Lo de los socialistas españoles no tiene un pase ni en España ni en Europa. Como no hay debate posible, como no existen los controles y las alternativas como opción, no existen tampoco las discrepancias. 

Es el mejor ejemplo de partido único, esclerotizado, donde las consignas salen de un solo lugar y las cumplen a rajatabla todos y cada uno de los militantes como un solo hombre y una sola mujer y sin hacer un ruido ni emitir, al menos en público, la menor disconformidad, el menor desacuerdo.

Viene esto a cuento de lo sucedido en el Parlamento europeo cuando el Partido Socialista español se ha desmarcado de sus homólogos en la condena a Marruecos por su maltrato a los derechos humanos y su persecución a los opositores y a los periodistas locales y extranjeros que no secundan su “verdad”. 

En una vuelta de tuerca inverosímil estos opositores y periodistas que discrepan han sido acusados de otros delitos no relacionados con sus declaraciones críticas con el régimen sino incluso de delitos varios como blanqueo de dinero, espionaje, violación y agresión sexual, e incluso trata de personas. Son acusaciones “alternativas” para que la población crea que, en efecto, se trata de verdaderos criminales, no sólo opositores al régimen. España, mientras tanto, permanece impasible. Y muda. 

La cuestión ha llegado hasta el Parlamento europeo donde se ha votado una condena a Marruecos, socio preferente de la Unión Europea, pero no tanto como para no denunciar el dramático deterioro en el país de los derechos humanos. Bien, hasta aquí todo normal. Lo que no es normal es que el Partido Socialista español en bloque, con la honrosa excepción de Iratxe García, se haya negado a denunciar semejante atropello a la dignidad de los discrepantes.

Y han sido 17 quienes han votado con los 13 diputados de la Agrupación Nacional de Marine Le Pen, con uno perteneciente a la AN que luego se pasó a las filas de Eric Zemmour y con un euroescéptico que votó contra la condena a la invasión de Ucrania. Con estas “ilustres” compañías se han juntado los 17 europarlamentarios españoles del Partido Socialista.

Claro, no han dicho a continuación ni una palabra sobre esa renuncia a denunciar un estado de cosas que acababan de perpetrar.

La explicación es muy sencilla: evitar incomodar al régimen marroquí ahora que estamos en vísperas de celebrar una reunión de alto nivel que se va a celebrar a principios de febrero en Rabat. Dando por supuesto que se vaya a celebrar porque no sería la primera vez que se aplaza una reunión de este tipo.

Lo que no ha sido aclarado todavía es qué obtiene España de una abdicación tan rotunda de nuestras posiciones tradicionales

Lo que no ha sido aclarado todavía es qué obtiene España de una abdicación tan rotunda de nuestras posiciones tradicionales como la que Pedro  Sánchez, acompañado de su ministros de Asuntos Exteriores, del ex presidente Rodriguez Zapatero y del ministro de Exteriores del gobierno de éste, Miguel Ángel Moratinos hizo en marzo del año que acaba de pasar.

Porque que nosotros sepamos, salvo una menor llegada de pateras a Canarias y a las costas andaluzas, no hay absolutamente nada más que hayamos obtenido. Desde luego no el reconocimiento de la españolidad de Ceuta y Melilla, que habría sido un intercambio por el que hubiera merecido la pena, con ser una cesión tremenda, abandonar a su suerte a los saharauis. Por lo menos eso.

Pero no hemos obtenido ni eso ni nada por el estilo. Solo una disminución de la llegada de  migrantes que, cuando quieran, las autoridades marroquíes pueden poner en marcha otra vez. Ése es el mayor beneficio, el constatable, obtenido. 

¿Puede el Partido Socialista dar una orden tan infame a su grupo parlamentario europeo sin que se le caiga la cara de vergüenza? Sí puede porque entre quien emite la orden, que es Ferraz que actúa a su vez como mera correa de transmisión de La Moncloa, no hay absolutamente nadie.

No existe ningún contrapeso, ninguna instancia intermedia, ninguna Ejecutiva, ningún Comité Federal, nada en absoluto que no esté sometido a las directrices emanadas del presidente del Gobierno.

Es esa estructura, obra de la mala experiencia anterior del actual secretario general, la que ha permitido que el partido socialista español en Europa haya cavado un agujero en el que los 17 están metidos hasta la cintura. 

Luego se harán cruces en defensa de los derechos humanos. Pero cuando ha habido que dar la cara, se la han tapado.