El desenlace de la batalla por el control del PP de Madrid sigue siendo una incógnita. Las posiciones siguen siendo las mismas desde hace meses, pero en las filas populares se respira tal tensión en los últimos días que la pretendida imagen de unidad que logró Pablo Casado tras el congreso de Valencia ha saltado definitivamente por los aires. Mientras la dirección nacional estalla contra las "filtraciones" procedentes de la Puerta del Sol e insiste en que el presidente del PP no cederá a las presiones y celebrará el congreso de Madrid en mayo o junio del próximo año, en el equipo de Díaz Ayuso subrayan que ella no dará su brazo a torcer y se lanzará a presidir el PP de Madrid sea quien sea su adversario, incluso aunque se llame José Luis Martínez-Almeida. "Ir a las urnas a uno siempre le hace libre", desafió hace unos días.

El asunto ha generado enorme estupor y malestar a nivel interno, pero en las filas populares la sensación que prima es la de "abatimiento", según suscribe un destacado dirigente. El motivo es claro: el coste electoral de una guerra interna de estas características es "inasumible" para un partido que tenía oportunidad de sacar rédito de uno de los momentos más críticos para Sánchez, con el Gobierno de coalición enzarzado por la reforma laboral y por otras cuestiones tan espinosas como la ley de vivienda o la factura energética. "No podemos tener al partido abierto en canal durante siete meses", suscribe un cargo popular afín a Génova, que no plantea ceder con los plazos, sino que suscribe un clamor que cada vez cobra más vida en diferentes sectores del PP, incluidos diputados y dirigentes leales al líder del partido, y que implica que Pablo Casado coja las riendas y firme la paz con Ayuso antes de que sea demasiado tarde.

Las fuentes consultadas plantean una vía alternativa que, al menos oficialmente, aún no ha explorado Casado y del que el entorno de Ayuso recela, aunque sin cerrarse en banda: permitir que la líder regional presida la organización del PP de Madrid a cambio de que ella acceda a pactar el nombre que ocupará la secretaría general del partido en el organigrama madrileño, un puesto que la presidenta de la Comunidad reservaba para su escudero y portavoz en la Asamblea, Alfonso Serrano. Hace unas semanas, tal y como publicó El Independiente de fuentes cercanas a la líder regional, Isabel Díaz Ayuso estaba por la labor de llegar a un acuerdo con la dirección nacional y cerrar una 'lista de consenso' para enterrar el hacha de guerra, pero advertían: la presidencia es irrenunciable.

"La aspiración de Ayuso es legítima y va a ir hasta el final", suscribe un alto cargo popular cercano a la dirección nacional, que coincide en que, como ha ocurrido en diferentes congresos provinciales del PP, la única vía para evitar que el partido "se desangre" es la de presentar una lista conjunta pactada directamente entre sus dos protagonistas, es decir, entre Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso. "Esto es una negociación política. Todos tienen que ceder", suscribe el mencionado dirigente. "Se ha llegado ya demasiado lejos. No hay solución sin costes. Lo que deberían intentar es minimizarlos, y lo más lógico es dejar la presidencia a Ayuso y pactar un secretario general", coincide un diputado popular, presente en la cena a la que asistió el propio Pablo Casado el pasado miércoles en la que algunos parlamentarios expresaron al líder del partido su preocupación por la situación interna.

Donde tampoco hay dudas es en que debe ser Pablo Casado quien lidere la negociación con Isabel Díaz Ayuso y que ha de hacerlo "en los próximos días" por el riesgo a que las relaciones se enquisten, con la advertencia soterrada de que puede ser José Luis Martínez-Almeida el que compita con la baronesa del PP en unas primarias madrileñas si ésta se empeña en despegar del todo el control de la organización en Madrid de la mano de Génova. Pero las conversaciones, insisten, no pueden quedar en manos de Teodoro García Egea, secretario general del PP y encargado de la remodelación territorial del PP; "ni mucho menos", reiteran, en las de Miguel Ángel Rodríguez, jefe de gabinete de Ayuso. "No es una cuestión de desautorizar a tu número dos, es una cuestión de que el líder del partido debe tomar las riendas en una crisis que nos está haciendo mucho daño a todos", insiste otro cargo popular que profesa lealtad a Casado.

Lo que se ve como un "suicidio" en el seno del partido es que el conflicto se resuelva en su momento con un choque frontal entre Ayuso y Almeida. Aunque el alcalde no tomará una decisión respecto a su candidatura hasta que no se convoque el cónclave madrileño, según fuentes de su entorno, lo cierto es que es una posibilidad a la que no cierran la puerta en la dirección de Génova si Ayuso, como dicen, prefiere ir a la guerra. "Y tiene las de perder", insisten en este sector del partido, donde vinculan las "filtraciones" e "intoxicaciones" de la Puerta del Sol al "nerviosismo" por una posible derrota ante el alcalde de Madrid. Ayuso tiene más peso entre la militancia, pero el alcalde de Madrid, que también hace las veces de portavoz nacional, tiene al aparato detrás y, según su entorno, el apoyo mayoritario de los compromisarios.

Según marcan los Estatutos del PP, las primarias tendrían dos vueltas siempre y cuando uno de los candidatos que se presentasen al congreso no lograse en la primera votación el apoyo de más del 50% de las bases y supere a su contrincante por más de 15 puntos, una tarea ardua incluso para la ganadora de las elecciones del 4-M que dieron la vuelta al tablero político nacional. Es en ese punto donde se complicaría la situación para Díaz Ayuso, ya que en la segunda vuelta entra en juego el poder orgánico del partido con el apoyo de los compromisarios. Éste fue precisamente el modo en que Casado llegó al poder en el Congreso de 2018, cuando el actual líder del PP perdió contra Soraya Sáenz de Santamaría en primera vuelta pero se impuso en la segunda, en la que contó con sus propios adeptos y los de María Dolores de Cospedal. Ahora, Ayuso ha declarado la guerra al aparato, mientras Almeida forma parte de él.