Decía Antonio Cánovas que la "política es el arte de aplicar en cada época de la historia parte del ideal que las circunstancias hacen posible". No se pude decir que el político conservador fuera un idealista, pero nadie podrá negarle la visión práctica de la que fuera su vocación y que terminó convirtiéndose en su profesión durante cuarenta años.

Ciudadanos apareció en el escenario con la sana intención de regenerar la vida política. O, lo que es lo mismo, poner los principios por encima de los intereses o de la aritmética partidista.

El caso del presidente de la región de Murcia, Pedro Antonio Sánchez, está siendo un buen test para comprobar hasta qué punto el partido de Albert Rivera está dispuesto a llevar hasta el final sus ideales regeneradores.

Que la moción de censura sirva para convocar elecciones significa desconocer el fin de esa figura

El pacto para apoyar el gobierno del PP en Murcia implicaba el compromiso de renuncia al cargo del político que fuera imputado (investigado) por un asunto de corrupción. Ese acuerdo fue llevado a una ley de transparencia que está vigente en la región. Por si fuera poco, el propio Sánchez prometió dimitir si el juez decidía imputarle, lo que se ha producido.

El PP, cosa que no debería sorprendernos, ha decidido apoyar a su líder regional porque ha ganado las elecciones y porque entiende que el caso Auditorio (por el que está siendo investigado) no es exactamente un asunto de corrupción. Naturalmente, Ciudadanos no admite esa explicación.

La cuestión es qué hacer. El PSOE (cuyo jefe de filas, Rafael González Tovar, apoyaba a Pedro Sánchez y ahora a Patxi López) ha visto el cielo abierto y la posibilidad, en virtud de la moción de censura presentada y admitida ayer, de hacerse con el gobierno regional gracias al apoyo de Podemos y Ciudadanos.

Pero Ciudadanos no quiere darle esa baza al PSOE y menos aún que se visualice entre sus votantes un acercamiento a Podemos. Por ello, proponen que la moción de censura no termine con el gobierno de Sánchez por vía parlamentaria, sino que la moción sirva para la convocatoria de elecciones, lo que significa desconocer el fin último de esa figura.

Ciudadanos dio un plazo, que terminó ayer, al PP para cambiar a Sánchez por otra persona, lo que, obviamente, no se ha producido. El problema de lanzar ultimatums es que venzan sus plazos y no tengan repercusiones prácticas.

Al bloquear la acción de Gobierno, los perjudicados serán los propios ciudadanos de Murcia

Ciudadanos ha optado por decir que no se sumará al PSOE y a Podemos, lo que hará fracasar la moción de censura, pero que, al mismo tiempo, bloqueará el gobierno de Sánchez.

Con esa posición Ciudadanos queda en una situación comprometida:

  1. Permite gobernar a un político imputado por corrupción que ha faltado a su palabra.
  2. Crea expectativas sobre una moción de censura que, finalmente, fracasará.
  3. Se compromete a bloquear la acción del gobierno, con lo que, finalmente, los perjudicados del incumplimiento del pacto del gobierno serán los propios ciudadanos de Murcia.

El PP ha jugado con ventaja en este embrollo. A sabiendas de que Ciudadanos no llevaría su amenaza hasta sus últimas consecuencias, ha dejado pasar el tiempo para debilitar a su socio de gobierno.

Si Ciudadanos fuera consecuente con sus principios, apoyaría la moción de censura, aunque luego no participara en el gobierno y votara contra sus políticas populistas.

Pero, siguiendo las enseñanzas de Cánovas, Rivera ha amoldado los ideales a las circunstancias. ¡Ah, la política! ¡Nos hace pisar el suelo, aunque eso nos impida mantener limpios los zapatos!