaugural a esta feria donde los Reyes han conocido que Urdangarin no ingresará en prisión. Dónde mejor. Han quedado muy bien absteniéndose de opinar porque en las exposiciones de arte contemporáneo no están bien vistas ni las valoraciones ni los cuñados.

Al Arte, igual que a la Justicia, de poco sirve buscarle un sentido. Al final lo que cuenta es que el vaso medio vacío de Wilfredo Prieto que se vendía en ARCO hace un par de años valía 20.000 euros porque alguien los pagó. Y que Urdangarin sale libre y sin fianza porque así lo ha querido la Audiencia Provincial de Baleares.

La Fiscalía había pedido prisión bajo fianza de 200.000 euros para Urdangarin. En ARCO equivaldría a diez vasos de agua. Al final, ni eso. Le basta con comparecer ante la autoridad judicial una vez al mes en Suiza.

Ni siquiera fuera de ARCO se ha podido polemizar a gusto por la decisión de dejar en libertad al marido de la Infanta Cristina. La condena de cuatro años de cárcel a Rodrigo Rato y seis a Miguel Blesa por las tarjetas black ha llegado justo a tiempo de llevarse todo el protagonismo.

No todos los días la Justicia manda a dos banqueros a la cárcel. La Audiencia Nacional considera a Rato y Blesa culpables de apropiación indebida. En algunas galerías lo llamarían performance. Por eso es normal que ningún artista haya optado por la provocación en la feria de este año.

Solía entretener estos días a la prensa discutir si podía llamarse arte a meter a Franco en una nevera o exponer un Fidel Castro zombi. Pero con Urdangarin en libertad sin fianza y Rato recién condenado no hay color. Ellos son la obra estrella del último desfile de la corrupción.