Pocas veces una imagen significó tanto como la que nos brindó la llegada del presidente sirio Bashar al Asad en Yeda para asistir a la cumbre de la Liga Árabe. Después de doce años, la República Árabe Siria vuelve a estar presente en las cumbres árabes, vuelve a la palestra. Se acabó el ostracismo que lo rodeaba, se acabó ser la facción proiraní. Después de la normalización de relaciones entre Arabia Saudí y la República Islámica de Irán el fin del ostracismo de Al Asad es la guinda de todos los procesos de diálogo establecidos. Si Qatar normalizó relaciones con el resto de los estados árabes antes del Mundial de Futbol, ahora es el turno de Siria.

Atrás quedaron las protestas ciudadanas en Túnez, en El Cairo, en Damasco, en Beirut, en Trípoli o en Manama. Tenemos cumbres de diálogo en Yemen entre las diferentes facciones, calma en el Líbano, la normalización e institucionalización en Libia, Abdelfatah Al Sisi en Egipto ostentando el poder casi absoluto, Kais Saied en Túnez que ha vuelto a situar el país como aliado del resto de Estados árabes, calma social en Bahréin y ahora Damasco vuelve al mapa. De la mano de la normalización de relaciones entre Al Asad y la Liga Árabe hay una paralela, la cumbre por la transición en Siria y el fin del conflicto como tal con Turquía, Rusia, Siria e Irán sentados en la misma mesa.

Los Acuerdos de Abraham entre diferentes Estados árabes parecían haber fraccionado la Liga Árabe, según muchos, porque la cuestión palestina es una línea roja. Pero tal como pudimos ver, la intervención policial israelí en la mezquita de Al Aqsa de Jerusalén puso del mismo lado a todos los Estados, aquellos que han reconocido a Israel como los que no. Y ahora, con la Marcha de las Banderas por el Día de Jerusalén nos hemos encontrado con lo mismo: los Estados reconozcan o no Israel, y tengan intercambios comerciales fluidos con Israel, no dudan en condenar o exponer su parecer. Esto puede no parecerlo pero normaliza aun más el papel de Siria en la Liga Árabe. 

A pesar de que Arabia Saudí ostenta un liderazgo moral por ser donde están las grandes mezquitas, las decisiones políticas se toman con mayor consenso que antes

A pesar de que Arabia Saudí ostenta un liderazgo moral por ser el lugar donde se encuentran las grandes mezquitas del Islam, la Masjid Al Haram de la Meca y la Mezquita del Profeta de Medina, las decisiones políticas se toman con mayor consenso que antes. No parece estar reñido dentro de la Liga Árabe avanzar en la integración y cooperación entre los diferentes Estado-miembro, y con las cuestiones diplomáticas de cada Estado. Quizás esto es lo que nos ha dejado la normalización de Qatar, Siria y Yemen, como también de Emiratos Árabes Unidos.

Recordemos que Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí son miembros de las mismas organizaciones y son aliados estrechos en muchos asuntos, pero en la guerra del Yemen apoyaban a facciones opuestas. Y Emiratos no fue excluido en ningún momento de la Liga Árabe; la línea roja era Irán, y se desvaneció. 

Solo dos líderes árabes hace doce años que continúan en el poder, y ambos sufrieron una primavera en su país: Al Asad de Siria y Hamad bin Isa Al Khalifa de Bahréin, quien fue apoyado por los saudíes, porque las protestas eran de la minoría chií principalmente. Se creyó que estaba Irán detrás de la revuelta de Bahréin y que los saudíes y otros estados suníes apoyaban la revuelta en Siria. Pero todo esto forma parte del pasado.

Después de doce años, todos los líderes árabes volverán a estar sentados en la misma mesa, para abordar los asuntos cotidianos que los afectan a todos. Algunos Estados miembros como Egipto han dicho que no es una normalización que Al Asad asista, sino un primer paso para la normalización. Pero Siria acude invitada como un Estado miembro más. 

En conclusión, tendremos que estar atentos a lo que suceda durante esta cumbre, pues es la que acaba con las tensiones internas entre los Estados árabes. Y realmente es la que pone punto final a las Primaveras Árabes, y ahora se abre la puerta a la institucionalización de lo hay. Esto es muy relevante porque significa que viene un periodo de cierta calma tensa, pero al fin y al cabo es un escenario que todos necesitan para empezar a reconstruir sus economías.

Dos años después de la normalización del mundo post-COVID, es cada vez más imprescindible recuperar la normalidad anterior a la pandemia, y en este caso, recuperar la normalidad que quedó atrás hace doce años. 


Guillem Pursals es doctorando en Derecho, máster en Seguridad, especialista en conflictos, seguridad pública y Teoría del Estado. Puede leer aquí sus artículos en www.elindependiente.com