Con sus chaquetas talla XXL armadas con gigantescas hombreras, con mitones de cuero en las manos, con sus zapatos de punta, sus  lacados estilismos capilares y estampados de leopardo por doquier… la imagen de José Celestino Casal Álvarez, más conocido como Tino Casal, se quedó grabada en las retinas de toda una generación como ejemplo de artista atípico excéntrico. Alguien poco común en un país recién salido de una opresora dictadura.

Entrábamos en otra España, deseosa de aire fresco. Por aquél entonces todo lo que se salía de lo corriente era bienvenido, apreciado, valorado. Nuevo cine, nueva literatura, nueva música, nueva moda. En un tiempo en el que muchas voces participaron de la mascarada (ningún exceso era poco) como parte inseparable de la cultura de la Transición, Tino Casal (Tudela-Veguín. Asturias 1950-Madrid 1991), llevó su personal reto hasta las últimas consecuencias. El intérprete de Champú de huevo, Eloíse, Pánico en el edén o Bailar hasta morir sedujo a la España de los 80 con una estética que evocaba el tecno pop y el glam rock más internacional. Con él llegó una frivolidad furiosa que exigía una perspectiva distinta de ver las cosas. Aquél circo multicolor pronto le elevó a la categoría de ídolo entre los múltiples personajes que poblaban la Movida Madrileña.

Con motivo de del 25 aniversario de su fallecimiento, el Museo del Traje presenta uno de sus proyectos más ambiciosos para este otoño: la exposición Tino Casal, el arte por exceso, en la que rinde homenaje a uno de los artistas más audaces del panorama musical de aquella época no sólo por sus composiciones, sino también por sus estilismos.

Hay que decir que, durante los 80, la gente se empieza a preocuparse más por cómo vestir. Además de producirse un aumento de las firmas de prêt-à-porter, la industria del textil sufrió un proceso de expansión que la llevó a invadir distintas esferas de la sociedad y no sólo del mundo del espectáculo. Por aquél entonces, los artistas no solían ataviarse con modelos de tal o cual diseñador. Todo era más casero y artesano y Tino diseñaba sus propios trajes y accesorios. Es más, era experto en recargar cualquier cazadora que compraba en un mercadillo con tachuelas, plumas o cristales. Como dijo el propio cantante en una entrevista sobre el look pintón de aquellos años: «En España la gente no se viste, se reboza».

La figura de Tino Casal ejemplifica bien esa importancia de la imagen, pero mucho más barroca, más amplificada, encontrándonos en su caso con un compendio de influencias (desde los cómics hasta las revistas de moda británicas pasando por el vestuario teatral), que ilustra los influjos culturales de la posmodernidad. Casal fue un precursor que defendió un estilo en una España que, por entonces, no estaba a la altura de su desafío estético.

Tino Casal, el arte por exceso muestra una pequeña parte del extenso legado de esta carismática leyenda del pop español que fue, además, productor musical, diseñador de ropa y accesorios, estilista, decorador y escenógrafo, pintor y escultor. En las salas del museo de podrán ver cerca de 200 piezas compuestas por unos 50 conjuntos, bisutería, portadas de discos, fotografías y obras de arte realizadas por el propio cantante procedentes, en su mayoría, de préstamos de su familia junto con objetos de las colecciones del Museo del Traje y la Biblioteca Nacional, así como de particulares vinculados de un modo u otro con la figura del artista como Paco Clavel, Francis Montesinos y Antonio Alvarado.

  • Tino Casal, el arte por exceso estará instalada en el Museo del Traje (Avenida Juan de Herrera, 2 Madrid) desde el 15 de noviembre de 2016 hasta el 19 de febrero de 2017. Las exposiciones temporales de la institución son gratuitas.
  • El recorrido se complementa con obras de artistas fundamentales en la carrera de Casal, como Costus, Fabio MacNamara, Pablo Pérez-Mínguez o Miguel Trillo, amén de diferentes puntos de escucha musical y audiovisuales con programas de televisión y videoclips.