Es el principal escollo de la cumbre de la OTAN que arranca este martes en Madrid. Una de las escasas disonancias en el seno de una organización resucitada y cohesionada ahora por la invasión rusa de Ucrania. Las históricas solicitudes de adhesión de Suecia y Finlandia, cursadas a la luz de la amenaza de Moscú, se enfrentan a la negativa de Ankara. Es la decisión de Recep Tayyip Erdogan la que dirimirá si las puertas de la alianza transatlántica se abren a ambos países nórdicos.

Una reunión a cuatro en los márgenes de la cumbre marcará este martes el inicio de un encuentro que sentará las bases de la organización durante la próxima década. "Me alegra que el presidente finlandés Niinistö, el presidente turco Erdogan y la primera ministra sueca Andersson se reúnan en Madrid, y que hayan aceptado mi invitación para reunirse al margen de la cumbre", reconoció este lunes el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, desde Bruselas antes de partir hacia Madrid.

En las últimas semanas se han intensificado los contactos entre las partes para desbloquear lo que hoy es el rechazo turco a la incorporación de ambos países al club de la OTAN. "El objetivo es lograr progresos. Es demasiado pronto para decir qué tipo de progresos podemos hacer en la cumbre", admitió Stoltenberg. Ankara está dispuesta a hacer valer la disposición del artículo 10 del tratado del Atlántico Norte de 1949: "Las Partes podrán, por acuerdo unánime, invitar a adherirse al presente Tratado a cualquier otro Estado europeo que esté en condiciones de promover los principios del mismo y de contribuir a la seguridad del espacio del Atlántico Norte".

“La lógica de Turquía es bastante sencilla. El artículo diez otorga claramente el derecho a cada miembro de la organización de abstenerse o rechazar la admisión de nuevos candidatos. Turquía está utilizando su derecho legal para bloquear a los candidatos no cualificados”, señala a El Independiente Ali Bakir, profesor del centro Ibn Khaldún de la Universidad de Qatar y experto en Turquía. En el fondo, “las objeciones de seguridad” que cita Ankara aluden a las diferencias históricas que mantienen especialmente con Suecia, que durante décadas ha proporcionado refugio a los activistas kurdos que Turquía persigue.

El conflicto kurdo, el trasfondo

“Desde la perspectiva turca, la OTAN es una alianza de seguridad, lo que significa que la seguridad de sus miembros es su misión principal y que un ataque contra uno de sus miembros es un ataque contra todos”, subraya Bakir. “Finlandia y Suecia -especialmente en el caso de Suecia- han estado apoyando a una organización terrorista designada por la UE y la OTAN como el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) y sus afiliados en Siria, el YPG, que supone una amenaza para la seguridad de los intereses de Ankara”, agrega.

Finlandia y Suecia han estado apoyando a una organización terrorista designada por la UE y la OTAN como el Partido de los Trabajadores del Kurdistán

Ali Bakir, profesor del centro Ibn Khaldún de la Universidad de Qatar

Turquía, con el segundo mayor ejército de la OTAN y más de siete décadas de pertenencia a la alianza, también emplea para defender su posición una coyuntura marcada por la guerra en Ucrania. “Si Rusia es una amenaza existencial, también lo es el PKK para Turquía. Suecia muestra simpatías por el YPG. Sus líderes fueron recibidos con alfombra roja y a pesar de que Suecia reconoce al PKK como organización terrorista, Ankara cree que los simpatizantes del PKK tienen vía libre en Suecia y, de hecho, hace sólo dos semanas, los simpatizantes del PKK proyectaron las imágenes de la bandera del PKK y la foto del líder encarcelado del PKK Abdullah Öcalan en el centro de la ciudad en los edificios públicos”, explica en conversación con este diario la analista y periodista turca Barçın Yinanç.

Desde el lado turco se recuerda ahora que la salvaguarda de los kurdos dispensada en el norte de Europa “ha tomado muchas formas, incluyendo la política, la financiera e incluso la militar”. Desde el norte, en cambio, los candidatos a incorporarse a la alianza defienden como una marca tradicional de su política exterior su apuesta por los derechos humanos y por la acogida de aquellos que huyen de la persecución. “Nuestro gobierno ha sido muy claro en esto. Los derechos humanos siguen siendo igual de importantes para nosotros, y es igual para todos los miembros de la OTAN. Todos deberíamos basar la política en los mismos principios, así que eso no cambiará en nuestro caso”, indica a este diario el embajador de Suecia en España, Teppo Tauriainen. Su homóloga finlandesa, Sari Rautio, agrega: “Hay kurdos en Finlandia que han solicitado asilo pero analizamos caso por caso. El proceso es transparente”.

Suecia y Finlandia coinciden en su sorpresa por el bloqueo de Turquía, solo expresado cuando ambos países formalizaron su solicitud de ingreso. Tanto Suecia como Finlandia aseguran que Erdogan no había dado ninguna indicación de sus objeciones y su posición parecía más tendente a apoyar sus aplicaciones de adhesión.

“Turquía ha sufrido mucho en los últimos 40 años por los objetivos separatistas y las acciones terroristas del PKK. Pese a ello, Suecia y Finlandia conceden cierto refugio a los combatientes del PKK, que son bastante activos dentro del espectro político”, desliza a este diario Valeria Giannotta, analista experta en Turquía. “Suecia y Finlandia no han dudado en apoyar a los combatientes del YPG en Siria proporcionándoles armas y, además, han impuesto sanciones a Turquía tras la última operación militar llevada a cabo por Ankara con el objetivo de neutralizar al YPG y evitar que se extienda a los territorios turcos”, añade.

Otras contrapartidas

No obstante, hay quienes insisten en que la diplomacia turca -especialmente activa en los últimos años, al calor de la guerra civil en Siria- busca precisamente ciertas garantías de que su zona de influencia en Siria y el resto de Oriente Próximo -las fuerzas turcas disponen de bases militares en Irak y Qatar- será preservada. Y, como prestación a levantar el veto a Suecia y Finlandia, Ankara pueda obtener vía libre para la adquisición de material militar que hoy tiene vetado.

La recompensa podría pasar por reforzar aún más los lazos con Occidente y muy probablemente por incluir a Turquía en el programa de los F-16

Valeria Giannotta, analista experta en Turquía

Estados Unidos impuso restricciones tras la compra turca del sistema de defensa aérea ruso S400. Otros países aliados como Alemania, Francia y Canadá han tomado medidas similares para restringir la venta de armas al país que sirve de puente entre Europa y Asia. Reproches similares a los que se dedican a Suecia y Finlandia se han escuchado en boca de funcionarios turcos por la colaboración con los kurdos que EEUU, Reino Unido o Francia establecieron en Siria tras el avance del autodenominado Estado Islámico y las tropas de Bashar Asad apoyadas por Rusia.

“La recompensa podría pasar por reforzar aún más los lazos con Occidente y muy probablemente por incluir a Turquía en el programa de los F-16, que parece ser la única opción debido a la expulsión del programa de compra de F-35 en 2019”, comenta Giannotta.

Erdogan -que trata de mantener su papel de mediador en la guerra, ahora centrado en la búsqueda de garantías para la exportación del grano- no tiene prisa por cerrar el asunto. La semana pasada la presidencia turca ya advirtió de que la cumbre de Madrid no marca, en ningún caso, “el fin del plazo”. Y la organización trasatlántica rehusa concretar cualquier horizonte temporal que la pueda comprometer. “Resulta difícil encontrar una fórmula mágica para superar el actual estancamiento, por lo que los expertos hablan de una solución imperfecta, en el mejor de los casos”, advierte el ex embajador turco Alper Coşkun, investigador del think tank Carnegie Endowment.  

La solución al actual impasse tendrá que encontrarse entre Turquía y los dos países candidatos

Para salir del atolladero, según Coşkun, los aliados podrían introducir el compromiso de mejorar la venta mutua de armas e invertir en equipos y tecnologías que puedan ser compartidas por los países miembro, con la vista puesta -sin mencionarlo- en las represalias adoptadas tras la compra del sistema de defensa aérea ruso S400.

“Al abordar un problema provocado por Turquía, sería equilibrado e incrementa las posibilidades de ser aceptable para otros aliados. Se podría llegar a un acuerdo previo para que Suecia y Finlandia se adhieran a estos compromisos como futuros miembros, garantizando así que asumen las mismas responsabilidades, abordando indirectamente las preocupaciones planteadas por Turquía”, detalla el ex diplomático. Un ejercicio de ingenio que desafía los tiempos de la cumbre de Madrid. “La solución al actual impasse tendrá que encontrarse entre Turquía y los dos países candidatos. La OTAN debería hacer todo lo posible por fomentar estos esfuerzos con ideas innovadoras y su reconocida capacidad de forjar acuerdos”, concluye.