Tras veinte años de carrera profesional en puestos directivos de márketing y comunicación en multinacionales del sector audiovisual, fue en 2008 cuando Beatriz Becerra decidió sumarse por primera vez a un proyecto político: UPyD. Fue miembro del Consejo de Dirección y responsable de comunicación hasta su elección como eurodiputada en 2014. Dos años después dejó la formación y desde abril de 2016 continúa su actividad política como independiente dentro de ALDE (Alianza de Liberales y Demócratas por Europa). La defensa sin cuartel de la igualdad de oportunidades y de los derechos humanos, y la lucha contra la corrupción, la discriminación y el terrorismo vertebran el día a día de esta rara avis que se declara devota de cuatro reglas: pragmatismo con principios, creatividad con pasión, liderazgo con compromiso y servicio con eficiencia.

Pregunta.- ¿Cómo llega una directiva de éxito a la política?

Respuesta.- Por pasión, como a casi todas las cosas. Y por el convencimiento profundo de que era necesario. Había que remangarse y hacer algo por mi país. Empecé porque me sentía huérfana políticamente, huérfana de representación, y encontré un proyecto que me hizo sentirme identificada y que se llamaba UPyD.

P.- ¿Por qué te atrajo ese proyecto político? ¿Y qué ha pasado en estos años con UPyD?

R.- UPyD representó para mucha gente la encarnación de que se podían cambiar las cosas. Significó un planteamiento muy fresco y rompedor. Era un proyecto transformador, lleno de sentido común, que perseguía romper el bipartidismo imperfecto y abordar las grandes reformas que necesitaba España. Se basaba en algo entonces revolucionario: la participación de los ciudadanos en la vida política. En la noche de las elecciones generales de 2008, cuando conocí a Rosa Díez y me decidí a participar en UPyD, yo estaba en una etapa laboral nueva. Llevaba un par de años dedicada a la consultoría independiente, como profesional autónoma. Había culminado un recorrido de 17 años en la empresa privada, en multinacionales americanas. Una carrera ciertamente satisfactoria, llena de éxitos y retos, tras la cual había decido afrontar un nuevo desafío, que era el de escribir. Siempre había querido escribir novelas... y, con ese nuevo planteamiento como profesional independiente, pude hacerlo.

P.- ¿Cómo viviste la etapa más dura de UPyD? La etapa de ocaso o de fracaso, ya habiendo ganado tu escaño en Europa.

R.- El momento clave de esta última fase coincidió con las elecciones europeas de 2014. Pero todo el periodo anterior, en el que empezamos a construir la realidad y a hacer posible lo que era necesario, para mí ha sido todo un privilegio y una bendición. Y un enorme reto en todos los sentidos. Todo el mundo conoce que esa fase inicial de despegue de UPYD, de conseguir una representación institucional tanto a nivel municipal, como nacional, fue una escalada continua. Pero hubo un momento en el que este proyecto, que se basaba en la utilidad para los ciudadanos, necesitaba un cambio de estrategia, de estructura y de enfoque. Ese periodo decisivo yo lo marcaría entre finales de 2013 y las elecciones europeas de 2014, que fueron una sacudida tremenda, para España en general y para la política en particular. Pero, por razones internas y externas, ese cambio no se hizo. Yo estaba en la dirección del partido. Viví en primera línea todo lo que iba ocurriendo, en un sentido y en otro. Y asumo mi responsabilidad de no haber logrado ser más determinante a la hora de que la organización tomará las decisiones estratégicas que a mi entender correspondían. La fase más dura, donde todos los acontecimientos se precipitaron en el peor de los sentidos posibles, la viví desde la distancia, en Bruselas, apartada de la dirección del partido y con muchísimo dolor e impotencia.

P.- ¿Faltó o sobró liderazgo en aquella etapa?

R.- El liderazgo nunca sobra. Otra cosa es cómo lo ejerzas y de qué manera se adecue ese liderazgo a la necesidad del momento.

P.- Se ha dicho que a Rosa Díez le sobró egocentrismo y mirarse demasiado el ombligo en vez de atender a las necesidades del partido.

R.- Rosa Díez era el alma del partido. Llegó un momento en el que ese liderazgo natural, aceptado, reconocido y validado sistemáticamente, la llevó a ser la líder política más valorada de España… No se trata, desde mi punto de vista, de si es mucho o poco liderazgo o de egocentrismo. Para mí, en el caso de Rosa Díez lo que hubo fue una falta de adecuación al tipo de liderazgo que se necesitaba en aquel momento, falta de entendimiento del modelo organizativo y del equipo delegado requerido para el gran desafío estratégico que había que acometer. Y, personalmente, creo que Rosa no supo darse cuenta de que ella era un 'Patrimonio Nacional'.

P.- Sin duda, a veces miramos las encuestas de liderazgo de una forma un tanto superficial y, justamente, en este caso, hubiera sido importante ver las razones por las que se valoraba tanto a Rosa Díez, precisamente para ver lo que se necesitaba y para incorporar esos otros valores que se precisaban en la vida interna del partido.

R.- Claro… tú puedes funcionar de manera extraordinaria en un negocio familiar, completamente novedoso o irrepetible, pero cuando alcanzas otro nivel de responsabilidad, de visibilidad y de exigencia, tienes que adecuar tu organización y gestión de recursos para estar a la altura. Cuando cambian el escenario y las circunstancias –y España ha cambiado muchísimo- tú también tienes que cambiar. Si no lo haces, brindas a tus adversarios la oportunidad de explotar tus debilidades, y si te extralimitas y subes mucho el volumen pasas de ser una líder fuerte, experimentada, con unos atributos, una visión y un instinto político único en la historia de España, a poner en bandeja a tus rivales que te conviertan en una caricatura, por injusto y aborrecible que sea. Y lo fue. Para pasar de ser una gran opción de primera Jefe de Gobierno de España a ser una bruja ensimismada sólo hace falta estar en política en este país nuestro, con todos en contra sintiéndose amenazados. Esto tienes que saberlo y actuar con vista, cintura e inteligencia.

P.- ¿Qué impresión tienes sobre lo que es hoy la UE ? Haz una valoración crítica.

R.- Esta legislatura comenzó con una crisis económica enorme, desoladora. Pero el calado de esa crisis ha aumentado. Se ha convertido en una crisis social, institucional y emocional. A ello hay que añadirle la situación de los refugiados y migrantes, que ha desbordado y evidenciado la poca capacidad de acción conjunta y determinada de la UE y el terrorismo, que es una amenaza global y multiforme. Es una crisis sistémica, una convulsión permanente, porque los pilares de la UE no han acabado de fraguarse desde el punto de vista político. Desde el Tratado de Lisboa, el Consejo Europeo tiene un enorme poder de decisión. Pero no tenemos un Ejecutivo europeo porque la Comisión le da el mandato los Jefes de Estado y de Gobierno. Tampoco tenemos un Legislativo completo porque el Parlamento Europeo no tiene iniciativa legislativa y además debe colegislar con esos mismos Jefes de Estado y de Gobierno, que pueden vetar y bloquear cualquier iniciativa. Así que ahora, más que nunca, lo que necesitamos es dar de una vez ese gran paso de completar el modelo político federal de la Unión Europea, para que tenga la capacidad de interlocución y acción integrada que requiere este mundo. Los Estados Unidos de Europa. Ni dos ni tres velocidades, ésa es la única velocidad de crucero posible.

P.- ¿Para qué nos sirve entonces la UE?

R.- Para mí la pregunta es: '¿Qué sería de los países de Europa y dónde estaríamos sin la UE?' Europa en el año 1945 era una ruina humeante tras una guerra atroz. Y no fue una guerra aislada, llevábamos milenios matándonos entre nosotros. Éramos un continente arrasado y amenazado por el totalitarismo soviético. Por eso surge la UE. Y a la vista de lo sucedido, yo creo que ha sido un gran éxito. Lo que consigue la UE es que, primero, todos formemos parte de una unidad que va más allá de lo político, lo suprapolítico. Pero, además, la construcción europea se lleva a cabo desde los valores de la Ilustración, desde principios democráticos universales. Estos principios se concretan en cuestiones tangibles, vinculadas a la ciudadanía, como el espacio común y los derechos compartidos como la libertad de movimiento. Lo tenemos tan asumido que se nos olvida. Y el vivir en la Unión nos da una entidad de tamaño. En un mundo global en el que hay gigantes cada vez más grandes, la única oportunidad de los países europeos es estar juntos. Tener 500 millones de ciudadanos es lo que te da un nivel de interlocución con los grandes, como Estados Unidos, China o Rusia. Pero, aparte del valor de la cultura y la historia que compartimos, la mayor ventaja competitiva de la Unión Europea es el Estado de Derecho, la democracia y los Derechos Humanos. Hemos construido un estado de derecho supranacional, que se concreta, por ejemplo, en decisiones tan relevantes, concretas y cercanas como la del Tribunal de Justicia de la UE sobre las cláusulas suelo. O, también, la resolución sobre las preferentes y otros instrumentos financieros de riesgo, asunto cien por cien europeo porque ha ocurrido por la aplicación incorrecta de directivas que no pueden ni deben aceptarse ni repetirse. Y, por ejemplo, la competencia de la UE para negociar y firmar tratados internacionales de libre comercio, llevan al mundo la impronta europea: cláusulas de Derechos Humanos, respeto al medio ambiente, convenciones laborales internacionales, etc. Para el mundo, Europa es, en definitiva, la democracia misma.

P.- Una democracia que parece que se ve algo amenazada ¿no? Con el avance de los populismos, la reciente victoria de Trump y la 'tenaza' con Putin.

R.- Esa es otra de las razones para que la UE se haga más fuerte, esté más unida y avance más hacia esa necesaria integración política. Nosotros tenemos un papel fundamental para que esa pulsión antidemocrática y esas 'tenazas' de gigantes se vean frenadas. La situación geográfica de Europa es clave para ello. No creo tanto que la elección de Trump sea una amenaza para la democracia. EEUU es un ejemplo de democracia, quizá no el mejor, pero la de Trump es un caso de elección democrática. Turquía o Rusia son, objetivamente, mucho más peligrosas y amenazantes. De hecho, la UE acaba de renovar sus sanciones sobre Rusia por la ocupación ilegal de Crimea.

P.- ¿Pero hay poder para defender esas sanciones? Porque luego parece que se quedan un poco en el aire, o sin gran capacidad de ejecución.

R.- ¿Cómo valoramos que se ponga en su sitio a un gigante como Apple o a un país como Irlanda? Es algo que va más allá de lo económico. Es un principio de igualdad. Se trata de no discriminación, que es uno de los pilares básicos de la UE, no sólo para los individuos sino también para las empresas. No se puede permitir que tú, porque seas más grande, tengas un trato de favor. Eso es aplicable a todo, a la economía, a la educación, a la sanidad o al mercado único digital y al comercio… a todo. En cuanto a las sanciones, por supuesto que es posible sostenerlas y, de hecho, se hace. El creciente intervencionismo de Putin en la política europea y americana es su siniestra respuesta.

P.- ¿En qué consiste el proyecto Aware, de la Plataforma de Mujeres contra el Yihadismo?

R.- Me gusta porque creo que tiene un recorrido impresionante. En inglés aware significa consciente, pero también es el acrónimo de Alianza de Mujeres contra la Radicalización y el Extremismo. Este proyecto está llamado a ser una herramienta para construir una política europea, obligatoria –no basada en la buena voluntad de la gente- para desarrollar políticas y acciones de prevención de la radicalización en todos los países europeos. Para ello, consideramos a las mujeres como agentes clave de esos proyectos. Las mujeres son sujeto y objeto de la radicalización. Y, además, Daesh, el gran enemigo, las necesita. Un guerrero yihadista sólo lo es si tiene mujeres. Si desactivamos el suministro de mujeres, estaremos socavando de manera directa su propia existencia. Además, pretendemos compartir y sistematizar los ejemplos de éxito que ya desarrollan muchos ayuntamientos, los instrumentos institucionales clave, porque el gran lastre que tenemos en Europa es no compartir. No faltan buenas ideas, proyectos o resultados, el problema es que no los ponemos en común. En el caso de la lucha contra la radicalización, que amenaza y ataca los cimientos de la Unión, existen multitud de iniciativas que dan resultado. Pero en cada lugar se ponen en marcha de forma individual, con buena voluntad, a través de ensayo y error. Sin sistematizar ni conectar. Y ésa es la clave.

P.- ¿Qué hace Bruselas para conseguir la paridad de oportunidades?

R.- Lograr la igualdad de género es uno de los pilares básicos de la Unión. No sólo porque es justo, sino porque es necesario. No podemos permitirnos renunciar a la mitad del talento. Ni esperar a que las brechas se cierren solas ni a que los techos se rompan por arte de magia. La política es también ortodoncia, corregir proactivamente lo que por sí solo no se corrige. Y hay muchas correcciones que debemos hacer, con normas comunes armonizadas. Por ejemplo: la brecha salarial entre hombres y mujeres persiste y nos avergüenza: sigue siendo de un 20% de media, un 40% cuando hablamos de pensiones. Está en nuestra mano exigir a las empresas que publiquen las descripciones y remuneración de los puestos de trabajo, para no dar lugar a que por las mismas funciones y tareas cobren distinto hombres y mujeres porque el puesto tiene una denominación distinta. Secretaria o administrativo, ¿a qué te suena? Otro ejemplo: el porcentaje de mujeres en consejos de administración o alta dirección de empresas, organizaciones e instituciones por designación es ridículo. ¿Por qué no introducir cuotas obligatorias hasta que el equilibrio sea asumido? Gracias a las leyes electorales que obligan a listas paritarias o casi, se ha producido un incremento sustancial de mujeres en Parlamentos y ayuntamientos que nos congratula... ¿por qué no va a ser bueno entonces para configurar los gobiernos corporativos de las empresas?

P.- ¿Qué opinión te merece el fenómeno de Ciudadanos como integrante del grupo liberal en el Parlamento Europeo?

R.- Ciudadanos ha decidido en su último Congreso ser un partido liberal, progresista, reformista y europeísta para España. Y, además, integrarse en ALDE Party, el partido liberal europeo, con un vicepresidente como Luis Garicano. A mí esa voluntad me parece muy bien, y ahora se trata de ver cómo conjuga Ciudadanos esa voluntad con su desempeño en un contexto político como el español. Ellos han tenido que afrontar una gran dificultad que ha sido construirse y validarse como partido nacional, siendo un partido claramente catalán. Su reválida fueron las elecciones de 2015. Después ha tenido que jugar esa baza de, por un lado, luchar contra la irrelevancia y, por otro lado, construirse como una clara opción nacional. Todo ello en un entorno en el que la renovación del bipartidismo parecía estar llamada a sólo sustituir a los antiguos por los más jóvenes. Los ciudadanos han dejado un mensaje claro: que los partidos se pongan de acuerdo para hacer las grandes reformas. Y esas, sólo las pueden hacer los partidos constitucionalistas. Y sólo hay tres. Con muy distintas situaciones. El PP tiene toda su carga de corrupción, pero Ciudadanos, con su pacto, lo hizo bien; era la mejor forma de ser útiles. Aunque creo que debería haberlo redondeado operativamente estando en el Gobierno. Y yo lamento que después, la pulsión del PP haya sido tender a hablar con el que era su interlocutor de toda la vida. Eso sí, no creo que volvamos al bipartidismo como lo conocíamos. El pluralismo político es clave. Pero se ha perdido en buena medida el liderazgo y el compromiso y la responsabilidad para con España, que es lo que hay que recuperar. Las distintas opciones y el pluralismo están bien pero las reglas del juego son las que son y el respeto a la ley está por encima de todo. El trabajar en pro del servicio público y al servicio de los ciudadanos también. Y eso desacredita a quienes entran en el escenario porque el modelo se lo permite pero luego no creen en él.

P.- Una de las palabras de moda del año ha sido populismo, que yo he definido como un basurero donde los políticos tradicionales tiran todo lo que no les gusta. ¿Cómo lo definirías tú?

R.- El populismo lo que tiene en su base es que miente. Porque utiliza el descontento para su interés propio y echa la culpa a un tercero; elude además el concepto de ciudadanía y lo sustituye por el de pueblo, y nunca ofrece soluciones. Sólo plantea lacras, defectos, problemas, que además siempre son culpa de otros. Creo que la política está para dar soluciones, para ser útil, para ser responsable, y para construir sobre la ciudadanía, que es la base de la democracia.

P.- ¿Qué esperas de 2017 y de los retos electorales que tenemos por delante? Elecciones en Alemania, Francia, Austria, Italia probablemente… ¿crees que el efecto Trump tendrá recorrido en Europa?

R.- Me preocupa sobre todo Francia. Si hay una posibilidad de que gane Le Pen es que puede ganar. Este año ha sido el año de los, 'no, qué va… no va a pasar’; y ha pasado. Por tanto, debemos utilizar todos los recursos posibles, todos los países de la Unión, para que Francia tenga la posibilidad de tener un Gobierno democrático y europeísta para que siga siendo uno de los motores de la Unión. De hecho, Francia, Alemania, España e Italia deberían ser el motor de ese nuevo momento, más pragmático, ‘pragmático con principios’, como dice mi querida Federica Mogherini.
Hay que ayudar a salvar a Francia, hacer lo que haya que hacer, y sin tonterías. Hacer campaña por quien haga falta, sin complejos. Macron es un enorme acicate, un anti Trump europeísta sin complejos. En Holanda creo que, desde la fragmentación, pueden afrontar su inestabilidad con cierta solvencia. Y, en Alemania, estoy segura de que va a reeditarse la gran coalición. Y tanto si repite Merkel como si es Schulz el canciller, cualquiera de ellos encarna lo mejor del espíritu de Europa. Para todo esto, en la UE y sus instituciones, debemos ser al menos tan disciplinados y sistemáticos en explicar lo bueno y lo verdadero que hacemos y encarnamos como lo son los populistas cuando extienden sus mentiras y engaños destructivos.

P.- La UE está claramente en peligro, ¿qué hay que hacer para seguir impulsando a la UE?

R.- Para que la UE siga hacia adelante, lo que mejor podemos hacer es actuar como europeos. Principios, valores e historia común; defensa del progreso, la igualdad, las libertades individuales y los derechos humanos. No creo que haya que creer, no creo que sea una cuestión de fe. Hay que hacer. A mí me gusta poner como ejemplo el programa Erasmus, 30 años cumple ahora. Una de las mejores herramientas de construcción de ciudadanía europea posibles. Nuestros jóvenes la asumen como parte de su realidad cotidiana, pero no ha caído del cielo, no ha estado siempre ahí. La pensamos, la construimos y la pusimos a disposición del futuro. Eso es Europa.