Es noche cerrada y el murmullo de decenas de personas se eleva entre los claxones de una avenida contigua a la clínica de la Fundación Santa Fe de Bogotá. Rezan por la vida de Miguel Uribe Turbay, el senador y precandidato presidencial que desde el intento de asesinato del pasado 7 de junio se halla ingresado en el hospital. “Coloco, señor, tu presencia, mi vida, para que seas tú obrando de manera milagrosa. Sánalo, cúralo, levántalo, señor. Tú has hecho cosas sobrenaturales, señor. Tú has sacado a muchas personas de situaciones peores”, grita una de las mujeres que integra el ejército de fieles congregados a las puertas del centro médico.

Desde hace días un peregrinaje incesante puebla las inmediaciones de la clínica, blindada por las fuerzas de seguridad. En su unidad de cuidados intensivos, Uribe Turbay se debate entre la vida y la muerte. El pronóstico, que publica religiosa y diariamente el centro, sigue siendo reservado. “De extrema gravedad”, subrayan.

Uribe Turbay, que hacía campaña para convertirse en el aspirante presidencial del derechista Centro Democrático, se ha convertido en el último rostro de una violencia política al alza en Colombia. Hasta 34 líderes políticos, principalmente locales, han sido asesinados en los últimos cuatro meses. El caso de Uribe, tiroteado por un sicario de 15 años en un barrio de Bogotá, ha servido para escenificar un fenómeno que amenaza con reconciliar al país latinoamericano con su pasado más traumático.

Pancartas en los accesos de la clínica. | Francisco Carrión

Rezamos, pero creo que ya se está viendo el milagro

A última hora del día el gentío se incrementa a las puertas de la crítica, donde una multitud de velas encendidas y pancartas reclaman el fin de una violencia que ha desangrado el país. “Colombia repudia la violencia” o “Fuerza Miguel” conviven con oraciones y estampitas. Las plegarias son continuas. Una mujer levanta las manos hacia el cielo. De pie, con los ojos cerrados y cerca del vallado, musita: “señor, te lo suplico. Elevo esta oración para que la escuches. Ayúdalo a él y a todas las personas que se encuentran en la misma condición. Te amamos y te glorificamos, Señor. Levántalo, Señor. Lo pido en el nombre del Padre Santo. Amén”.

Más allá, junto al cordón de seguridad que marca el límite del acceso al hospital, Carlos Rojas observa en silencio. “Miguel es un pelado joven que siempre ha querido ayudar al país. Muy centrado, muy educado. Colombia necesita gente así. Por eso estoy aquí”, relata a El Independiente este empresario bogotano de 49 años. “Rezamos, pero creo que ya se está viendo el milagro. Las condiciones en que entró, el estado en el que llegó… y ahí sigue. Eso ya es algo”, comenta. A su lado, un vendedor ambulante ofrece velas a 5.000 pesos colombianos (un euro).

La figura de una virgen en las inmediaciones de la clínica. | Francisco Carrión

"Tiene un buen pronóstico"

Su parte médico sigue siendo muy grave pero en los últimos días sus parientes han deslizado cierta esperanza. “Aunque sigue delicado, tiene buen pronóstico”, musitó hace unos días Julio César Turbay, tío de Miguel. “Está dando una gran batalla por la vida”, reconoció. Unas palabras que resuenan entre quienes peregrinan hasta el hospital. Carlos, por ejemplo, cree que podrá salir del trance. “Y creo que podrá volver a la política. Y que será el próximo presidente”, asevera.

Saldrá de ésta y será el próximo presidente

A unos metros, una mujer recita el rosario. Se llama Rebeca Sánchez. Tiene 61 años. Es pensionista. Ha acudido por primera vez ese día, acompañada de una amiga. “Me pareció una persona muy noble. Muy humilde. Lo vi en una rueda de prensa en el Congreso y dije: este hombre quiere algo bueno para el país”, manifiesta. “No es justo quitarle la vida a alguien que está haciendo algo bueno”.

Ella también sostiene que Miguel Uribe saldrá de esta. No como un milagro casual, sino como parte de un plan. "Dios lo tiene para cosas grandes", repite. Y, tras una pausa, lo dice sin vacilar: "Él va a ser presidente". La Clínica Fundación Santa Fe se ha convertido en una suerte de santuario civil. Flores, cartas y estampas de santos han transformado sus accesos en una capilla al aire libre, en la que nunca faltan feligreses. Entre los muros del edificio anejo, Miguel Uribe sigue luchando. Un país mantiene la respiración.