Ignacio Fernández Toxo, el que dentro de unas horas, cuando se celebre el 11º Congreso Confederal de CCOO (29 de junio-1 de julio), dejará de ser su secretario general, sabe muy bien que la adversidad deja marcas.

Es un sindicalista de los de antes, posiblemente el último líder sindical de los forjados durante la dictadura, y por ello ha pisado lugares carcelarios y clandestinos que a los 'cachorros' de las centrales, pese a su respuesta a la Ley Mordaza o a la normativa que afecta a los piquetes, les suenan casi a leyenda. Pero el sindicato es ahora de las nuevas generaciones.

Toxo lo sabe. Con su marcha, también da carpetazo a una forma de hacer sindicalismo, de ahí que una de sus preocupaciones haya sido en su último mandato, el segundo de los que ha encabezado desde diciembre de 2008, la renovación de la organización.

Este sindicalista de El Ferrol (Galicia), participó como veinteañero en la huelga general de la empresa Bazán de 1972, en la que murieron dos sindicalistas. Después fue condenado a cinco años de cárcel por su actividad sindical, pero pudo refugiarse en la clandestinidad, de la que salió con la Ley de Amnistía de 1977.

Es por ello que en sucesivas intervenciones públicas no ha dejado de recordar que los derechos laborales que hoy defiende CCOO se ganaron en el pasado con sangre. La de verdad. Por eso sabe que la adversidad deja marcas.

CCOO y la crisis

Eso es lo que le ha pasado al sindicato durante sus años de mandato. Cuando asumió la responsabilidad de liderar CCOO en una disputada pugna con el anterior secretario general, José María Fidalgo, el número de afiliados alcanzaba las 1.119.230, de acuerdo con los registros de la propia organización. A día de hoy, esta cifra se ha reducido hasta los 909.711 seguidores, unos 210.000 menos, aunque en CCOO elevan la cifra incluso hasta los 250.000 afiliados perdidos.

Es el reflejo de cómo la crisis que enfrentaban los sindicatos en esos años, al mismo tiempo impactaba en sus propios dominios. Y eso, junto al recorte de las subvenciones públicas a los agentes sociales y la pérdida de control sobre los fondos de formación, ha obligado también ha redimensionar sus organizaciones.

No es desafección, es paro

Toxo sostiene que una de las primeras cosas que deja de pagar un parado es la cuota del sindicato --especialmente si es un parado de larga duración al que se le han acabado los subsidios--, y ha achacado a esta realidad la caída de la afiliación, por encima de las críticas a la supuesta falta de respuesta de las organizaciones, más allá de las huelgas generales de 2010 y 2012, y la aparición de Podemos como catalizador del hastío social frente a la crisis.

La memoria de actividad 2016 del sindicato, uno de los documentos que pasarán de mano en mano en el 11º Congreso Confederal, afirma que "en el marco de la crisis económica el comportamiento afiliativo de CCOO en estos años no ha sido ajeno a la coyuntura, apreciándose los efectos negativos que la crisis ha tenido en el empleo".

Si se observan con detenimiento las cifras de afiliación, solo en el primer año de mandato de Toxo creció desde las 1.119.230 personas, hasta las 1.132.236. Desde 2009, un año especialmente crudo en términos de desempleo --se perdieron más de un millón de puestos de trabajo-- la afiliación de CCOO se despeñó hasta caer por debajo del millón en 2012. En ese año, el descalabro tocó techo con 180.175 bajas, frente a únicamente 88.0803 altas.

El sindicato también ha culpado de este impacto sobre la afiliación desde 2012 a la reforma laboral, que habría debilitado el papel de los sindicatos dentro de las empresas, y a la acumulación de desempleados de larga duración desde ese año. Y ha luchado contra ello con herramientas como las Unidades de Atención Telefónica (UATs), dedicadas a contactar directamente a los afiliados que causan baja de forma automática tras uno o dos trimestres sin hacer efectiva su cotización.

El objetivo de estas llamadas es resolver los problemas administrativos que pudieran existir, pero también otras causas de desafiliación de índole laboral o sindical. CCOO logró recuperar por estos medios entre 2007 y 2014 un total de 194.282 bajas iniciales.

En cualquier caso, esta tendencia de pérdida de afiliados solo se ha frenado en 2016, con un leve repunte de unas 700 personas, hasta los 909.052.

Para entender el viraje, basta observar cuáles eran las causas de baja en la afiliación en los años anteriores. Una encuesta realizada en 2011 por la Fundación 1º de Mayo indica que el 33,7% de las bajas se debió a la pérdida del empleo, y el 13,1% a la jubilación; además, un 17,7% declara que se da de baja porque ya no necesita los servicios del sindicato, un 12,6% por desacuerdo con los servicios recibidos y un 18,5% aduce discrepancias de carácter sindical. Es por eso que, según CCOO, si crece el empleo también se frenan las bajas en la afiliación.

Un sindicato más joven y más femenino

Pero la cantidad, siendo importante, no lo es todo. Durante el último mandato, Toxo se ha preocupado por reducir la media de edad de sus afiliados y contar con una mayor presencia femenina.  En cuanto a los jóvenes, la edad promedio de la afiliación pasó de los 42 años en 2001 a sobrepasar los 46 años en 2013. Sin embargo, la tasa de presencia de las mujeres se ha elevado de menos del 40% en 2013 al 42,3% en 2016. Aunque CCOO aún quiere ir más lejos en este aspecto.

Para ampliar la base de afiliados por estos flancos, un informe debatido a nivel interno por el sindicato, que deberá someterse a votación en el Congreso Confederal, prevé orientar sus esfuerzos atraer a jóvenes al sindicato incluso antes de que empiecen a trabajar. Para ello, prevé incrementar su presencia en  institutos y universidades

Otro nicho de futuros afiliados es para el sindicato el trabajo en el hogar, donde se concentran 700.000 mujeres. Pero también el de los autónomos, donde hay una bolsa de unos tres millones de trabajadores. Y todo ello sin desatender a técnicos, profesionales y a los propios pensionistas, una vez los trabajadores alcanzan el retiro.

Toxo se ha propuesto, aunque no esté al frente del sindicato, recuperar unos 250.000 afiliados durante los próximos cuatro años, y también formar a los sindicalistas para que poco a poco den el debido relevo al resto de miembros de la cúpula de CCOO.

Ya en los últimos años, en los que ha acometido una reestructuración y redimensionamiento de sus federaciones sectoriales, hasta dejarlas en siete, la edad media de los equipos de dirección se ha reducido en alrededor de cuatro años.

Toxo, acostumbrado a forjar los cambios a fuego lento, ha advertido ya que el objetivo de recuperar la base de afiliados previa a la crisis “llevará un tiempo”. No le corresponde a él, sino a su sucesor, Unai Sordo, un sindicalista vasco que a la muerte de Franco solo tenía 3 años.