La noche del pasado 21 de enero en un salón de baile de la ciudad de Monterey Park, situada al este de Los Ángeles, se celebraba la entrada del Año Nuevo chino. Sobre las 22:30, cuando la mayoría de las decenas de miles de asistentes ya se habían marchado, un hombre irrumpió armado con una ametralladora y varios cargadores y comenzó a disparar a los presentes, dejando un saldo de diez muertos y otros tantos heridos. El autor de los hechos fue identificado posteriormente como Huu Can Tran, un hombre de origen asiático de 72 años de edad que fue hallado muerto en su furgoneta, presuntamente a causa de un suicidio por herida de bala autoinfligida. 

Aunque incidentes como este son habituales en Estados Unidos, los datos muestran que los tiroteos masivos han aumentado mucho en la última década. De hecho, en los últimos tres años se han superado por primera vez los 600 anuales, lo que duplica la cifra de 273 que la organización Gun Violence Archive (GVA) contabilizó en 2014, el año que comenzaron a registrarlos. Y de momento el 2023 ha comenzado de la peor manera posible. El pasado enero hubo 52 tiroteos masivos repartidos por todo el país, un número récord en el primer mes del año según los registros de GVA. Hasta ahora la media en enero había sido de 25, y el número más alto se había registrado en 2022, cuando se contabilizaron 34. Entre todos ellos destacó el incidente de Monterey Park, que fue el más mortífero desde el pasado 24 de mayo de 2022, cuando un joven de 18 años abrió fuego en una escuela primaria de Texas matando a 21 personas (19 de ellas niños) e hiriendo a otras 17.

Aunque todas las fuentes coinciden en que la violencia armada ha aumentado, no existe un consenso para definir qué se considera exactamente tiroteo masivo. El FBI habla de "asesinatos en masa" cuando ha habido tres o más víctimas, pero no necesariamente especifica que tengan que haber sido asesinadas con armas. Por ello, cada organización o institución hace las cuentas de la manera que considera oportuna. GVA ha establecido como tiroteo masivo aquellos incidentes en los que cuatro o más personas (sin contar al tirador) resultaron heridas o muertas por heridas de bala. Otra organización similar, Mass Shooting Tracker, tiene un sistema de conteo parecido, pero ellos sí incluyen al tirador en la cuenta. Según sus datos desde 2013 a 2022 los tiroteos masivos aumentaron un 122%, y los muertos por esta clase de incidentes, un 84%. 

"Estaba reunido en un hospital con las víctimas de un tiroteo masivo cuando me han apartado para informarme sobre otro tiroteo. Esta vez en Half Moon Bay. Tragedia tras tragedia", twitteó el pasado 26 de enero Gavin Newson, gobernador de California, uno de los estados con la ley de armas más restrictiva que, sin embargo, ha sido también de los más castigados en enero con hasta ocho tiroteos masivos. Lo cierto es que esta clase de incidentes son siempre los más mediáticos, porque pueden llegar a involucrar a decenas de personas. Pero las víctimas que dejan representan un porcentaje ínfimo sobre el total de muertes por violencia de armas. En 2022 apenas llegaron al 1,5%, según datos de GVA. 

Aún así, es evidente que el país tiene un claro problema que no logra atajar. Y es que según Statista ocho de los diez tiroteos masivos más mortíferos de la historia estadounidense se han producido desde 2007. La lista la lidera la masacre que se produjo en 2017 en Las Vegas, cuando Stephen Paddock, un estadounidense de 64 años, abrió fuego desde la ventana de la habitación que había reservado en la planta 32 del hotel Mandalay Bay Resort and Casino contra una multitud de 22.000 personas que disfrutaba de un concierto de country. Murieron 58 personas y hubo otros 546 heridos.

Posibles causas

Una de las razones que explican esta escalada de violencia es el arsenal armamentístico civil que tienen los ciudadanos estadounidenses, que no deja de aumentar. En 2018 el proyecto de investigación suizo Smalls Arms Survey aseguró que de los 857 millones de armas de fuego que había en el mundo en poder de civiles, 393 millones estaban en Estados Unidos, que tenía por aquel entonces más que los otros siguientes 25 países de la lista combinados. Esto significa que a pesar de tener el 4% de la población mundial, los estadounidenses concentraban casi el 40% de las armas de fuego del planeta. A esos datos habría que sumar que tras la pandemia las ventas se dispararon un 65% y se han mantenido en niveles muy altos desde entonces, según informó la BBC

Recientemente el Servicio Secreto estadounidense elaboró un informe en el que analizaron 173 actos de violencia masiva, muchos de los cuales habían sido perpetrados con armas. Los resultados arrojaron que muchos atacantes habían experimentado en sus vidas momentos "estresantes", como problemas personales, laborales o legales, que en algunas ocasiones sufrieron justo antes del ataque y pudieron actuar como desencadenante. Además, la mitad experimentaron problemas de salud mental antes o durante los ataques, como depresión, brotes psicóticos o pensamientos suicidas. También es habitual que hayan tenido un historial de comportamientos "físicamente agresivos o intimidatorios", y alrededor del 25% eran seguidores de conspiraciones o ideologías de odio. 

En otro artículo reciente, el New York Times apuntaba que el incremento de tiroteos masivos está produciendo un efecto imitación que inspira a muchas personas a cometer actos similares, lo que consideran que podría impactar en la población de dos maneras distintas. Por un lado, insensibilizándoles ante la violencia. Y por otro, haciendo que se sientan inseguros, lo que a su vez provocaría que compraran más armas. «Ya sea autoinfligido, a manos de agentes de policía o tras una vida en prisión, un tiroteo masivo es una forma de suicidio. Esto es algo que los diferencia de otros delitos y es la razón por la que las medidas preventivas tradicionales, como el aumento de la seguridad armada o las condenas penales severas, harán poco por detenerlos», se explicaba en otro artículo del periódico neoyorquino, que aseguraba que la solución era invertir en salud mental.

Más allá de los tiroteos masivos, prácticamente todos los parámetros recogidos por GVA vinculados a la violencia con armas durante el mes de enero son peores que los de hace un año, incluidos el número de muertos y de heridos. Una situación que ha provocado que en Estados Unidos se haya vuelto a avivar el eterno debate sobre cómo controlar esta situación. El presidente Joe Biden, que en junio del año pasado ya aprobó la primera iniciativa legal para limitar las condiciones de tenencia de armas de fuego en tres décadas, fue uno de los últimos en manifestarse al respecto, reivindicando de nuevo que el Congreso apruebe una ley para prohibir las armas de asalto o, al menos, aumente la edad legal para adquirirlas hasta los 21 años.