La fe de Barack Hussein Obama es inquebrantable. "Sí, lo hicimos", clamó en su despedida en Chicago, la ciudad donde nació su vocación política y donde conoció al amor de su vida, Michelle Robinson. Juntos han formado un tándem de ensueño en la Casa Blanca: la primera pareja presidencial afroamericana de EEUU. Muchos gritaban en el McCormick Place un desesperado"cuatro años más", un imposible, cuando falta poco más de una semana para que asuma el poder el magnate Donald J. Trump, en las antípodas de lo que representa Barack Obama.

Lejos de rendirse, tras la victoria de quien encarna todo aquello contra lo que siempre ha luchado, Obama renovó sus votos en la democracia y en el pueblo americano. Pocas horas antes se conocía que los servicios secretos habían informado a Trump de la existencia de un documento con el que el presidente ruso, Vladimir Putin, podría chantajearle. Algo que Trump, cosas de la vida, dijo que era una noticia falsa. En Chicago Obama no mencionó directamente a su sucesor, salvo para defender una transición pacífica, si bien su último discurso como presidente estaba elaborado para explicar y explicarse el fenómeno que hizo posible el ascenso al poder del millonario.

Obama reconoció que la democracia está amenazada, que se pueden dar por garantizados sus logros y apeló a los ciudadanos estadounidenses a que se liberen del miedo y luchen por los valores que encarna América. Esa América soñada de Obama, que siempre evoca a los Padres Fundadores, y que hoy parece difuminarse en el horizonte trumpiano.

En la ciudad donde comenzó sus trabajos por la comunidad, donde conoció a Michelle, entonces su jefa, donde nacieron sus hijas, y desde donde dio el salto a Washington cuando pocos creían en aquel senador novato salvo por su lucida oratoria, Obama defendió su credo en América y se presentó como ciudadano, un ciudadano preocupado por las amenazas que sufre la democracia. Son amenazas externas, como el terrorismo de unos fanáticos "que actúan en nombre del Islam", la desigualdad económica, la discriminación racial, y "last but not least" la falta de conciencia y responsabilidad individual.

Nunca entiendes de verdad a una persona hasta que no consideras la realidad desde su punto de vista, hasta que no te metes en su piel y caminas con ella"

Como base para ese fortalecimiento de la democracia, Obama evocó a Atticus Finch, el protagonista de Matar un ruiseñor: "Nunca entiendes de verdad a una persona hasta que no consideras la realidad desde su punto de vista, hasta que no te metes debajo de su piel y caminas con ella".  Y fue aludiendo a los colectivos, también los desfavorecidos, que se olvidan del otro cuando discriminan sin pensar que ese otro, sea quien sea, aspira a lo mismo que él, la felicidad y el bienestar, y tiene probablemente sus mismos miedos.

Para empezar dio las gracias y reconoció que cada día había aprendido de los estadounidenses y que ellos le habían hecho mejor, mejor presidente y mejor persona. Evocó cómo había conocido el poder de la fe y de la lucha en su juventud en las calles de Chicago. "El cambio sólo sucede cuando la gente se involucra y se compromete y se une para demandar ese cambio", dijo ante un público tan entregado como nostálgico.

Repaso a los logros de su presidencia

"Hemos mostrado la capacidad de cambio y la posibilidad de hacer la vida mejor a los que nos suceden", remarcó. Y realizó un repaso a los logros de su Presidencia, que realmente son muchos, si bien ahora la amenaza que se cierne sobre ellos por el aluvión trumpista hace que corran el peligro de quedarse en un recuerdo.

Es cierto que el paro está en mínimos históricos y cuando empezó se hablaba de una nueva Gran Depresión. Ha puesto en marcha el Obamacare, que será lo primero que Trump liquidará. Acabó con Osama bin Laden, si bien la amenaza terrorista sigue presente. Y se han llegado a acuerdos históricos con Irán y Cuba, declarados enemigos durante lustros. Ni una palabra sobre Guantánamo, que sigue en pie, pese a sus promesas y pese a presumir de plantar cara al terror siempre con el respeto a la ley.

"Cualquiera podría decir que teníamos unas miras demasiado altas, pero lo hicimos. Vosotros lo hicisteis. Vosotros sois el cambio. Ahora América es mejor, un país más fuerte que cuando empezamos", dijo sin euforia.

Y ahí entroncó de nuevo con su mensaje: la democracia requiere de compromiso y de solidaridad. Sin oportunidades económicas, sin discriminación, sin coraje frente al terrorismo, sin libertades, no hay democracia. Pero tampoco hay democracia sin ciudadanos.

Nuestra democracia nos necesita como ciudadanos, no sólo cuando hay elecciones, sino durante toda nuestra vida"

"Nuestra democracia nos necesita, no sólo cuando hay elecciones, sino durante toda nuestra vida. Si están hartos de pelearse con extraños en internet, intenten hablar con alguien en la vida real", dijo Obama, quien animó a la participación en política, en la vida de la polis. "Os pido que creáis no en mi capacidad de cambio, sino en la vuestra". Como en la canción de Patti Smith que sobrevive generaciones, Obama clamó: "El poder es del pueblo".

La esperanza de Obama, que con 55 años será uno de los ex presidentes más jóvenes de la historia, está precisamente en las nuevas generaciones, esos jóvenes "generosos, ilustrados, creativos, patrióticos y altruistas". Los que no pierden el tiempo en explicaciones sobre el cambio climático, sino que buscan cómo combatirlo. "Negar (el cambio climático) traiciona a las generaciones futuras y al espíritu de innovación de los padres fundadores", clamó.

Sin decirlo explícitamente, quedó claro que los Obama se dedicarán a los jóvenes. Tendrán una fundación y no van a quedarse quietos. Saben que son fuente de inspiración, y quieren seguir siéndolo. "El puesto más importante en una democracia es el de ciudadano. Estaré junto a vosotros, como ciudadano, todos los días de mi vida", aseguró.

Sin tomar posesión Trump, las amenazas sobre sus oscuras relaciones con el Kremlin hacen prever una presidencia convulsa

Así se despedía un presidente que ha cumplido con dignidad, y sin un escándalo en su expediente, ocho años de mandato. Sin tomar posesión Trump, las amenazas sobre sus oscuras relaciones con el Kremlin hacen prever una presidencia convulsa.

Amante de las palabras como buen escritor, Obama también ha demostrado que es un hombre de acción, y ni siquiera ha concluido resignado como un pato cojo su segundo mandato en la Casa Blanca. Con un índice de popularidad de un 53%, según Gallup, se va con honra, aunque con pesar pues sabe que su legado está en serio peligro. Pero lo que más le preocupa a Obama, es que en estos tiempos en que la democracia se ve amenazada, nos escondamos en la burburja de internet a contemplarnos unos a otros. Por eso, baja a la arena, vuelve a empezar, esta vez como Ciudadano Obama.