Podemos ha llamado ahora a sus bases, que yo creo que ya ni sabían dónde estaban, como cuando en la casa hace falta de repente el manual de la lavadora. Podemos, un partido que se desintegra (no porque lo digan los tertulianos sino las urnas), un partido en desbandada, apenas cuatro colegas gobernados locamente desde fuera, como desde una cabina de DJ, por un Pablo Iglesias ido y pirulero; Podemos, partido vertical, estalinista, cuartelero, endogámico o incluso imperial, acude ahora a las bases, aunque no para que les digan qué hacer, sino para que les dejen hacer a unos y, casi más importante, no hacer a otros. Ione Belarra se ha aparecido en Twitter como saliendo de un pozo y ha convocado a las bases, ejército de zombis, apenas grupis festivaleros, apenas telespectadores, gente acampada en su dormitorio, enganchada a la pantalla plateada que cantaba Bowie. Les ha lanzado la última pregunta, pregunta escatológica que ni en la hora final es capaz de ir más allá de atar y someter voluntades. Yo creo que no pueden cambiar, que el DJ pincha y los demás bailan, como siempre.

Eso de que la gente que ya está negociando pregunte si puede negociar parece una obviedad o, más bien, una bobada, pero una obviedad o bobada con tanta urgencia y susto, con esa aparición de Belarra como si fueran esos avances informativos que salían antes, casi como si fuera Arias Navarro, yo creo que esconde mucho más. Entre Sumar y Podemos no hay negociación ideológica ni programática, el único obstáculo es el Podemos tóxico que intoxicaría la imagen de Yolanda Díaz, que parece un anuncio de colada limpia y fresca. Pero no es Yolanda la única que piensa que en Podemos hay gafes, lastres y veneno que no se pueden llevar en el nuevo barquito de papel de la izquierda. También hay gente en Podemos que lo cree, y quizá la pregunta escatológica está pensada para ellos.

La lucha no es de Sumar con Podemos, sino de ese Podemos como franquicia pablista, esa franquicia suya como de Radio María

La pregunta tremebunda y tremolante no va tanto de negociar como de que haya una sola negociación, me parece. Ya todos saben que el gran pacto de la vida y la muerte está parado ante esa Irene Montero que parece Miércoles Addams, con el luto y el engreimiento indelebles, con su “sólo sí es sí” como una mano viva / muerta que se arrastra a su lado, y todo su ministerio lleno de frikis y fanáticas con hachón de consolador violáceo en llamas. Pero, en realidad, cuando decimos Montero nos referimos sobre todo a Iglesias, que Montero sólo parece un obstáculo si se la pone junto a Iglesias, el Emérito, cuyo poder no es orgánico sino espiritual. La lucha no es de Sumar con Podemos, sino de ese Podemos como franquicia pablista, esa franquicia suya como de Radio María, contra el Podemos que queda por las provincias, los despertados o los desengañados. Es donde está pescando Yolanda con su barquita de almas, es donde Yolanda les va quitando gente y territorio. Y es lo que había que parar.

La consulta me parece el intento de convertir un sálvese quien pueda en una negociación centralizada cuya decisión acepten hasta los disidentes, los que están hartos de Radio María, los que se han dado cuenta de los errores, la ineptitud, la niñatería y la chulería del pablismo, y prefieren la mamá pata de Yolanda al capataz de plantación que es Iglesias. Lo que le pasa a la franquicia de Iglesias, claro, es que no le importa cómo puede acabar Podemos mientras se mantenga su podcast de ultratumba. Iglesias ya es ese mesías de tablaíllo, telepredicador de blanco con coro de soponcios, que al final vemos que se reduce al merchandising de bendiciones, suscripciones y biblias que huelen a su colonia paleta. Es más, como ya he dicho, si Podemos desaparece, o mejor, se queda con su escañito / arca, aún será más gloriosa la Segunda Venida, anunciada cada día desde los Cielos psicofónicos de Iglesias. Ése es el gran negocio, el fracaso convertido en eterna segunda oportunidad, el siempre aplazado Paraíso o Juicio final de los milenarismos, los fanatismos y los curas de ira y chocolatada.

Las bases de Podemos, que andan por ahí olvidadas por los cajones, con las llaves Allen, los manuales del deuvedé y los folletos de aquellos tiernos círculos locales donde el personal tenía discusiones de mises sobre la paz en el mundo; las bases de Podemos, en fin, estén donde estén, seguramente dirán que sí a la última pregunta, pregunta de vida o muerte, como la del Oráculo, más que nada porque no hay tiempo para otra cosa. Luego, en la Ejecutiva, sin duda también dividida, se dirimirá si gana la franquicia, la supervivencia del negocio de Iglesias, o gana la supervivencia melancólica (la izquierda siempre sobrevive melancólicamente) de lo que hubo de político en aquel proyecto personal y cojonciano de Podemos. Yo, claro, creo que ganará la franquicia, el negocio, el dinero.

Hay soluciones intermedias que ya se han comentado, como subir a Belarra a cambio de borrar a Montero, quemada o directamente maligna. Pero uno diría que ya está todo contaminado o maldito después de que se hayan puesto a parir por las redes y, sobre todo, de que hayamos visto dónde están la unidad y el compromiso de la izquierda verdadera: en negociar el silloncito de la justicia y la revolución como un palco de tricoteuses con paguita. Yo, como digo, creo que no habrá acuerdo, que la franquicia pablista preferirá su escañito / balsa, y hasta la desaparición de Podemos, antes que la rendición de su ortodoxia y la renuncia al negocio eterno de la parusía que nunca llega. Quizá Podemos nunca fue más que esa franquicia de Iglesias, una franquicia pachanguera de discotecas costeras y chundachunda lisérgico. Y el capitalismo, ya saben, siempre gana.