El próximo domingo el PSOE se enfrenta a uno de los momentos más trascendentales de su larga y fructífera Historia. Con estas primarias, además de volver a dar una lección de transparencia y democracia, nos jugamos mucho más que el liderazgo del partido. Nos jugamos un proyecto político que sirva para encarar el futuro con optimismo y nos permita recuperar la credibilidad de millones de ciudadanos decepcionados y enfadados con nosotros. Con toda la razón. Ese proyecto político, del que ahora estamos huérfanos gracias a una gestora que ha prolongado deliberadamente este periodo de interinidad, debe servir para ser una alternativa real al PP y sus políticas. Las políticas de la corrupción, del fomento de la desigualdad y de la desatención a las necesidades de los ciudadanos, de esa amplia clase media y trabajadora que en los últimos años se ha empobrecido notablemente por la aplicación de recetas neoliberales que no han hecho más que agravar la aguda crisis económica que llevamos sufriendo desde hace una década.

El próximo domingo decidimos si queremos un partido de cuadros, de mesas camilla y de puertas cerradas o un partido en el que todos los militantes se sientan partícipes de un proyecto común, la transparencia y la democracia interna sean un hecho contrastable y ninguna fuerza externa presione para decidir qué políticas queremos. Donde las casas de pueblo vuelvan a ser lugares de encuentro y auténticas oficinas de atención ciudadana.

Se acaba un tiempo que ha sido muy duro. Muchos hemos pagado muy caro la lealtad a un proyecto que surgió de las urnas y al que no se le dejó trabajar. Con el paso de los meses, cada vez tengo más claro que los que legítimamente discrepaban de la dirección socialista sólo tenían un plan: derrocar al secretario general que no se doblegaba a las presiones y que tenía muy claro que hay que escuchar a la militancia. Ese era el único plan, acabar con quien intentó dar otro aire al PSOE siempre desde el respeto a los valores fundacionales del partido que siempre que ha gobernado ha cohesionado España y, lo más importante, ha dado seguridad y justicia social a todos los ciudadanos.

El de Susana Díaz es un extraño documento presentado a última hora con aportaciones tan valiosas como que en Asia hay buenas playas

La lectura de los programas de las dos candidaturas que tienen opciones de salir elegidas el próximo domingo me confirman mis peores sospechas. El programa de Pedro Sánchez, progresista y enriquecido con las aportaciones de más de 10.000 compañeros y 30 expertos. El de Susana Díaz, un extraño documento presentado a última hora con aportaciones tan valiosas como que en Asia hay buenas playas o donde se aparcan las becas para ofrecer préstamos bancarios a los jóvenes que quieran desarrollar su futuro. O un programa que relega a los militantes a meras comparsas en las tomas de decisiones importantes.

A los defensores de la candidatura de Pedro Sánchez se nos ha acusado de todo. De insultar, de dar bandazos, de querer aferrarnos a sillones sólo existentes en la mente de quien dio un golpe de mano el pasado 1 de octubre. Algunos de los protagonistas, por cierto, ya estaban en ese oscuro segundo plano en 1998, cuando se quiso acabar, y se logró, con un candidato surgido de las urnas, Josep Borrell.

Quiero ser positiva e invito a todos los compañeros y compañeras a votar el próximo domingo y elegir, en libertad y sin presiones, qué modelo de partido quieren para los próximos años. Sinceramente, creo que el sentir mayoritario aspira a construir un partido que mire a la izquierda, que recupere su coherencia, que nunca más sirva para facilitar el poder de quien aplica políticas antisociales y utiliza las arcas públicas con fines privados. Un partido, el PSOE, que pueda liderar en Europa la remontada de la maltrecha socialdemocracia, una corriente política que lleva más de una década a la deriva, por más que algunos se empeñen en achacar la debacle en exclusiva al "perdedor" y “rojo” Pedro Sánchez.

Un partido que sea la alternativa a la derecha neoliberal y al populismo más demagógico. Un partido con discurso y coherencia, con claras directrices progresistas y que sea capaz de pactar, por supuesto, como siempre ha hecho, los grandes asuntos de Estado. Aquí nadie quiere romper nada. Todo lo contrario. Lo que queremos es unir a un partido hoy claramente dividido y ser el partido que, reconociendo la riqueza de la diversidad de nuestro país, es la herramienta perfecta para aplicar políticas de igualdad y de progreso.

Quisiera dar las gracias, a través de esta tribuna, a los miles de compañeros que habéis participado activamente durante toda esta etapa. Gracias por vuestro aliento, vuestra ilusión, vuestro apoyo y vuestro ánimo. Vosotros habéis sido los auténticos artífices de que esta candidatura pudiera salir adelante, incluso en los momentos más difíciles.

Por todo esto, mi apuesta es muy clara y el domingo votaré a Pedro Sánchez. Lo haré con la ilusión de que sólo la fuerza de los votos legitima los proyectos y los liderazgos.