El reloj ha sonado a primera hora como cada mañana. Juan hoy no pasará consulta. Tampoco irá al hospital, al doctor le toca euskera. Lo hace desde hace tres meses. Acude a la academia, al euskaltegi, para aprender euskera, la lengua en la que estudia su hijo y con la que confía en lograr la plaza que ocupa de modo interino en la sanidad pública. Como él, cerca de 200 compañeros están en su misma situación. La mayoría suspenderá el próximo examen para acreditar su conocimiento. Así ha sucedido una y otra vez, 80% o 90% de suspensos. Le preocupa lo justo, las clases se las paga la Administración y podrá volverse a presentar. Su mujer, Miren, no tiene tanta suerte. Por la tarde también acudirá a clases de euskera, particulares, confiada en que esta vez logre mayor puntuación en la OPE de Educación. Si hubiera acreditado su conocimiento en la convocatoria anterior no se hubiera quedado a las puertas. Los cursos y másteres que certificó no fueron suficientes.

Juan y Miren forman parte de la mayoría de la sociedad vasca que no habla euskera. Una lengua cuyo origen se pierde en el tiempo y cuya complejidad dificulta su aprendizaje. Su hijo Jokin, en cambio, pertenece al tercio social que sí la conoce. La inyección de millones en su promoción y divulgación por parte de las Administraciones vascas le ha rodeado desde que nació.

Desde 1983 la inversión en la promoción del euskera suma 2.200 millones de euros, 2.500 euros por vascoparlante

Desde 1983 y hasta la actualidad la factura del euskera suma alrededor de 2.200 millones de euros y sus resultados son más que discretos: tan sólo el 34% de la población vasca mayor de 16 años es vascoparlante. La última encuesta sociolingüística elaborada por el Gobierno vasco concluye que quienes hoy están en disposición de hablar euskera en Euskadi rondan los 850.000, o lo que es lo mismo, la euskaldunización de Euskadi iniciada tras la recuperación de la democracia ha costado algo más de 2.500 euros por vascohablante.

Aún hoy el euskera continúa teniendo mayor presencia en los municipios pequeños que en las capitales, donde su peso es prácticamente la mitad, en especial en ciudades como Bilbao o Vitoria, donde apenas el 18% de los habitantes lo habla. La capital guipuzcoana, en cambio, mantiene su tradicional peso mayoritario en la presencia del euskera, con un 35% de vascoparlantes en San Sebastián. A ese porcentaje se suma otro 19% que lo entiende parcialmente. El 47% de los vascos, 987.000, lo desconoce por completo.

Uso estancado

El euskera se ha convertido en el tesoro cultural e identitario que el nacionalismo siempre ha enarbolado y cuya financiación ha justificado en la necesidad de recuperar una lengua en claro declive a finales de los 70 tras su prohibición durante la dictadura. Pese a haberse recuperado de modo importante, continúa estando lejos de haberse normalizado y equiparado en su conocimiento y uso al castellano. Es innegable que la factura del euskera ha mejorado los índices de conocimiento, pero no los de su utilización.

De los 631.000 mayores de 16 años que habla euskera tan sólo 126.000 dice emplearlo de modo habitual y en mayor medida que el castellano. Un estancamiento en el uso que persiste año tras año, pese a las leves mejorías que empiezan a detectarse. En una década y con todo un sistema público al servicio y promoción del idioma como aliado, la utilización de esta lengua en Euskadi sólo ha mejorado en 2,4 puntos y en 4,9 puntos si se compara con su situación hace 25 años.

Menos del 20% de los mayores de 16 años que hablan euskera dicen emplearlo habitualmente

El gasto en su promoción se ha ido incrementando de modo progresivo desde la década de los 80. Tras el franquismo, el impulso de la lengua y su recuperación para convertirla en idioma oficial y de uso generalizado en Euskadi se convirtió en una prioridad para los gobiernos e instituciones vascas. El punto de partida fue la aprobación de la ley de normalización en el uso del euskera en 1983 y que permitió dar soporte legal a una carrera de recuperación de una lengua en todos los ámbitos y manifestaciones.

Se hizo a través de la creación de la radiotelevisión pública como principal agente de promoción del euskera, el desarrollo de políticas de subvenciones a empresas y medios de comunicación, de financiación de la formación a funcionarios -obligados a cumplir requisitos idiomáticos-, de exigencia de conocimiento para la contratación pública o de fomento de la educación en euskera, entre otras medidas.

Así, de los apenas 3,1 millones de euros de fondos públicos que se invirtieron en 1983, pronto se pasó a multiplicar por diez esa cantidad hasta alcanzar el récord en tiempos de Juan José Ibarretxe, que llegó a destinar 115 millones de euros a su promoción en 2008.

Funcionarios liberados

La mayor parte de la factura del euskera la han absorbido las inversiones para euskaldunizar la Administración y el cuerpo de funcionarios. Sólo en la sanidad pública, durante el periodo 2014-2016 se liberó a 634 trabajadores públicos para que se matricularan en euskera. Además de financiarles formación idiomática, para sustituirlos durante ese trienio la Administración vasca desembolsó más de 6 millones de euros en la contratación de sustitutos. Una realidad que se repitió en el resto de la función pública vasca. Lo sorprendente es que una y otra vez los niveles de suspenso en las pruebas de acreditación de los perfiles lingüísticos suelen oscilar entre el 80% y el 90%.

El 66% del alumnado en Euskadi estudia exclusivamente en euskera, con el castellano como asignatura

El 40% de los recursos desembolsados en todos estos años se han pagado en medidas para impulsar el euskera en el sistema educativo, verdadero pilar del proceso de recuperación. Actualmente el modelo D de enseñanza, exclusivamente en euskera –con el castellano como asignatura-, es el más demandado, con cerca del 66% del alumnado en Euskadi. Es aquí donde radica la esperanza de las administraciones nacionalistas, convencidas de que en cuestión de una década los índices de conocimiento y utilización del euskera se dispararán.

La confianza reside en que será entonces cuando se recogerá gran parte de la siembra millonaria llevada a cabo en todo este tiempo. Y los datos permiten esperarlo: el conocimiento entre los jóvenes entre 16 y 24 años es ya del 71%, y el porcentaje crecerá con las generaciones aún más jóvenes.

La progresiva exigencia de conocimiento que se ha instalado en la red pública y que condiciona la obtención de una plaza a la acreditación de un nivel determinado de euskera ha sido un arma de doble filo. Valorar un perfil de euskera incluso con un mérito con más puntos que un máster o un doctorado ha dejado fuera de la Administración a muchos candidatos. El esfuerzo impuesto por aprenderlo también ha provocado cierto rechazo en determinados sectores de la sociedad. A ello se suma un aprendizaje no natural y que en la práctica se ha traducido a un rechazo o indiferencia a la hora de emplearlo.

Costosa duplicidad

Un 38% de esos 2.200 millones de euros gastados desde 1983 hasta ahora se han destinado a financiar el aprendizaje del idioma a través del Instituto para la Euskaldunización y Alfabetización de Adultos (HABE) y sus centros de enseñanza o euskaltegis. Otro de los grandes bloques de desembolso ha sido la adecuación de la red de servicios públicos para convertirlos en bilingües. Tanto en la enseñanza como en la sanidad pública vasca se ha ido implantando una doble vía de servicios e infraestructuras, una en castellano y otra en euskera, en aras a garantizar el derecho a ser asistido y atendido en las dos lenguas oficiales en la Comunidad Autónoma Vasca. Un objetivo que en la práctica supone duplicar ofertas de carreras, de servicios médicos, de publicación de documentos oficiales, etc.

Los planes para priorizar el euskera, justificando su situación de debilidad frente al castellano, tanto en el ámbito educativo como el sanitario, el cultural o incluso el económico, tiene otro efecto colateral. Cerca del 26% de los vascos asegura tener más dificultades para expresarse en castellano que en euskera.

Todos estos años de impulso y financiación han provocado que la pirámide lingüística de Euskadi haya virado en 25 años. Hace tres décadas los mayores niveles de conocimiento del euskera se daban entre la población mayor; hoy en cambio, son los vascos más jóvenes quienes la encabezan.

La nueva encuesta sociolingüística se ha elaborado de manera conjunta en Euskadi, Navarra y el País Vasco francés, abarcando por primera vez el espacio sociocultural que el nacionalismo define como Euskal Herria y que tiene a la lengua como principal argumento aglutinador.