Que Eva Amaral cumpla años por encima del medio siglo siempre choca. No es persona de muchos aspavientos, ni se puede hablar de su edad por ser una eterna jovenzuela, pero a muchos se nos quedaron en la retina sus treintaytantos.

En aquellos 90 llegó a la música este dúo que formó Eva con el que fuera, antes de lanzar su primer disco, su pareja. Un secreto a voces: no sonaron entonces en la radio a nivel nacional. ¿"Cómo hablar" de ello?

Fue el 22 de noviembre de 2002. En el Pabellón Príncipe Felipe de Zaragoza decenas de miles de personas nos dejaron en ridículo. Las grandes radios no apostaron por el fenómeno que movilizaba Aragón a principios de siglo. No se creía en su fuerza, ni en su atractivo, ni en su capacidad para captar y mantener la atención de la audiencia. Jamás olvidaré el momento en el que subieron al escenario. Bajo los aplausos yacía la ignorancia de una época en la que no había redes, y menos sociales, para conocer desde alguna fuente los gustos y tendencias reales de la calle.

Y de repente, todo cambió en el momento en el que se iluminó el escenario. El estruendo de acogida que tuvo la banda sacó la sonrisa clara y serena de Eva al acercarse al micrófono. “Buenas noches, maños”, fue la invitación de nuestra cantante.

Amaral subió al escenario, cambió su historia para siempre, y la de la música española también, para hacerse un hueco con sus cuatro millones de discos vendidos. Fue una revelación. Resultaba complicado escuchar la voz de la mujer que da nombre al grupo porque todos a nuestro alrededor cantaban también cada palabra de sus temas. Las letras resonaban por todo el recinto y los aplausos eran ensordecedores. Amaral no solo tenía y tiene fuerza, sino una energía y un carisma que eran imposibles de ignorar. Se podía sentir la pasión y el amor por su música en cada nota. No se trataba de una banda; eran un fenómeno, y habíamos estado ciegos. Bueno es que los presuntos entendidos tengamos lecciones de humildad por parte de la gente de la calle, la que se pone sus auriculares cada día para dejar que las notas musicales que alguien ha creado acompañen sus quehaceres. 

Tres años después, estaban protagonizando uno de los llamados “conciertos básicos” de la radio.

Siempre causó cierta confusión que la formación se llamase como ella, algo que fue idea de Juan Aguirre, no siendo ya pareja. ¿Por qué no? Sonaba bien ese apellido portugués, y además se coloca arriba en el orden alfabético por aquello de que empieza por A. El orgullo de llevarlo se extiende a ser hija de su padre, maestro de banda y poco afín a las triquiñuelas de este mundillo. De ahí su oposición a que la chiquilla, que ya escuchaba sin parar discos de Patti Smith, hiciese algo más que tocar como si fueran tambores reales los de Dixán junto a su primo.

Ella quería ser batería, y por eso comenzó su carrera musical en ello, en grupetes de la zona. Es un espíritu libre, como ha repetido en más de una ocasión. Bastó que le dijeran que no podía ser para que redoblase su esfuerzos. Y aunque de sus dos progenitores fue su madre la que pudo ver coronada hasta hace poco a Eva entre las mieles del éxito, a todos consta que su padre Isidoro finalmente la apoyó. De él heredó el amor por el dibujo y el cómic, con su dragón tatuado en la espalda. De hecho, este de la música era el plan B, porque el A hubiera sido continuar su carrera como escultora tras estudiar en la Escuela de Artes y Oficios de Zaragoza. 

Multifacética, concienciada y única en su fuerte compromiso con las causas sociales, Eva Amaral apareció días antes de encerrarnos por la pandemia en El Intermedio. Allí dedicó su actuación en vivo a todas las mujeres que "miran alto, vuelan alto y sin miedo", haciendo un eco de su canción "Bien alta la mirada". Amaral y Rozalén, cantaron "La Puerta Violeta", un himno contra la violencia de género, marcando un hito más en la historia de la música española. Curiosamente a ella no le gusta volar. En avión.

Además, contribuyó a la novela gráfica Voces que cuentan, una antología que recoge nueve historias reales de mujeres de diferentes ámbitos profesionales. Algo que tiene gran mérito para alguien a quien no le gusta andar contando su vida en sus canciones. 

Eva María Amaral Lallana cumple hoy 51 años con un recorrido lleno de lecciones de carácter, valentía y determinación, en forma de dificultades a lo largo de su vida y carrera, de las que algunos fuimos partícipes por culpa de la más grande de las ignorancias.