El 21 de marzo de 1937 partieron los primeros. Lo hicieron en el puerto de Bermeo (Vizcaya). Sumaban 450 niños escapando de la guerra para refugiarse en la vecina Bayona. Apenas un mes más tarde, miles de padres entregaban a sus hijos al buque Habana que daba cobijo a otros 2.273 niños para trasladarlos a un lugar seguro. El goteo de barcos fue incesante todo ese año. La mayoría, niños de origen vasco pero también de Asturias, Santander o Madrid. La historia se repitió en otros puertos fuera de Euskadi. Ocurrió hace 80 años. Entonces fueron las bombas y el pánico lo que les obligó a huir, a separarse de sus familias, a viajar sin rumbo hacia un país desconocido; Francia, Rusia, Reino Unidos... Sólo eran unos niños, quizá adolescentes. pero desde que se subieron a aquellos buques para escapar de la guerra no sólo se hicieron mayores sino que cambiaron para siempre sus vidas y las de sus familias.

Como entonces, también hoy cientos de niños emprenderán un camino incierto por la supervivencia sin saber bien qué les deparará la ruta. Otros lo harán mañana. Y pasado... Es la historia repetida que ya vivieron decenas de miles de niños de la guerra española. Han pasado ocho décadas y las columnas de refugiados que llaman a la puerta de Europa y que ésta esconde en campos de refugiados recuerdan a lo vivido por los niños de la guerra del “siglo XXI”. El paralelismo es evidente y el próximo domingo se mostrará en el Azkuna Zentroa de Bilbao con la representación de la obra Odiseak 1937-2017 en la que se relata la historia repetida a través de la mirada de unos niños.

Eli y Nasim, historias paralelas

Mediante la utilización de elementos audiovisuales, coros y actores, la obra que dirige Carlos Panera, se estructura en la historia cruzada de una niña, Eli, que tras el asedio de Bilbao en 1937 sus padres deciden ponerla a salvo y embarcarla camino del exilio infantil en Rusia. De forma paralela, Odiseak incorpora la historia de Nasim, un hijo de una familia de Oriente Medio que como Eli relata por carta todo lo que le sucede en su huida en busca de una vida sin peligros ni amenazas. Historias que se recrean a lo largo de toda la obra y con los que se quiere denunciar cómo la situación de aquellos niños de la guerra apenas ha cambiado casi un siglo después para millones de niños en todo el mundo.

“Es algo así como una perfomance que implica a 50 personas. Mostramos un paralelismo evidente de lo que sucedió entonces y aún hoy ocurre. El terror, la presión a la población civil, el hambre, el riesgo de morir…. Todo eso lo vivieron los ‘niños de la guerra’ del País Vasco hace 80 años y ocurren también ahora”, asegura Panera.

La obra se representará apenas cuatro días antes de que el próximo 26 de abril la localidad vizcaína de Gernika recuerde el 80 aniversario del bombardeo que asoló la Villa y que se convirtió en emblema de la brutalidad de la contienda que dividió en dos España.

La obra se representará cuatro días antes de que el 26 de abril Gernika recuerde el 80 aniversario de su bombardeo

Panera señala que incluso la situación por la que atraviesan hoy millones de refugiados es, en muchos aspectos, peor. Los ‘niños de la guerra’ fueron acogidos en muchos países, “en algunos casos incluso como héroes, como ocurrió en Rusia”. También Francia o Inglaterra recibieron a miles de ellos. Una Europa que supo mostrar su solidaridad con los más débiles y que hoy en cambio cierra sus fronteras y se resiste a acogerlos. “Hoy día los refugiados tiene muchos destinos y lo hacen siempre en condiciones muy duras. Muchos perecen en el mar, otros en el camino sufren vejaciones y sufrimientos de todo tipo”.

Cartel de la obra

Cartel de la obra

La obra Odiseak, retrata durante algo más de una hora el contexto en el que hoy se producen la huida de los más pequeños, los más jóvenes de los lugares de conflicto y que recuerdan a lo sufrido en la Guerra Civil española, en la que miles de niños tuvieron que exiliarse y despedirse de sus familias en un puerto, acompañados por un puñado de maestras que velaban por ellos. La soledad, un país nuevo, una nueva lengua una nueva vida que para muchos de ellos cambiaría para siempre y les distanciaría para siempre de sus familias. Algunos de ellos ni siquiera regresaron y otros muchos, llegaron a padecer nuevos conflictos “como les sucedió a muchos niños vascos acogidos en Rusia y que vivieron el asedio de Leningrado por las tropas nazis, dictaduras, etc”.

Panera conoce bien la realidad de aquellos niños de la guerra. En trabajos anteriores trató con varios de aquellos niños, hoy ancianos, y que vieron cómo sus países de acogida se convertían en sus destinos casi definitivos. Se da la circunstancia de que una de las niñas que participa en la obra es nieta de una de aquellas niñas exiliadas en Rusia.

Por el momento la representación prevista para este domingo en Bilbao será la única pero no se descarta volver a mostrarla con motivo de los numerosos actos de conmemoración del 80 aniversario del bombardero de Gernika previstos en Euskadi.