Pasada la noche electoral tras las primarias del PSOE, ha llegado el momento de afrontar el “día después”. En este día D+1, tras una noche tan intensa y emocionante en lo político y en lo personal, es imprescindible dar respuesta a la demanda de unidad que anoche se escuchó alto y claro de los cientos de militantes que se acercaron a la calle Ferraz para celebrar juntos el resultado de este proceso.

Esa unidad a la que se comprometieron los tres aspirantes durante la larguísima campaña, -junto a la consecuente exigencia de la debida lealtad al líder reelegido- debe materializarse ahora, en el corto plazo, en la configuración de la nueva Ejecutiva Federal y en el documento político que salga del 39º Congreso que se celebrará en junio, y a medio plazo, en los congresos regionales y locales que seguirán. Y para lograr esa unidad y construir ese nuevo PSOE que los militantes y la sociedad española reclaman y necesitan, el que cuenta con mejores credenciales es, sin duda, el reelegido secretario general, Pedro Sánchez.

Y es así por muchas razones: ha obtenido el inequívoco respaldo de más del 50% de los votos, en una contienda en la que había, no lo olvidemos, tres participantes; y ha sido además el candidato más votado en todas las Comunidades Autónomas salvo en las respectivas de origen de los otros candidatos (Susana Díaz en Andalucía, Patxi López en Euskadi), así como en la mayoría de las provincias (Díaz fue la preferida en las ocho andaluzas y Badajoz, Ávila, Cuenca y Huesca, y López en Vizcaya y Guipúzcoa).

Pedro es el candidato más próximo a los militantes y el que mejor entendió sus anhelos y frustraciones

Esto implica, por tanto, que ha obtenido el respaldo de la mayoría de los militantes en aquellos territorios en los que el Partido Socialista gobierna y cuyos dirigentes se posicionaron explícita y activamente junto a Susana Díaz. Junto a ello, Pedro es el candidato que más próximo ha estado a los militantes –que le han apoyado llenando todos y cada uno de sus actos, y financiando de forma altruista su campaña- y, por tanto, el que mejor entendió sus sentimientos, anhelos, exigencias y frustraciones, encarnando el dolor de los millones de socialistas que se sentían huérfanos, humillados y abandonados tras el bochornoso Comité Federal del 1 de octubre y la abstención en la investidura de Rajoy.

El capital de legitimidad política de Sánchez, junto a su legitimidad personal –la coherencia de su oposición a Rajoy, su integridad y su la renuncia al acta de diputado- le sitúan en una posición de liderazgo mucho más sólida de la que tenía cuando fue derrocado el pasado otoño. Ha crecido como referente político, sin duda, pero también como persona: ha aprendido una dura lección que, en mi opinión, le ha hecho mejor ser humano, reforzando su carisma, su empatía, su humildad y su capacidad de escucha.

Y finalmente, aunque no menos importante: el objetivo del PSOE es ocupar su sitio natural, el centro de la izquierda, para articular una alternativa progresista al PP, capaz de ilusionar y recuperar la confianza de los votantes que se sienten socialdemócratas y que habían optado por otras formaciones políticas en las sucesivas convocatorias electorales desde 2011. Para lograr ese objetivo no es activo menor la imparable ola de ilusión que ha generado esta campaña en la base social de la izquierda; cristalizar esa ilusión en confianza y credibilidad será la tarea de este nuevo PSOE que ahora comienza su andadura.