Tener el pelo canoso, cortarlo o incluso mostrarlo puede llegar a ser un arma política. Este mismo acto desencadenó manifestaciones masivas en todo el mundo. Algunas mujeres se cortaron el cabello en muestra de solidaridad con las mujeres iraníes y la joven de origen kurdo Mahsa Amini, que fue detenida por la policía de la moral el 13 de septiembre en Teherán por infringir supuestamente la estricta ley que obliga a las mujeres a cubrirse el pelo con un hiyab (pañuelo islámico).

Ya no solo mostrarlo, el corte de pelo al cero también tiene forma de arma política. Tras la liberación, cerca de 20.000 mujeres consideradas colaboracionistas con los alemanes fueron rapadas en Francia. Tras la Guerra Civil, en muchos pueblos y ciudades españolas también se rapó el pelo a muchas mujeres.

Desde los afros naturales de activistas por los derechos de las personas de raza negra a las crestas punk, las melenas hippies o los rapados. El cabello se ha convertido, sin duda, en una forma de expresión política. Sin ir más lejos, en 2014, la diseñadora Vivienne Westwood se rapó la cabeza para poner el foco sobre el cambio climático. El pelo largo de los hippies de los setenta también reflejaba rebelión y protesta. Como cuenta la historiadora del cabello Rachael Gibson, en los años setenta durante la guerra de Vietnam, la gente joven se dejaba crecer el cabello como desafío ante los estilos repeinados de sus padres, y como una forma de desligarse de la guerra, donde los cortes que la protagonizaban eran elegantes y militares.

El cabello de Frida Kahlo

Si algo tenía en abundancia Frida Kahlo era pelo. La artista ha pasado a la historia por sus características cejas y el bigote que lucía con orgullo. En el Autorretrato con pelo corto (1940) de Frida Kahlo, el cabello está por todas partes mientras Frida sujeta una trenza y las tijeras.

En el Autorretrato con pelo corto (1940) de Frida Kahlo
En el Autorretrato con pelo corto (1940) de Frida Kahlo

En la parte de arriba del autorretrato, aparece la partitura y la letra de una canción popular mexicana: «Mira, que si te quise fue por el pelo. Ahora que estás pelona, ya no te quiero».

Las mujeres barbudas en el arte

El vello en los cuerpos femeninos siempre ha tenido un tratamiento diferente al masculino. La mujer barbuda, por ejemplo, es y ha sido un cliché, una figura básica de las barracas de feria y circos. Se veían como un misterio y han sido objeto de leyendas, curiosidad o ridículo. Como se ha podido ver a lo largo de la historia, mientras la abundancia de cabello y vello corporal indicaba masculinidad en los hombres, en las mujeres el hirsutismo se asociaba con una peligrosa voluptuosidad.

A la mujer barbuda se le atribuía ser un monstruo o una mala mujer, y los artistas no dudaron en mostrarlo en sus obras. Pero a partir del siglo XVI se comenzaron a realizar representaciones de mujeres barbudas con unas connotaciones diferentes. Es el caso de la Brígida del Río, la barbuda de Peñaranda, retratada por Sánchez Cotán en 1590, o Magdalena Ventura, pintada en 1631 en Nápoles por José de Ribera.

Brígida del Río, la barbuda de Peñaranda (1590),  Juan Sánchez Cotán
Brígida del Río, la barbuda de Peñaranda (1590), Juan Sánchez Cotán

En ninguna de las obras muestran una imagen crítica hacia la mujer. De hecho, las pintan de manera digna. En el caso de Brígida, el pintor la representó con las manos recogidas en su regazo con una mirada bondadosa.

JOSÉ DE RIBERA. Magdalena Ventura (1631). Museo Nazionale di Capodimonte, Nápoles
Magdalena Ventura (1631), José de Ribera

José de Ribera representa a la mujer barbuda con un vestido dando el pecho a su hijo y con su marido. Gracias a la descripción en latín que aparece en las lápidas en un lateral del cuadro, se conocen muchos datos acerca de la obra. La inscripción se titula El gran milagro de la naturaleza y describe cómo la napolitana Magdalena Ventura, de la ciudad de Accumoli, está retratada a la edad de 52 años. En su obra muestra el dolor contenido de una mujer que, debido al hirsutismo, le creció la barba a sus 37 años, tras haber concebido tres hijos con su marido, Felici de Amici, retratado a su lado. Además, el pintor también muestra la desolación de su marido, que parece querer confundirse con el fondo.