A la mayoría de nosotros de pequeños nos metieron en la cabeza frases del estilo de que “el trabajo bien hecho no tiene fronteras”, o “tú esfuérzate y trabaja duro que así llegarás muy lejos”. Realmente los valores que hay detrás de este tipo de consejos son positivos y ayudan a crear un entorno mejor. Pero luego, a lo largo de nuestra carrera profesional, podemos haber experimentado que la realidad no siempre ha hecho justicia a estas frases, y que nos hemos esforzado; y sin embargo, no hemos llegado muy lejos.

A veces podemos pensar que la clave del éxito de una carrera profesional en la empresa es esforzarse en hacer un buen trabajo y lograrlo, es decir, cumplir con creces, entusiasmo, talento y buena voluntad las distintas tareas que nos han ido encargando. La lógica aprendida nos dice que si hacemos bien lo que tenemos que hacer, nuestro trabajo será reconocido con justicia, y eso nos llevará a una exitosa carrera ascendente. Pero no siempre es así.

Pensamos que la clave del éxito en la empresa es esforzarse, pero no siempre es así

En ocasiones se trabaja bien pero los que deciden acerca de los ascensos no se enteran, u otras personas que están más cerca de los que mandan se atribuyen los méritos de los otros, o simplemente el jefe tiene más feeling con otros profesionales que con nosotros.

Todo esto me viene a la cabeza a raíz de la relectura que estoy haciendo del libro ¿En qué estarían pensando? escrito por Jeffrey Pfeffer. El profesor de Stanford trae como invitado a sus clases a K. Ferrazzi, un exitoso ejecutivo que hizo una carrera meteórica basada en un principio muy claro: estar cerca del poder físicamente. Es decir, que el poder sepa quién eres con nombre y apellidos, y que le puedas contar lo que haces, o sea, que te puedas vender sin intermediarios.

En el inicio de su carrera, siendo un joven recién graduado, y teniendo una oferta de un importante consultora sobre la mesa, dijo que sólo la aceptaría si pudiera cenar, como mínimo tres veces al año, con el presidente de la firma. La petición era inusual y descabellada pero la aceptaron, y eso fue el inicio de su éxito profesional. A partir de ese momento, pudo explicar lo que hacía de primera mano, sin intermediarios, conocer a su jefe y darse directamente él mismo a conocer. Dejó de ser anónimo, y pasó a tener un nombre y un rostro para el presidente.

¿Quién ascenderá antes, un profesional anónimo con buena hoja de servicios o alguien a quien conoce el jefe?

Ante una vacante, ¿quién ascenderá antes, un profesional anónimo detrás del cual hay una buena hoja de servicios, o alguien a quien el jefe conoce personalmente y ha tenido la oportunidad de generarle confianza?

Personalmente, pienso que hacer un buen trabajo es más relevante y gratificante que sólo buscar estar cerca del poder; pero la buena noticia es que no son incompatibles. Se pueden hacer las dos cosas al mismo tiempo, y conseguir así que la gente responsable ascienda en la empresa.

Olvidemos lo de que sólo con esfuerzo llegaremos lejos, y si queremos ascender, a parte de trabajar bien, tratemos de estar cerca de quien tiene que decidir para que pueda enterarse de que somos buenos profesionales. Se trata de estar cerca del poder para tener poder (y usarlo para que, por ejemplo, la gente que trabaja bien sea la que ascienda).

Pablo Maella es profesor de la IESE Business School