Más de un clic motivado por la curiosidad habrá llevado al lector hasta aquí, y es que resulta algo complicado relacionar a Joaquín, al ex Génesis y a ese medio que pronto cumplirá 100 años. La explicación es sencilla: este fin de semana celebran sus correspondientes efemérides. Empezaré por la que no es un cumpleaños.

Teatro Mira de Pozuelo, 30 de octubre de 2008. Locutores de Cadena Ser, Cadena Cope, Onda Cero, Punto Radio (que entonces existía), Radio Intereconomía y Onda Madrid, bajo los auspicios de personal de Radio Nacional de España, nos enzarzamos en una odisea de ficción sonora recreando, ahí es nada, la Guerra de los Mundos de Orson Welles. No hemos vuelto a juntarnos para nada. Lo bonito de esa representación, es que se hizo, como en la radio de los años 30, en riguroso directo y con orquesta. 

Bien es cierto que si existe una prueba única de demostración absoluta de músculo radiofónico, ocurrió en 1938. Aquella noche, en la que todo Manhattan creyó que realmente los extraterrestres habían invadido la Tierra, el audio demostró su enorme poder. Eso, de cara a los medios, porque los científicos que estudian el tema saben que es nuestro primer sentido. Escuchar la voz de nuestra madre provoca reacciones cuando somos apenas un montón de células vivas en su vientre. Por algo es.

La Academia de la Radio pretendía, usando el referente que estuvo a punto de costar la cárcel al gran Welles, conseguir que existiera a nivel internacional el Día de la Radio. Y se consiguió. El 13 de febrero. De ahí su efeméride y es lógico celebrarla, en un momento de enorme transformación de cómo se propaga el sonido por el mundo. 

De cómo las grandes estrellas de la radio han dado paso al millón de podcast dará cuenta la Historia. No es malo ni bueno, sencillamente es. Seguirán siendo prescriptores los que sepan enviar su mensaje a través del milenario arte de la voz, con independencia ya casi absoluta, del medio por el que lo hagan. Y habrá al otro lado millones de personas que seguirán deseando que una vibración del aire amiga les acompañe, sobre todo mientras hacen otras cosas, patrimonio absoluto del audio contra el exigente vídeo. Las tardes de nuestras madres o abuelas cosiendo mientras oían la radio ha dado paso al consumo vía plataforma de canciones en forma de playlist, pero seguimos necesitando esa compañía.

Precisamente en la radio ha habido siempre sitio para los dos cumpleañeros del fin de semana. Peter Gabriel y Sabina. Este último, de todos es sabido, inició su andadura por nuestra vida de la mano de Tola en el inefable efecto que tuvo el surrealista programa “Si yo fuera presidente”.

Siento absoluta nostalgia de aquellos tiempos en los que todo era nuevo. Nada se basaba en “la data”, ni era absoluto. Sencillamente, el tipo salía ahí a contar su rollo progresista y anti convencional junto a otros tantos valientes que escribían o pintaban. No destacaba su voz, claro, ni una enorme capacidad de componer himnos que durarán siglos, pero la sencillez con la que las letras hablaban de nuestro día a día, fue lo que le valió el beneplácito del director de aquella hazaña televisiva. Y consiguió ganarse al público. Unos televidentes que estaban siendo sometidos, sin saberlo, a otra dictadura de la que nos dimos cuenta mucho más tarde: la de tener solamente una (y con suerte, dos) opción. Una se llamaba VHF y la otra, UHF. Simplificando, “la primera” y “la segunda”.

Sabina. 73 años ahora. Eso debe poner en su DNI, que lo tiene porque no le queda más remedio. Ejemplo absoluto de lucha por el valor de la individualidad frente a un poder que en los 70 le atenazaba. Sigue sin pedir perdón, ni falta que le hace. Profeta de voz cascada en la que oímos noches enteras de alcohol y fama sobrevenida. Hombre íntegro en su rebeldía, imposible de domar, fácil de escuchar. Y no, soy de los pocos que no tiene llave de su casa. Es tan importante hacer gala de las propias debilidades con cierta poesía… 

La última referencia es para un creador absoluto. Peter Gabriel (72) comparte con nuestro genio ubetense su genial originalidad y deseo ferviente de no parecerse a nada conocido. Es un buen motor para personajes con estilo: huir de lo que ya se conoce. Puede marcar la ruta más incluso que el deseo natural de seguir el propio instinto. Ojo a su vídeo más emblemático, el del surrealista Sledgehammer: 

No le importó acostarse bajo una lámina de vidrio durante más de 16 horas diarias durante el eterno rodaje, que duró 8 días. 9 premios MTV y ser catalogado como “el vídeo más importante de la Historia” sellaron para siempre la aportación de este músico a la cultura popular de los 80. Y sin ordenadores. Plastilina y paciencia. 

Se hacían estas cosas porque se podían hacer. Ahora la prisa es tan grande, el tiempo tan estrecho, y la capa de datos tan exigente, que voy a dejar de teclear. Feliz fin de semana.