"El olvido está tan lleno de memoria / que a veces no caben las remembranzas / y hay que tirar rencores por la borda / en el fondo el olvido es un gran simulacro / nadie sabe ni puede / aunque quiera /olvidar". Mario Benedetti.

El olvido que somos en España tiene nombres y apellidos, los nombres y apellidos de las víctimas de las guerras del siglo XX, la contienda civil en España y la Segunda Guerra Mundial. En Berlín la exposición Rotspanier, concebida por los historiadores Antonio Muñoz Sánchez y Peter Gaida, rinde homenaje a los más de 40.000 españoles exiliados, que fueron esclavos de los nazis. La muestra, inaugurada en el verano pasado, puede visitarse hasta enero de 2022 en el Dokumentationszentrum NS-Zwangsarbeit. Aún no hay fechas cerradas en España. De Berlín irá a Bremen en enero y febrero y después está previsto que se traslade a Brest, en Francia.

En el invierno de 1939 casi medio millón de soldados republicanos, mujeres, algunas habían sido combatientes, y niños cruzan a Francia por los Pirineos. Francia no los recibe con los brazos abiertos sino que los interna en campos de refugiados en las playas de Barcarès, Saint-Cyprien y Argèles-sur-Mer. Unos 15.000 murieron de inanición, frío y falta de condiciones higiénicas.

"En Saint-Cyprien morían los que tenían más de 50 años, pues no podían aguantar las calamidades, el frío... Cada día enterrábamos una pila de ellos", cuenta Carlos Hernández de Miguel en Los últimos españoles de Mauthausen, según consta en el catálogo de la exposición.

Meses más tarde el gobierno francés concentra a los Rotspanier (españoles rojos) en campos de internamiento. Los principales estaban en Rivesaltes, Agde, Gurs y Barcarès. Francia los obliga a participar en la defensa del país al empezar la Segunda Guerra Mundial, bien como voluntarios o en los servicios de trabajo obligatorio. principios de 1940 quedan en Francia 140.000 Rotspanier. Así pasan 90.000 españoles a participar de forma forzada en la economía de guerra francesa: parte en unidades de trabajo militarizadas y otros en empresas de todos los sectores de producción.

En la primavera de 1940 los nazis ocupan Francia y en agosto realizan la primera deportación de civiles de Europa occidental: en ese grupo hay 927 españoles que acaban en el campo de Mauthausen, en Austria. Hubo más deportaciones de españoles a campos de concentración hasta el final de la guerra: en total, fueron 9.328, de ellos 7.532 estuvieron en Mauthausen. Según el Memorial de los españoles deportados a campos nazis (1940-1945), de Benito Bermejo y Sancha Checa, del total de 9.328 deportados, 5.185 españoles murieron y 334 desaparecieron.

Con el mariscal Pétain en el poder, al servicio de III Reich, los Rotspanier están en su punto de mira. Los recluyen en campos de internamiento en Francia. De ahí unos son deportados a campos de concentración y otros son obligados a trabajar como esclavos para los nazis. Son los llamados trabajadores forzados o Zwangsarbeiter, en alemán.

Como si fueran animales

Uno de ellos fue Carlos Ruiz García, procedente de Súria, en la provincia de Barcelona. Con 17 años se había enrolado en las filas republicanas en febrero de 1936 y cruzó la frontera con Francia cuando vio que la derrota estaba cerca. "El gobierno de Francia les trató como enemigos, incluso peor, como animales. Los enviaron a campos como el de Argèles, donde estuvo mi padre. Allí las familias francesas iban los domingos a tirarles pan a los presos. Como si fuera un zoo", cuenta desde Burdeos José Ruiz Sánchez, recién jubilado como periodista de la emisora local.

Estaban a pie de obra a las seis de la mañana y seguían en el frío, el barro, con un ruido ensordecedor, hasta la seis de la tarde. Así, día tras día... Los trataban como si fueran esclavos"

josé ruiz sánchez, hijo de carlos ruiz, trabajador forzado español

"Después del campo, a mi padre lo obligaron a trabajar en el Muro Atlántico. Los levantaban a las tres de la madrugada para que estuvieran ya a pie de obra a las seis y seguían en el frío, el barro, con un ruido ensordecedor, sin parar hasta las seis de la tarde. Así, día tras día. Los alemanes querían terminar la obra rápido porque el tiempo en la guerra apremiaba. Mi padre tenía entonces 22 años. Los trataban como si fueran esclavos", relata José Ruiz Sánchez.

Los franceses del régimen de Vichy los entregaron a la Organización Todt, que se creó en 1938 para construir autopistas y fortificaciones para el III Reich. Estuvo a cargo del ingeniero Fritz Todt primero y después le reemplazó el conocido arquitecto de Hitler, Albert Speer. A principios de 1944 tenía a su servicio un millón y medio de trabajadores, muchos de ellos forzados y procedentes de campos de concentración.

Construyeron bases submarinas, fortificaciones, búnkers, rampas de lanzamiento de misiles en la Francia ocupada. Fernando Hernández, republicano español, estuvo en la base de submarinos de Burdeos. "El mismo día que llegamos empezamos a trabajar. De siete de la tarde a siete de la mañana sin un descanso y nada que llevarnos a la boca... Teníamos miedo de volver al campo porque cuando los hombres de las SS se llevaban a algún prisionero ya no lo veíamos más".

Una de las obras megalómanas que quiso poner en marcha Hitler con estos trabajadores forzados fue el llamado Muro Atlántico. Ordenó transformar las desembocaduras de los ríos en zonas defensivas y puso al mando de la operación al mariscal Erwin Rommel. El Muro Atlántico se construyó en las costas de Francia y en las islas del Canal, Bélgica, Países Bajos, Dinamarca, Noruega. Había más de 8.000 búnkers, pero el Muro Atlántico no sirvió para contener a los aliados.

Las condiciones más extremas las sufrieron los destinados a las Islas del Canal, único territorio británico bajo ocupación nazi. Hitler quiso construir allí una fortaleza inaccesible. Unos 4.000 españoles acabaron allí. Apenas comían, sufrían duros castigos, incluso ejecuciones. En Los esclavos de Hitler Marti Crespo relata: "Entre las rocas y algas había esqueletos por todos lados... pude ver los cuerpos reventados moviéndose con la marea en una fantástica danza macabra".

El padre de Gary Font, Francisco Font, estuvo en las islas del Canal. "Nunca hablaba a menos que le preguntaran y si lo hacía, respondía brevemente. Nunca quiso contarme lo que sufrió allí. Yo tenía 17 años cuando él murió", relataba Gary al Jersey Evening Post en 2015. Gary Font es el promotor del Memorial en recuerdo de los esclavos del nazismo, muchos de ellos de Europa del Este. Gary mantiene la memoria de su padre viva para que sus hijos, Liam y Pascal, sepan qué sucedió en la Segunda Guerra Mundial.

Los trabajadores forzados están en el olvido, como tantas cosas de la guerra... Algunos hijos de esos republicanos hemos querido que esa memoria se mantenga y se transmita"

josé ruiz sánchez, hijo de trabajador forzado del nazismo

A José le duele que en España la historia de su padre, que ha recopilado en un libro, Lettre a un ami, y la de otros miles de trabajadores forzados como él sea ignorada. "Está en el olvido como tantas cosas de la guerra civil. Lo escondemos debajo de la alfombra. Algunos hijos de esos republicanos hemos querido que esa memoria se mantenga y se transmita. En 2006 se cumplían 70 años de la guerra en España. Por primera vez las autoridades regionales decidieron rendir un homenaje a los españoles republicanos que encontraron refugio en Aquitania y habían trabajado en el Muro Atlántico", explica el hijo de Carlos Ruiz, quien murió en 2006.

En Francia se quedó al terminar la guerra y trabajó como ajustador y montador de coches y motos. No volvió a ver a su padre. A su madre, sí pero cuando regresó a España en los sesenta se sintió como un apestado.

Céline Alcazar, cineasta y escritora, nieta de un trabajador forzado español, Antonio Fernández Cano, quiso indagar en todo lo que su abuelo, procedente de Madrid, no le había contado en vida. En el documental Petit rue de Saintonge, de 1996, Manuel Alama, compañero de su abuelo en la base submarina de Burdeos, y Carlos Ruiz García, que estuvo en el Muro Atlántico, relatan sus desventuras como esclavos del nazismo.

Céline Alcazar también es autora de La Moto d'Eros, édiciones Tirésias, sobre esa búsqueda personal que inició con el documental. "Es un intento de no perder esas raíces", señala Alcazar.

Los españoles sí consiguieron antes que otros trabajadores forzados una compensación del gobierno alemán. Miles de los que habían sido obligados a construir el Muro Atlántico reclaman una indemnización como perseguidos políticos a partir de 1956. En primera instancia, rechazaron su solicitud con el argumento de que habían sido voluntarios.

Sin embargo, los exiliados españoles demostraron ante el Tribunal Superior de Colonia que los Rotspanier eran represaliados por su ideología política. Falló finalmente a su favor décadas antes que Alemania creara un fondo para indemnizar a los trabajadores forzados del nazismo, en 2000. La mayoría eran de Europa del Este.

Berlín, capital europea de la memoria democrática

En Berlín acaba de celebrarse en el Instituto Cervantes un congreso sobre los Zwangsarbeiter, bajo el título Rotspanier (Españoles rojos). Trabajadores forzados en la Europa de Hitler. El congreso se enmarca en las acciones del proyecto europeo Rotspanier, que pertenece a la Universitat Rovira i Virgili de Tarragona, "destinado a recuperar la memoria histórica y fomentar la reflexión sobre los logros de una Europa en paz, unida en su diversidad y debatir sobre las amenazas presentes y futuras del totalitarismo y la xenofobia". Han contado con el apoyo del Cervantes y de la embajada de España.

En este congreso han participado los investigadores Antonio Muñoz Sánchez y Peter Gaidar, los dos artífices de la exposición Rotspanier, en el Dokumentationszentrum NS-Zwangsarbeit de Berlín. La asociación de exiliados republicanos Ay Carmela, de Burdeos, también es impulsora de la exhibición.

"Sabemos poco sobre estos miles de españoles que fueron trabajadores forzados. Nos falta conocer más su historia. Ni siquiera sabemos exactamente cuántos son. Calculamos unos 40.000, pero no hay censo del exilio ni de trabajadores de la Todt. Sabemos mucho de los deportados a Mauthausen pero no de los que quedaron en Francia para trabajar para los nazis y el régimen de Vichy", afirma Antonio Muñoz Sánchez, investigador del Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de Lisboa.  

Peter Gaidar y Antonio Muñoz Sánchez concibieron la muestra cuando se cumplieron los 80 años del exilio, en 2019. En la primavera de 2019 se presentó en Burdeos y allí tuvo éxito. "No formaba parte de la memoria colectiva francesa. Es una vergüenza para los franceses esa parte de su historia. La vergüenza de la colaboración. Habían desaparecido de la memoria colectiva francesa porque el gobierno francés había colaborado con los nazis y les había entregado a estos exiliados. Algo similar ocurrió en Noruega", señala Muñoz Sánchez.

En España copiamos la memoria francesa de las víctimas y héroes de la Segunda Guerra Mundial... en Francia los trabajadores forzados siempre han sido un símbolo vergonzante de la colaboración con el nazismo"

antonio muñoz sánchez, cocurator de la exposición 'rotspanier'

"Es un ámbito del exilio. En España copiamos la memoria francesa de las víctimas y héroes de la Segunda Guerra Mundial: deportados y resistentes. Quedan fuera los trabajadores forzados españoles porque en Francia el Muro Atlántico siempre ha sido un símbolo vergonzante de la colaboración con el nazismo", comenta el investigador.

Muñoz Sánchez se encontró con los trabajadores forzados casi por casualidad porque su especialidad no es la guerra civil. Accedió a los archivos de supervivientes que habían sido indemnizados y allí encontró los testimonios de estos españoles que reclamaban al gobierno alemán ser reconocidos como trabajadores forzados. Y se dio cuenta de la relevancia del hallazgo.

"Ahora estamos descubriendo la memoria de estos trabajadores forzados. Son otros exiliados españoles que están en el limbo. Es un fenómeno complicado. No estuvieron toda la guerra, no se les trataba igual en unos sitios que en otros... En las islas del Canal las condiciones eran terribles: jornadas extenuantes, castigos, incluso ejecuciones. En la base submarina de Burdeos no era tan extremo", añade el historiador, que confía en que la exposición pueda verse pronto en España.

Para Cristina Sapiña, profesora de Historia en Valencia, recién jubilada, sería deseable que la muestra se exhibiera en nuestro país. Acaba de verla en la capital alemana. "Es imprescindible. En un mes en Berlín he visto dos exposiciones magníficas. Una de ellas, en el Cervantes, sobre las fosas de Paterna y esta sobre los trabajadores forzados. Solo eché en falta la presencia de mujeres. No veo en España esta dedicación a la memoria. Nos llevan 40 años de adelanto de recuperar la memoria histórica".