No es sólo cuestión de edad, también de discurso, incluso de método. La suya es una carrera fulgurante en la defensa de los derechos de los trabajadores. Comenzó liderando a los jóvenes de CCOO en Euskadi, continuó por ponerse al frente de la central en Vizcaya y en Euskadi después. Ahora, Unai Sordo (Bilbao 1972) se perfila como el recambio de Ignacio Fernández Toxo al frente de una estructura con cerca de un millón de afiliados. Sordo nació en el Bilbao Industrial de los años setenta, a las puertas de la Transición y en tiempos de reconversión, cuando la otrora bonanza industrial vasca iniciaba su declive. Ni los sólidos sindicatos de la época pudieron frenarla. A sus 44 años ha visto cómo aquellas centrales todopoderosas, capaces de paralizar un país, se debilitaban poco a poco, perdían fieles de modo constante y reducían su capacidad de influencia. También cómo décadas después en muchos casos permanecían atrapadas en una suerte de bucle discursivo, conceptual y organizativo propio de tiempos pretéritos quizá inadecuados para intervenir en un mundo laboral demasiado cambiante que evoluciona a un ritmo mucho más acelerado.

Sordo no tiene dudas de que el sindicalismo debe ser posibilista. Combinar el palo y la zanahoria, “negociación y movilización es un binomio indisociable”, asegura en declaraciones a El Independiente. No basta con reivindicar y movilizarse en pos de unos derechos, sino que se debe hacer planteando “propuestas y con voluntad para negociarlas y hacerlo además siendo capaz de adaptar esas propuestas a realidades múltiples como las actuales”. Apunta que se acabó de negociar sólo salario y jornada, la realidad de los trabajadores españoles del siglo XXI requiere abrir el abanico de reivindicaciones para incorporar cuestiones como “la adquisición de competencias”, señala, o la carrera profesional.

Debemos pasar del periscopio al microscopio, de tener solo el gran discurso del convenio sectorial para fortalecer también a otro perfil de trabajadores

El cambio de paradigma obliga a tener capacidad para defender a un nuevo modelo de trabajo alejado del de otros tiempos, afincado en grandes empresas en las que se entraba y se jubilaba: “Debemos pasar del periscopio al microscopio, de tener solo el gran discurso del convenio sectorial para fortalecer también a otro perfil de trabajadores”.

Volver a encandilar para ganar afiliados

No tiene duda de que la gran asignatura, no sólo de CCOO sino del conjunto del sindicalismo de nuestro país, pasa por actualizarse. “No podemos pensar que el mundo va a trabajar en función de cómo es nuestra organización, sino que debe ser nuestra organización la que debe cambiar en función de cómo es el mundo”. Para Sordo existe una evidencia que en ocasiones no tiene el reflejo necesario en la acción de las centrales, los trabajadores actuales y las empresas del siglo XXI no son las mismas que hace 25 años, “y tampoco sus prioridades”. Y entre todas ellas destaca la relativa a la vida profesional de cualquier trabajador “que quizá llegue a cambiar hasta seis veces de sector y de empresa a lo largo de su vida laboral, por eso nuestros mensajes también deben ser distintos y variados”.

Un transformación hacia fuera y otra hacia dentro. No ahorra críticas en torno al modo en el que en ocasiones se plantean las mejoras, “no podemos reinterpretarnos mirándonos el ombligo sino mirando cómo evolucionan las cosas, y es claro que clase trabajadora a la que nos dirigimos ya no es tan homogénea”. Por ello defiende la necesidad de romper con las estructuras “demasiado rígidas” que aún perviven en las organizaciones sindicales para avanzar hacia su flexibilización, “tenemos que ser más permeables a los cambios”.

CCOO ha pasado de 1,2 millones de afiliados en 2009 a poco más de 909.000 en 2015

La crisis económica no sólo se ha llevado por delante la credibilidad de la clase política y de las instituciones, también de los sindicatos. Sordo lo reconoce. Ve en ello la razón de la pérdida de afiliados que se ha agravado en los últimos años. Así, la central que pronto liderará, ha pasado de tener 1,2 millones de afiliados en 2009 a poco más de 909.000 en 2015. “Debemos saber dar un impulso para que las generaciones que no han entendido y no otorgan esa legitimidad histórica a los sindicatos sean capaces de verla y entenderla, ese debe ser el reto”, afirma.

Elevar el nivel de afiliación debe ser una de las aspiraciones prioritarias para los próximos años pero añade que en España no hay nada que envidiar de otros modelos de relaciones sindicales “porque aquí también diría que tenemos una tasa de representación alta y una tasa de coberturas que se sitúa en el sector alto en la generación de derechos para los trabajadores. Afirma que una de las dificultades para promover un mayor nivel de afiliación radica en que en España los derechos logrados por los sindicatos “son de aplicación general”. Sordo defiende que el modelo debería “equilibrarse” para que al mismo tiempo que se crece en el logro de derechos para los trabajadores a través de la negociación colectiva y el diálogo se pueda dar un impulso a la afiliación y para lo que el mantenimiento y mejora del grado y calidad de la representatividad en las empresas es esencial: “Se trataría de ganar peso en la base, en la afiliación en el centro de trabajo para desde ahí construir el poder ante los poderes económicos y políticos”.

'Feminizar' el sindicato

En Euskadi, Unai Sordo ha puesto en práctica su modelo sindical. Ha sabido romper el bloqueo en el que las dos centrales sindicales nacionalistas, ELA y LAB, habían sumido la negociación social en el País Vasco y no ha dudado en entenderse por el poder político y empresarial. “En una negociación hay que buscar una contraparte con la que negociar, la cuestión es conocer qué rol va a jugar y adoptar la patronal”: “En Euskadi han dejado de ser un agente social para convertirse en un lobby interesado en dejar en vías muertas las negociaciones colectivas. A la patronal le interesa negociaciones atomizadas e individualizadas. Ellos también tienen que abordar ese debate de hacia dónde quieren llevar el modelo de negociación”.

Por último, defiende otro cambio importante en el mundo sindical y que pasa por un mayor peso en los puestos de responsabilidad de las mujeres. Valora positivamente que en franjas como las menores de 45 años las mujeres supongan ya el 41% de la afiliación en CCOO pero cree que es hora de “dar un salto” para que su presencia en los puestos de “responsabilidades ejecutivas” se incremente: “Debemos dar un salto en las responsabilidades que asuma en la organización y diría que también dar un impulso a la feminización en las pautas de actuación organizativa. Debemos tener sistemas que se adapten mejor también en lo relativo a la conciliación, como los tiempos de duración de reuniones o los horarios, cuestiones que en muchos casos siguen dejando fuera a las mujeres. CCOO debe ser vanguardia en el movimiento político pero también en el social de este país”.