Ursula von der Leyen, en su postulación a un segundo mandato al frente de la Comisión Europea en julio, dijo que la gestión de la migración y la seguridad fronteriza sería un asunto troncal si era elegida de nuevo. Es un asunto lleno de desinformación, que lleva la tensión institucional a los extremos, pero que supone uno de los temas más importantes en política en diferentes Estados como España, Italia, Francia, Grecia o Polonia. Al abordarlo hemos de ser conscientes de varios ángulos. El más relevante es aquel que se refiere al Frontex (Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas), y por lo tanto, a la vinculación de migración y seguridad.
La gran pregunta es en qué punto debemos considerar la migración una amenaza a la seguridad nacional y la seguridad comunitaria. La respuesta nos la ofrece el Departamento de Seguridad Nacional en sus diferentes informes. Se debe considerar la migración como amenaza a la seguridad cuando esté siendo utilizada por una tercera potencia como un arma, cuando provoca un mal funcionamiento de los servicios públicos, de la legitimidad institucional o inestabilidad política. Un ejemplo fue la guerra híbrida que Bielorrusia y Rusia le tienen declarada a Polonia y a la Unión Europea. Su punto álgido, a finales de 2021, dio lugar un profundo debate sobre si Polonia debía abrir o no sus fronteras. Ni Polonia, ni la UE, capitularon, y los migrantes fueron trasladados de nuevo a Irak, Irán y Egipto.
La visita de Pedro Sánchez a Mauritania, Senegal y Gambia no solamente se tiene que leer en clave española, sino también europea. De la misma manera que la que hizo Giorgia Meloni a Libia y Albania, o las comunicaciones y encuentros de Emmanuel Macron con los gobiernos de Argelia y Túnez. En las reuniones entre Mitsotakis y Erdogan también han hablado de las rutas migratorias, y la necesidad de cooperación para regular el flujo de personas que llegan de zonas en conflicto a las puertas de la Unión Europea. Y todos ellos han llegado a las mismas conclusiones y posiciones.
Sostienen que es necesario que la Comisión Europea se tome en serio y destine recursos a la protección de la llamada frontera sur. De la misma manera que Finlandia, Estonia, Letonia y Lituania demandan recursos para vigilar la frontera con Rusia. Y también como Croacia, Austria, Rumanía, Hungría y Bulgaria solicitan recursos para vigilar las fronteras con los países balcánicos que aún no son miembros de la UE.
Es sencillo desmontar la demagogia de la ultraderecha sobre la migración. Primero rechazaban el espacio Schengen porque el país vecino quitaría puestos de trabajo y generaría más inseguridad. Después, con la expansión de este espacio, argumentaban que el país de más allá sería quien lo haría. No pasó nada en un caso, ni en otro. Posteriormente se incrementó el marco a que realmente sería la gente de más allá quien lo haría. En el caso del Brexit era los ciudadanos de la UE quienes quitaban el empleo a los británicos y generaban inseguridad.
La migración se puede utilizar como arma de un tercer país para desestabilizar a su adversario
Pero más allá de esta retórica continua en el tiempo, debemos señalar diferentes aspectos por los cuales es necesario dotar de recursos la seguridad fronteriza, y su vigilancia como tal. No debemos comprender esta vigilancia en términos de custodios de una línea, o de una garita fronteriza.
Se debe entender la seguridad fronteriza desde una visión global, con implicaciones en la política diplomática de los diferentes Estados de la Unión Europea, como también en la política nacional.
Como bien advierte la Unión Europea, y en el caso de España, el Departamento de Seguridad Nacional, la migración se puede utilizar como arma de un tercer país para desestabilizar a un adversario. En este caso, la inestabilidad provocada por Rusia en el Sahel ha generado un flujo migratorio de cantidades ingentes de gente que huye de la guerra que va hacia España y la Unión Europea. Y aquí hemos de evitar caer en malos derroteros demagógicos que no ayudan a entender por qué es necesaria una política fronteriza con recursos, tal como anunció Von der Leyen en julio.
Por un lado, está la situación de personas que huyen de la guerra, o la represión de sus países, hacia un nuevo lugar donde poder vivir en paz. Por otro, quien se aprovecha de la necesidad de esta gente que huye creando tramas de trata de personas y redes delincuenciales a ambos lados de la frontera. Y aquí está la clave de la política comunitaria: debe diferenciar una cosa de la otra, y también se debe destinar los recursos necesarios a ayudar a los refugiados, y perseguir a los mafiosos.
De la misma manera que se debe actuar en los focos de conflicto que provocan estos movimientos de miles de personas. La cuestión de las fronteras seguras no solamente implica la frontera, sino también qué sucede dentro de las mismas con aquellos que colaboran con los de fuera con la trata y situaciones irregulares. Hay que observar qué sucede en la misma frontera, y si hay recursos suficientes para funcionar con normalidad, sin depender de acuerdos con los países extracomunitarios. Y también qué ocurre más allá de la frontera, en las zonas originarias de esta gente que huye por condiciones antidemocráticas, climáticas, guerras o pandemias.
Esto implica pensar en destinar recursos a los poderes judiciales, cuerpos de seguridad, políticas sociales y un último factor importante, la misión exterior de la Unión Europea. Borrell tenía razón con su comentario sobre que la Unión Europea era un jardín, comparado con sus vecinos orientales y sureños.
Debemos ayudar a los terceros países a hacer frente a sus problemas si no pueden valerse por sí solos, o sus problemas acabarán siendo nuestros al cabo de unos años. Ha de entenderse como política fronteriza el desarrollo de las políticas de Defensa comunitarias, no para proteger militarmente las fronteras, sino para actuar militarmente de manera autónoma al resto en aquellos conflictos que nos afecten directamente, como los actuales en el Sahel, o desarrollar una política común en cuanto a aprovisionamiento y renovación de los arsenales militares de los países miembro. La invasión rusa de Ucrania ha demostrado que el rey, si no va desnudo, va poco vestido, en este aspecto.
La seguridad fronteriza no puede seguir estando monopolizada por grupos ultras. El posicionamiento de Sánchez, a pesar de que se le acuse de cambiar la retórica, es complementario decir que se precisan 250.000 migrantes, y al mismo tiempo que estos tienen que venir a través de los canales regulatorios establecidos. Es complementario decir que se quieren fronteras abiertas, y al mismo tiempo que se vigile la frontera con más recursos. A través de la frontera no solamente pasa gente que lo necesite para hacer sus quehaceres, también se utiliza la frontera para la trata, rutas de drogas y armas de grupos criminales transorganizados, entre otras cosas.
Así pues, deben ser conscientes aquellos que huyen del debate que no podrán hacerlo durante mucho tiempo. Si la Comisión Europea habla que se tendrán que tomar medidas al respecto, es que pronto el Parlamento Europeo establecerá nuevos marcos migratorios poco después. Y el debate estará en la palestra política, con sus defensores y detractores, pero estará. Es un tema que da y quita votos, así que será intenso.
Como dijo Rubert de Ventós, en una entrevista a El Temps, quien mañana domingo cumpliría años, un parlamento es un concentrado acelerado de intereses, pasiones e identidades. Así que veremos cómo se afronta tal complejo debate cuando toque discutirlo seriamente, más allá de los gestos estériles que ha habido hasta ahora.
Guillem Pursals es doctorando en Derecho (UAB), máster en Seguridad (UNED), y politólogo (UPF). Especialista en conflictos, seguridad pública y Teoría del Estado. Aquí puede leer todas sus columnas.
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