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30 cosas que no sabías de Victoria Eugenia, la reina que acabó en el exilio

Imagen de la reina Victoria Eugenia

Carmen Vivas

Pasaban las once de la noche del 15 de abril de 1969 cuando la reina Victoria Eugenia de Battenberg moría en su casa de Vieille Fontaine, en Lausana. Llevaba en el exilio desde el año 1931, cuando se proclamó la Segunda República y su marido y ella tuvieron que salir rápidamente del país rumbo a Francia. Tan sólo había vuelto a poner los pies en España un año antes de morir, en 1967, cuando vino a Madrid por el bautizo de su bisnieto, el entonces infante Felipe, hoy rey de España.

Por aquel entonces el jefe del Estado era Franco y se dice que, durante el bautizo, la Reina y el caudillo se reunieron a solas en un saloncito que había en la Zarzuela. “Bien, general”, se supone que dijo ella. “Ahora ya tiene aquí a los tres, el padre, el hijo y el nieto. Elija”. Se refería, por supuesto, a don Juan de Borbón, su hijo Juan Carlos y su nieto, Felipe. Y con el verbo elegir se sobreentendía “sucesor”.

Victoria Eugenia quería forzar de algún modo que Franco nombrase su sucesor a título de rey. Según desveló Cayetana de Alba, ahijada de Victoria Eugenia, la Reina le explicó poco después que “Franco me ha asegurado que va a ser el príncipe”. Es decir, Juan Carlos. Y así fue. Os contamos aquí unas cuantas anécdotas más de su azarosa vida.

Su madre era la hija favorita de la reina Victoria de Inglaterra

Victoria Eugenia Julia Ena de Battenberg nació en 1887. Su madre era la princesa Beatriz del Reino Unido, la hija menor de la reina Victoria y su favorita. La reina Victoria tuvo nueve hijos. La primera se llamó Victoria por su madre, aunque para la familia siempre sería Vicky. Luego vino el ansiado heredero, Albert, conocido en privado como Bertie.

Después nacieron siete hijos más, prácticamente un nuevo bebé cada año y medio: Alice, Alfred, Helena, Louis, Arthur, Leopold y Beatrice. Cuando la benjamina, Beatrice, nació el 14 de abril de 1857, Vicky estaba a punto de casarse. Beatrice se llamaba en realidad Beatrice Mary Victoria Feodore, pero desde su nacimiento la llamaron siempre Baby.

La reina Victoria no quería que su hija Beatriz se casara

Cuando Beatriz creció y anunció que quería casarse con el príncipe Enrique de Battenberg, Liko para la familia, la reina Victoria se puso furiosa. Según la tradición del momento, una de las hijas se debía quedar soltera para hacer compañía a su madre en su vejez, y Victoria había decidido que fuese Baby. Por ello, aunque al final aceptó a regañadientes el compromiso, decretó que la pareja siempre viviría con ella, por lo que tras una discreta boda en la parroquia de Whippingham, en la isla de Wight, el nuevo matrimonio tuvo que instalarse en palacio con la reina Victoria.

Victoria Eugenia fue el primer miembro de la familia real británica en nacer en Escocia desde el año 1600

Beatriz y Liko tuvieron enseguida descendencia. Primero vino al mundo Alexander, conocido como Drino. Luego, el 24 de octubre de 1887, nació Victoria Eugenia Julia Ena. Leopoldo nació en 1889 y Mauricio, en 1891.

Victoria Eugenia nació en el castillo escocés de Balmoral, la residencia de verano de su abuela. De hecho, fue el primer miembro de la familia real británica en nacer en Escocia desde Carlos I, el cual nació allí en 1600. Para celebrar semejante hito histórico, a la pequeña se le puso un nombre gaélico, Ena, con el que siempre sería conocida por su familia y también en Inglaterra.

Lo de Eugenia viene por Eugenia de Montijo

Victoria Eugenia fue llamada así por su abuela, la reina Victoria, y por la emperatriz Eugenia de Montijo, la cual fue su madrina de bautismo. Por aquel entonces, la granadina Eugenia de Guzmán y Palafox de Portocarrero Kikpatrik, más conocida como Eugenia de Montijo, ya era viuda del emperador de Francia Napoleón III y vivía exiliada en Inglaterra, en el castillo de Chislehurst, desde el año 1870. La reina Victoria y ella eran muy amigas. Eugenia también recibió el nombre de Julia como homenaje a su abuela materna, la condesa polaca Julia von Hauke.

Llamaba a su abuela Gangan

A pesar de que como madre fue distante y que para el resto de sus nietos la reina Victoria resultó algo fría, con los pequeños Battenberg siempre se mostró cercana, incluso divertida. Los niños la llamaban Gangan y la monarca permitió que jugaran dentro de los palacios, incluso pasaba por alto que se escuchasen sus gritos por los pasillos, algo que la hubiese horrorizado unas décadas antes. Pero ahora disfrutaba con aquel inocente bullicio, hasta el punto que escribió en su diario “los pequeños Drino y Ena son deliciosos y tan divertidos”.

Gangan le impuso una gran disciplina

A pesar de que les permitió ciertas libertades, la Reina también exigió a sus nietos que fueran educados con los modales adecuados e impuso una férrea disciplina. La propia Ena recordaría años más tarde que su abuela “era muy buena pero muy estricta, con ideas anticuadas sobre cómo los niños debían ser criados; sobre todo insistía en que los chiquillos fuesen vistos y no oídos”. También ordenaba que sus nietos fueran muy conscientes de su posición real y que se comportaran como tal. Una vez, cuando era pequeña, Ena dijo “Creo que es hora de que me vaya a dormir” y su abuela le corrigió: “Jovencita, una princesa debe decir: “Creo que es hora de retirarme””.

Estuvo a punto de morir de pequeña

Ena creció rodeada de animales, sobre todo de perros y ponies. Sin embargo, su entusiasmo le acarreó algún que otro susto. En 1894, cuando tenía seis años, Ena se cayó de su poni en Osborne House y se golpeó la cabeza en el suelo, lo que le ocasionó una peligrosa hemorragia que la mantuvo varios días en la cama. La reina Victoria se mostró muy afligida: “Quiero a estos encantadores niños como si fuera su propia madre”, anotó en su diario.

Conoció a Alfonso XIII en Londres

Victoria Eugenia conoció a quien sería su marido, el rey de España Alfonso XIII, en un baile de gala en el palacio de Buckingham. Alfonso había partido de viaje por varios países europeos y a nadie se le escapaba que uno de los objetivos era buscar una esposa. Por ello, el ABC organizó un concurso entre sus subscriptores para saber qué princesas extranjeras gozaban de más popularidad entre el pueblo. La ganadora fue, casualmente, Victoria Eugenia de Battenberg.

Pero Alfonso XIII estaba en Londres para conocer a Patricia de Connaught

A diferencia de los lectores del ABC, en un principio al rey Alfonso XIII le interesaba más Patricia de Connaught, bastante mejor partido que Ena. Sin embargo, ésta acabó por rechazarlo y entonces el Rey se fijó en Victoria Eugenia. Durante el baile en palacio, Alfonso XIII le preguntó si coleccionaba postales. Ella le dijo que sí (entonces todas las jovencitas de buena alcurnia lo hacían) y él le comentó que le enviaría una a diario. Y así fue: Ena y Alfonso XIII comenzaron una relación epistolar durante varios meses.

Su compromiso se anunció en San Sebastián

Al cabo de un tiempo, los jóvenes volvieron a verse en la villa Mouriscot, en Biarritz. Allí quedó claro que el rey la amaba profundamente y, por ello, al cabo de unos días se trasladaron, junto con sus respectivas madres, al palacio de Miramar de San Sebastián, donde se anunció oficialmente el compromiso.

Victoria Eugenia tuvo que convertirse en católica

También fue en San Sebastián donde la novia tuvo que abjurar de su fe anglicana y abrazar el catolicismo. Por lo que se sabe, la ceremonia fue bastante desagradable para la princesa inglesa.

Su prometido le regaló una tiara fabulosa por su boda

Es la famosa tiara Flor de Lis, la más fastuosa del joyero real y que ahora disfruta Letizia, aunque sólo se la pone en contadas ocasiones. Creada por la joyería Ansorena, incluía 450 diamantes y diez perlas montadas en una estructura de platino. La propia Victoria Eugenia mandaría “arreglarla” años más tarde para “que se viera aún más espectacular”. En concreto, se la envió a Cartier para que le pusiera más diamantes en la parte central.

Todo Madrid se engalanó para la boda

En especial el edificio de la Equitativa, en la calle Sevilla, que estaba adornado con luces de colores que formaban columnas y arcos y unos letreros luminosos que daban la bienvenida en inglés a aquella princesa extranjera que ese día se iba a convertir en reina de España. También estaba muy engalanada la calle Mayor: había arcos con guirnaldas y más de tres mil farolillos que trepaban por columnas y formaban las letras A y V, la A por Alfonso y V por Victoria Eugenia.

La novia llegó muy tarde a la boda

La boda se celebró en el madrileño templo de San Jerónimo, el 31 de marzo de 1906. Él tenía 20 años y ella, dieciocho. La novia llegó muy tarde a la iglesia: le habían indicado que debía vestirse en el Ministerio de la Marina y esperar al primer ministro, Segismundo Moret. Pero éste se retrasó bastante y la novia no pudo salir hasta bastante depués de cuando estaba previsto.

Su vestido de novias lo cosió Julia de Herce

Julia de Herce regentaba uno de los mejores talleres de modas de Madrid y atendía a algunas de las mujeres de más alta alcurnia de la capital. Por ello, y porque habían trabajado en el pasado algunas veces para la reina madre, la reina María Cristina de Habsburgo, se la escogió para hacer el traje de novia de la princesa inglesa. Se necesitaron cuarenta oficialas para tenerlo a tiempo y se usaron encajes traídos de Inglaterra. El velo que usó había pertenecido a su suegra y tenía bordados flores de lis y el águila imperial, símbolo de la familia imperial austríaca.

Sufrió un atentado el día de su boda

Después de la boda, la pareja se subió a una carroza y se dirigió hacia el palacio de Oriente. Cuando pasaban por la Calle Mayor a la altura de San Nicolás, se vio caer un pesado ramo de flores desde el balcón de un hostal contiguo. Cayó entre los caballos que tiraban la carroza. Al chocar contra el suelo, se oyó una tremenda detonación. Una espesa humareda cubrió el centro de la gran avenida, mientras los gritos de pánico se oían por toda la ciudad. Milagrosamente, los reyes salieron ilesos.

El terrorista era Mateo Morral

Había nacido en Sabadell en 1880 y era hijo de un empresario textil, Martin Morral, que le había proporcionado una esmerada educación. A los dieciséis años ya dominaba el inglés y el francés, y luego fue enviado a estudiar a Francia y después a Leipzig, donde aprendió alemán y se especializó en ingeniería mecánica. Pero a la vuelta quedó claro enseguida que aquel chico callado, tímido y aplicado había cambiado. Básicamente, porque comenzó a dar mítines en la fábrica de su padre donde, en voz en grito, arengaba a los atónitos obreros a declararse en huelga.

Puso de moda los pasteles de boda

La boda de Victoria Eugenia y Alfonso XIII fue la primera de España en que se sirvió un wedding cake, es decir, un pastel de boda, una tradición inglesa que aquí no se había visto nunca. Tanta expectación despertó aquella innovación que incluso los periódicos le dedicaron crónicas especiales. El corresponsal del ABC en Londres explicó que “acaba de terminarse, y sale para Madrid, el wedding cake. Será el primer wedding cake que se haya visto en España”. Y luego se especificaban los detalles de aquella novedad culinaria. Estaba hecho con bizcocho, pasas de corinto, crema glasé y chantilly. “Tiene seis pies de altura, pesa 300 quilos y mide 46 pulgadas de diámetro en su base”, se decía. También se explicaba cómo iba a cortarse: “Sobre el plato de plata macizo en que se servirá el monumental pastel se colocará un cuchillo con hoja de oro y mango de plata de dos pies de longitud. El día de la boda la princesa Victoria clavará solemnemente el cuchillo en el pastel”.

El menú de la boda fue intenso

Dado el ataque terrorista que acababan de sufrir, se decidió que el baile previsto quedaba cancelado, pero no así la cena con los invitados aquella misma noche. Se sirvió un consomé Nilson y huevos Perigueux, seguido de un lenguado a la Colbert y, después, unas costillas de ternera al jerez con espárragos y salsa Valois y capón de Pau asado con ensalada de lechuga.

Victoria Eugenia puso de moda el té a las cinco

La nueva Reina de España suavizó las costumbres de la corte española, hasta entonces acostumbrada a las rigurosas normas que había establecido la reina madre María Cristina de Habsburgo. También introdujo cambios en palacio: ordenó mejorar la calefacción central e instaló un cinematógrafo en la sala de columnas para poder proyectas películas por las noches. Sus gustos personales también hicieron furor: la nueva Reina tomaba el té, hacia deporte y también fumaba, algo que en España fue todo un escándalo.

Tuvo varios hijos hemofílicos

Victoria Eugenia y Alfonso XIII tuvieron seis hijos: Alfonso, Jaime, Beatriz, Cristina, Juan y Gonzalo. El primogénito y Gonzalo nacieron con hemofilia, una enfermedad que entonces se conocía como “el mal alemán” y que transmitían las mujeres pero padecían los hombres. El infante don Jaime no la padeció, pero sí sufrió una sordomudez desde muy pequeño como resultado de una mastoiditis mal operada.

Aunque muchas veces se ha dicho que Alfonso XIII sabía de antemano que su mujer podía ser portadora de la enfermedad, la verdad es que no parece muy probable, puesto que el matrimonio quedó seriamente dañado tras el descubrimiento de la enfermedad del príncipe de Asturias. El distanciamiento fue cada vez mayor entre ellos y él tuvo muchas amantes (y no fue precisamente discreto). Después de la Primera Guerra Mundial, ya estaban prácticamente separados, y una vez partieron al exilio, cada uno optó por vivir en países distintos.

Le encantaba Santander

Desde 1921, los Reyes comenzaron a pasar sus veranos en el palacio de la Magdalena, en Santander, un lugar que a la reina Victoria Eugenia le encantaba porque le recordaba a Inglaterra. En Santander, además, podía practicar muchos deporte: jugaba al golf y al tenis, montaba a caballo y salía a navegar.

Hizo mucho por la enfermería en España

La reina Victoria Eugenia desarrolló una muy importante labor asistencial, sobre todo en el campo de la enfermería. Ella fue clave para la conformación de una carrera profesional de enfermería y se entregó en cuerpo y alma a la instrucción de mujeres. Entre otros éxitos importantes, destaca la reorganización de la Cruz Roja Española, la creación de la Escuela de Enfermeras, la mejora de la Liga Antituberculosa y la formación de las denominadas Damas Auxiliares de Sanidad Militar, las cuales tendrían un papel muy activo en la atención a los heridos en la guerra de Marruecos. También colaboró en la oficina de información y ayuda a las poblaciones afectadas por la Primera Guerra Mundial que se organizó en el Palacio de Oriente.

A Victoria Eugenia siempre le quedó clavada la espinita de que los españoles no la querían, a pesar de que siempre intentó hacer obras de caridad y nunca se metió en política. Pero la monarquía vivía horas bajas (su marido cometió bastantes fallos) y ella fue una de las primeras en intuir que la República era inminente.

Primero se exilió en París

Victoria Eugenia abandonó España un día después que su marido. Casi de madrugada salió en coche del palacio con sus hijos. Tomó un tren en la estación de El Escorial, fue hasta Irún y, de ahí, a París, donde se reunió con Alfonso XIII.

Luego estuvo en Londres y finalmente se instaló en Lausana

Tras pasar una temporada en París, el rey Alfonso XIII partió a Roma y ella se fue a Londres. El contacto con su familia fue mínimo durante muchos años y no fue a la boda de Jaime, Beatriz o Juan. Tampoco vio apenas a su marido, el cual murió en febrero de 1941. Tras la Segunda Guerra Mundial, se instaló definitivamente en Lausana, en Suiza.

En su casa del exilio siempre se servía gazpacho o tortilla de patatas

Para dejar claro que era la Reina de España aunque viviera en el exilio, siempre se servía una copa de jerez de aperitivo y muchas veces el menú incluía gazpacho o tortilla de patatas.

Para salir adelante, tuvo que vender bastantes joyas

Y también para ayudar a sufragar parte de los gastos de la boda de su nieto, Juan Carlos, con Sofía. En concreto, se cree que la reina Victoria se deshizo de un fabuloso collar de esmeraldas y que éstas acabaron en manos de Farah Diba, la tercera esposa del Shah de Persia.

No regresó a España hasta 1968

Fue para el bautizo de su bisnieto, el entonces infante Felipe y hoy rey. Ella creía que nadie se acordaría de ella en España, pero al pisar el aeropuerto se llevó una gran sorpresa: centenares de personas se habían agolpado para darle la bienvenida.

Mientras estuvo en Madrid, la reina Victoria Eugenia se hospedó el palacio de Liria, propiedad de su ahijada, Cayetana de Alba. Aunque no estaba previsto, se organizó un besamanos en uno de los salones de palacio y pudo entrar quien quiso. Aparecieron unas 20.000 personas, entre ellas Pastora Imperio. En principio, muchos habían desaconsejado que se organizara semejante evento, porque temían que apareciera la Falange a reventar el acto, pero Cayetana de Alba se mantuvo firme: “Aunque me destrocen el palacio, el besamanos se celebra”.

Sus restos mortales fueron trasladados a España años después de su muerte

Tras morir en Lausana en 1969, fue enterrada en Suiza. No fue hasta 1985 que sus restos mortales fueron repatriados a España. Está enterrada en El Escorial.

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