En el año del tercer centenario del nacimiento de Carlos III las instituciones culturales se han volcado en destacar la figura ilustrada del rey y su impacto en la vida cultural de la España de hace tres siglos.

El Museo de Historia de Madrid expone Carlos III y el Madrid de las Luces que se centra en la renovación que acometió el soberano en la capital. El Museo Arqueológico acoge la muestra Carlos III. Proyección exterior y científica de un reinado ilustrado, que pone el foco en aportación científica y cultural del monarca que trajo la ilustración la reino. La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando muestra el interés por la arqueología a través de Carlos III y la difusión de la Antigüedad. Cierra la lista de homenajes el Palacio Real, donde la exposición Carlos III. Majestad y Ornato en los escenarios del Rey Ilustrado recoge el arte cortesano creado bajo su mecenazgo.

En todas estas exposiciones se destaca el papel que desempeñó el monarca como promotor de las artes y de las ciencias en todos sus aspectos. La amplitud de miras y la inversión en conocimiento de Carlos III no tuvo límites. Cubrió tantos campos que entre todas las iniciativas que puso en marcha han quedado aspectos menos conocidos. Este es el caso del Real Cortijo de San Isidro, cuya bodega creada por el monarca ilustrado estaba en ruinas a comienzos de este siglo.

“Carlos III al llegar de Italia se fue a vivir a Aranjuez porque le recordaba a la ciudad napolitana de Caserta, donde había vivido. En 1762 creó una explotación agrícola y ganadera experimental siguiendo el modelo de la que había creado en la localidad de San Leucio Italia”, cuenta Josefina Freire, cronista oficial de Aranjuez.

Así nació el Real Cortijo de San Isidro que hoy es una Entidad Local Menor, una figura administrativa tan singular como esta pedanía cercana a Aranjuez. Según cita Freire un historiador del siglo pasado contabilizó en la finca 25.000 olivos, árboles variados y 128.000 cepas de diferentes clases: de Xerez, Málaga y Nápoles. “El Real Cortijo abastecía de vino y aceite a la corte”, explica la cronista. El lugar se convirtió en un laboratorio agrícola para Carlos III: “Hasta la explotación trajo vacas, búfalas, ovejas, caballos y bueyes desde Nápoles. Y en el lugar se acometieron innovadores sistemas de labranza y de riego”.

Espacio histórico del Real Cortijo
Espacio histórico del Real Cortijo

Bodega de reyes

Con las transformaciones y el paso del tiempo la finca se convirtió en la pedanía de 1.000 habitantes que es hoy. La historia de su bodega tuvo su propio devenir en paralelo. Se construyó en 1782, unos años después de la puesta en marcha de la finca. “Su galería subterránea estaba dividida en dos ramales, uno con tinajas para envejecer vino y otro para aceite. Se desarrollaron algunas innovaciones para el mantenimiento de estos productos, como unas tinajas especiales con cuellos más estrechos para envejecer mejor el aceite y el vino”, añade la experta.

Entre 1783 y 1795 la bodega estuvo en manos de los reyes Carlos III y Carlos IV proporcionando vino y aceite a la Casa Real. Carlos IV cede la propiedad a su primer ministro Manuel Godoy a cambio de unas terrenos en Moncloa, en el camino de Madrid al Pardo. Volvió a manos de la Corona en 1798, tras un nuevo intercambio en el que Godoy se queda el Real Lago de Valencia (la Albufera). Bajo el dominio francés, como todo el reinado, el Real Cortijo pasa a manos de José Bonaparte. Con la el regreso de los borbones es Fernando VII quien decide arrendarla. La propiedad se mantendría en manos de la Casa Real hasta el reinado de Isabel II que la vende al General Prim.

Después de varios propietarios y de convertirse en un búnker del bando republicano en la Guerra Civil, en el año 1975, la bodega pasa a ser propiedad de la Entidad Local Menor del Real Cortijo de San Isidro que tiene la mala idea de arrendarlo como criadero de champiñones, lo que tuvo consecuencias desastrosas para el espacio. La cueva se encala, se destruyen las tinajas y otros elementos de la bodega.

En 1987 la Comunidad de Madrid anula el arrendamiento y reconstruye la techumbre del lagar. En el año 2000 la Entidad Local Menor arrienda el lugar a la empresa Cuevas del Real Cortijo de San Isidro que tiene que acometer la modernización del espacio.

Un monumento de Carlos III recuperado

Marina Navarro Homet, directora de la bodega actual, explica el reto de su restauración: “El estado era lamentable, el lagar grande era una cuadra de vacas, el orín corría por los canales que ahora tienen luz, el acceso desde a la la cueva subterránea era una rampa de cemento que al retirarla descubrimos tapaba unas antiguas cubas de arcilla. Dentro de la cueva las paredes de ladrillo, las maravillosas bóvedas, todo estaba encalado porque lo habían arrendado una empresa francesa que criaba allí champiñones. Rompieron pechinas para colgar las bandejas llenas de tierra húmeda, se cerraron los respiraderos con lo que la humedad aumentó a un 90% algo sumamente dañino para sus materiales y su arquitectura.”

El listado de barbaridades que describe la bodeguera alcanza hasta la entrada neoclásica del subterráneo: “La monumental portada estaba quemada, su puerta era una vulgar puerta de madera cerrada con tablones para que no entrara el agua, pero era prácticamente imposible porque el terreno de entrada estaba sepultado unos 70 centímetros con lodos. La mitad de la portada estaba también bajo ellos. La bóveda de esta monumental portada estaba totalmente quemada”, añade.

La historia de esta bodega es tan rica como poco conocida. Como señala Navarro los visitantes que acuden a las visitas guiadas o a los eventos que se organizan para empresas “se sorprenden porque no se conoce, por la gran importancia que ha tenido en la historia de la agricultura moderna, porque sea la única bodega perteneciente a cinco reyes y porque no se publicite. Todo el mundo coincide que en otro país tendría una enorme importancia y sería un monumento enormemente conocido”. La empresa tiene 85 años de concesión y arrendamiento por delante para seguir “enseñando a todo el mundo esta maravilla para que sea justamente reconocido como el gran monumento que es y la importancia que tiene en nuestra historia”, asegura la bodeguera.
A quien se acerque a la bodega tiene dos vinos esperando. El Real Cortijo elaborado con uva de Ribera del Júcar y el Homet un reserva multivarietal con Denominación de Origen de Madrid. Dos caldos con los que las luces de la ilustración vuelven al cortijo y con los que se restaura la historia de Carlos III como bodeguero.