Una colisión entre dos vehículos resulta tan común que difícilmente podría levantar sospechas. Si ambos coches se encuentran al máximo de su capacidad, el caso puede resultar problemático para las aseguradoras involucradas, pero tampoco parece un hecho tan anómalo.

Más llamativo puede resultar el hecho de que en los dos vehículos viajen tres familias al completo con un claro nexo en común: las tres esposas trabajan juntas. Y si la colisión tiene lugar lejos de la ruta habitual hacia su lugar de trabajo, no parece descabellado dar pie a la sospecha.

Este fue el caso al que se enfrentó el pasado año la aseguradora Mapfre en la provincia de Toledo. La desconfianza de la compañía dio pie a una investigación en la que la sombra del engaño no hizo sino acrecentarse: las tres familias mantenían una amistad bastante cercana desde hacía años e incluso habían tenido negocios en común en el pasado. Y, además, los hijos de una de las implicadas, supuestamente también involucradas en el accidente, vivían a más de 600 kilómetros.

Con tal cúmulo de sospechas, la aseguradora logró que la jueza sometiera a los implicados a un interrogatorio, durante el cual incurrieron en tantas imprecisiones y contradicciones que el fraude cayó por su propio peso.

Éste es uno de los casos premiados en el XXIII Concurso sectorial de detección de fraudes que organiza la Investigación Cooperativa de Entidades Aseguradoras (ICEA). Las compañías del sector se enfrentan desde hace años a un auge de los intentos de fraude como ha quedado constatado en los últimos datos hechos públicos por la patronal del sector, Unespa.

El 6% de las denuncias de daños personales en accidentes de tráfico son fraudulentas

Según éstos, las aseguradoras estiman que el pasado año aumentaron los intentos de fraude en las líneas de negocio de mayor capilaridad o popularidad social. El ramo de automóviles destaca como el principal epicentro de estos intentos de engaño. Un 6% de los casos de responsabilidad civil con daños personales respondieron a casos de fraude, frente al 5,35% de un año antes; y el 4,3% de las denuncias de robo de autos fueron detectados como falsos, frente al 3,79% en que se situaba esta cifra un año antes.

Pero los intentos de engaño a las aseguradoras también alcanzan a ámbitos más luctuosos. El fraude en los seguros de vida y de decesos se ha más que duplicado, hasta alcanzar el 1,99% y el 1,48% del total de los percances declarados.

Así, por ejemplo, Generali detectó que un treintañero que supuestamente había fallecido en Colombia, seis meses después de contratar una póliza de vida con un capital asegurado de 150.000 euros en caso de muerte, estaba realmente muy vivo.

A la aseguradora no terminó de encajarle la velocidad y la facilidad con la que la familia reúne y envía todos los documentos, debidamente certificados, que atestiguan la muerte del asegurado. Tras abrir una investigación, Generali descubre no sólo la falsedad de este caso, sino que logró destapar la existencia de una trama organizada que operaba en varios países, que reunía documentación y certificados originales para simular el fallecimiento de personas y reclamar así indemnizaciones por seguros de vida en España.

Las compañías del sector de seguros, cada vez más, dedican una elevada cantidad de recursos a detectar posibles casos de engaño. El esfuerzo merece la pena: según un estudio de ICEA, por cada euro invertido en investigar casos sospechosos, las aseguradoras logran evitar el pago de 34,70 euros en indemnizaciones indebidas.

Quizás con la intención de hacer menos atractiva a las aseguradoras la apertura de una investigación, los defraudadores recurren cada vez más a los engaños de pequeña cuantía, en los que la cantidad reclamada no alcanza los 500 euros. Según ICEA, estos fraudes suponen ya el 37% de los total.

El porcentaje de fraudes de pequeña cuantía aumenta hasta el 37% del total

Los intentos de engaño comprenden todo tipo de tretas, que incluyen, entre otras muchas, el fingimiento o exageración de lesiones en accidentes, la falsa denuncia de robos o la petición de indemnizaciones por bajas nunca disfrutadas.

Para desmontar estos fraudes, las aseguradoras recurren a todo tipo de mecanismos, como la investigación de los denunciantes a través de Internet. Este fue el caso de Pelayo, que pudo descubrir a través de las redes sociales que una joven que mostraba síntomas de una dependencia severa, tras sufrir un accidente de tráfico, en realidad llevaba una vida normal. La chica, que reclamaba una indemnización de hasta un millón de euros acabó recibiendo una indemnización de 230.000 euros al reconocérsele una incapacidad menos severa de lo que simulaba.

También Pelayo tuvo que recurrir a un foro online sobre carreras de vehículos para confirmar que un asegurado que decía haber destrozado la carrocería de su Porsche Panamera -unos daños valorados en 14.000 euros- en una escapada de fin de semana en realidad había sufrido un accidente en una competición deportiva, un caso en el que no procede la indemnización.