La carrera hacia la Casa Blanca comenzó hace nueve meses en los caucus de Iowa, donde la democracia se pone en acción. Presenciar los debates ciudadanos con sus votaciones a mano alzada, o hablar de tú a tú con los candidatos a presidir el país más poderoso del planeta, es algo que todo analista electoral debería poder vivir una vez en su vida. En mi caso he tenido la suerte de que fuera en este año electoral tan apasionante. Entre los libros que nos acompañaron al equipo de GAD3 por tierras del Midwest americano estaba Aragón es nuestro Ohio, un breve ensayo sobre el comportamiento electoral español de los mejores analistas de nuestro país.

Aragón comparte con Ohio el honor de votar siempre al que será el ganador en el conjunto del país. Así ha sido en el caso de Aragón desde el inicio de nuestra joven democracia y así ha sido en el caso de Ohio desde hace 120 años. Efectivamente, desde 1896 y salvo en dos ocasiones, quien gana en Ohio gana la Casa Blanca. Las razones sociológicas de este fenómeno las explica muy bien Kyle Kondyk en su obra recién publicada The Bellwether: Why Ohio Picks the President. Todo apunta a que Ohio, a pesar de algunos sondeos que daban a Trump vencedor, volverá a apostar por el ganador, en este caso ganadora.

Aragón comparte con Ohio el honor de votar siempre al que será ganador en el conjunto del país

Sin embargo, ni Ohio ni Iowa son los estados determinantes en esta cita electoral. Los demócratas podrían perder en ambos estados y aun así conquistar la Casa Blanca. Mucho más importantes son los 29 electores de Florida, los que dieron a George W. Bush la presidencia en el año 2000. Florida, como todos los estados del sur, cambió su voto del partido demócrata al republicano a partir de la Segunda Guerra Mundial. Pero esa inclinación a votar al GOP se ha ido diluyendo con la llegada de nuevos votantes más cosmopolitas a las zonas costeras. Florida ha dejado de ser de los estados más pobres del país de forma acelerada. Sus cambios sociales y la transformación de su modelo productivo se asemejan a los experimentados en Andalucía, influyendo en el cambio electoral: el mapa del interior se pintará de rojo y la costa de azul, al igual que en Andalucía, aunque el sentido de los colores sea el inverso.

El equipo de campaña de Clinton es consciente de la importancia estratégica del Sunshine State, de ahí que haya concentrado allí tantos esfuerzos, incluida la presencia de la candidata estos días. Hillary aprendió en carne propia en las primarias de 2008 que el mayor error en una campaña electoral es equivocarte de estrategia. Planteó sus primarias como si fueran las presidenciales. Por el contrario, Obama diseñó una estrategia para primarias, que tienen un sistema proporcional donde cada estado cuenta por pequeño que sea y donde el factor momentum -o impulso- es determinante. En las primarias se gana partido a partido.

En este sentido, Trump hizo en sus primarias una estrategia de libro: ir ganando impulso en cada elección, prestando más atención a los minutos de televisión que al número real de electores, y hacerlo apelando al votante más convencido. Pero una cosa es lograr más de 13 millones de votos en primarias y otra bien diferente superar los 60 millones necesarios para llegar a la mayoría social del país. Donald Trump parece seguir todavía en su campaña de las primarias, mientras Hillary Clinton sabe que, ahora sí, está ya en la campaña de las presidenciales, y para ello Florida es determinante.