Un artículo en la revista Forbes proponía hace unos días reemplazar todas las bibliotecas públicas con la librería de Amazon, que tiene más surtido, llega a todas partes y no le cuesta un duro a los contribuyentes.

En tiempos de Google han desaparecido muchas cosas de nuestra vida cotidiana. En el móvil llevamos la calculadora, los mapas y la cámara de fotos. Ya ni siquiera hace falta acercarse a la biblioteca para leer el periódico gratis porque también lo llevamos en el teléfono, igual que este resuelve las dudas para las que antes necesitábamos consultar una enciclopedia. ¿Desaparecerán también las bibliotecas en la era digital?

"La tecnología ha convertido los libros físicos en artículos de colección, lo que elimina la necesidad de servicios de préstamo de la biblioteca", asegura en su polémico artículo Panos Mourdoukoutas, profesor de Long Island University. De no ser instituciones públicas, a las bibliotecas ya les habría pasado lo mismo que a los videoclubs, según este economista.

De no ser instituciones públicas, a las bibliotecas ya les habría pasado lo mismo que a los videoclubs

Los bibliotecarios han reaccionado rápidamente en redes contra del artículo, haciendo una enfervorecida defensa de las bibliotecas. Dicen que una compañía privada como Amazon no podría igualar su labor tanto en el fomento de la lectura, la vida de la comunidad y la buena conversación. Reivindican también que la asesoría personal que da un bibliotecario supera con creces la del algoritmo con fines comerciales que impulsa recomendaciones interesadas.

También podrían los bibliotecarios esgrimir ventajas económicas en defensa de las bibliotecas. Según un estudio realizado en Navarra por el consejo de Cooperación Bibliotecaria, cada euro que se invierte en bibliotecas se multiplica por cuatro. Porque las bibliotecas son también un indicador de desarrollo social.

Sin embargo, puede que a Mourdoukoutas no le falte razón en que las bibliotecas no pueden seguir ignorando que el mundo ha cambiado con Amazon. En Estados Unidos se están convirtiendo en lugares de encuentro donde además de ir a tomar libros prestados se pueden aprender a utilizar impresoras 3D, asistir a encuentros con escritores y hacer vida de barrio disfrutando de encuentros culturales. También en España las hay que combinan cuentacuentos y otras actividades, además de ofrecer wifi gratis y acceso a ordenadores.

Las bibliotecas tendrán mucho futuro si reivindican su valor como lugar de encuentro con la cultura

Las bibliotecas tendrán mucho futuro si reivindican su valor como lugar de encuentro con la cultura. En un mundo donde cada vez más objetos se convierten en bits y más amistades dependen de mensajes con doble check, el valor del tiempo compartido en el mundo físico irá aumentando. Ojalá nuestras bibliotecas estén a la altura del reto, porque vamos a necesitar más vida y menos pantallas.

No hay tantos sitios donde se puede ir a estudiar estando fresquito en verano que sean totalmente gratuitos. Mourdoukoutas sugiere que esa tranquilidad también se tiene en el Starbucks, pero a cuatro euros el café le saldría por un pico a los estudiantes que tienen que echar allí 300 tardes al año.

Las bibliotecas tienen además algo con lo que Amazon solo puede soñar: el placer del azar. Entrar en una biblioteca y pasear el dedo por sus estanterías buscando el próximo título tiene un cariz imprevisible que el algoritmo nos niega. Elegimos un libro y no otro porque sobresalía un poco más, porque lo encontramos en el carrito de los que estaban recién devueltos o porque el color del lomo nos llamó sin querer la atención. Encontramos en las bibliotecas cosas que no sabíamos que buscábamos y que ningún algoritmo hubiera sabido anticiparnos. Es más, si somos afortunados en las bibliotecas hasta podemos encontrar libros de los que ni siquiera Amazon conozca su existencia.

Ojalá las bibliotecas sigan existiendo. Para saber si sobrevivirán o no pregúntate cuando visitaste una por última vez. Si no nos acordamos de lo importantes que son para vertebrar nuestra cultura salvo cuando un economista escribe un artículo provocador en Forbes pidiendo su cierre podría pasar con ellas lo mismo que cuando anuncian el cierre de un bar que nos encantaba pero que hace diez años que ni nos asomamos. Y eso que en España hay 21 bares por cada biblioteca.