Muchos jóvenes españoles sienten que su vida será más complicada que la de sus padres. No es solo una sensación: los números, la vivienda y el mercado laboral apoyan esta afirmación. Entre alquileres que se llevan la mitad del sueldo y empleos inestables, la emancipación se ha convertido en un lujo que pocos pueden permitirse. Y ahora otro fenómeno preocupa: cada vez menos jóvenes se plantean tener hijos, un cambio que podría tener consecuencias profundas para el país.
Vivienda: el gran obstáculo
Emanciparse hoy es complicado. Solo uno de cada seis jóvenes menores de 30 años vive fuera del hogar familiar, según datos del Observatorio de Emancipación Juvenil 2024. Es la cifra más baja desde 2006. La edad media para irse de casa es de 29,8 años, tres años más que el promedio europeo.
Los alquileres y los precios de los pisos han crecido mucho más rápido que los salarios, lo que obliga a muchos a retrasar la independencia o a compartir piso durante años. Para comprar una vivienda, un joven promedio necesitaría ahorrar casi 20 años, mientras que hace tres décadas ese mismo objetivo se alcanzaba en mucho menos tiempo. Según distintos datos, un joven que actualmente quiera vivir independizado tendría que destinar -dependiendo del lugar- más del 50% de su salario al alquiler.
La falta de acceso a la vivienda no es solo un problema económico, sino también social: retrasa la autonomía, la capacidad de planificar el futuro y genera una sensación de estancamiento entre los jóvenes.
Ingresos: el salario que no alcanza
Los contratos temporales, la baja estabilidad y los ingresos que no crecen al ritmo de la inflación dificultan ahorrar y planear a largo plazo. A pesar de ser una de las generaciones más formada de la historia, los jóvenes españoles ganan menos que sus padres a la misma edad. Mientras los padres podían acceder a vivienda y estabilidad con relativa facilidad, los jóvenes actuales deben lidiar con jornadas parciales, sueldos más bajos y menos oportunidades de acumular patrimonio.
Esto explica, en parte, por qué muchos posponen la compra de un piso, formar una familia o incluso proyectos personales que antes parecían accesibles. La combinación de trabajo precario y costes altos de vida hace que incluso quienes tienen estudios universitarios se enfrenten a dificultades importantes para proyectar su futuro.
El contexto que agrava la situación
No todo es economía individual. La inflación, la subida de precios de la energía, los efectos de crisis pasadas y las tensiones internacionales han complicado aún más el panorama. Además, las políticas públicas de vivienda y empleo juvenil no han logrado aliviar la situación. Vivir peor que los padres ya no es solo una percepción: es una realidad estructural que afecta a millones de jóvenes en España. La desigualdad intergeneracional se ha profundizado, y muchas decisiones vitales se toman condicionadas por estas dificultades, desde la elección de carrera que se quiere cursar en la universidad hasta la planificación familiar con vistas más hacia el futuro de cada uno.
Expectativas, natalidad y cultura
Más allá de la economía, vivir peor significa replantearse muchos aspectos de la vida adulta. Muchos jóvenes cuestionan si podrán independizarse a los 30, comprar una vivienda o formar una familia, cosas que antes se consideraban lo normal. La tasa de natalidad actualmente en España es baja: no llega a dos hijos por mujer.
La mayoría de los jóvenes pospone o descarta la paternidad y maternidad debido a la inestabilidad laboral y la dificultad de acceder a una vivienda digna. Este cambio no solo afecta a cada familia, sino que también tiene implicaciones demográficas y sociales para todo el país, abriendo debates sobre envejecimiento de la población y nuevos modelos de convivencia, como el cohousing (covivienda) para mayores.
¿Hay salida?
Cambiar esta tendencia requiere empleos estables y bien remunerados, regulación de alquileres, ayudas a la emancipación y medidas que reduzcan la brecha patrimonial entre generaciones. También es necesario generar condiciones para que los jóvenes puedan plantearse formar familia, porque esa combinación de precariedad económica y obstáculos sociales está transformando el modelo de vida que hasta hace pocas décadas parecía natural. Si no se actúa, la sensación de que la vida es más dura para los jóvenes seguirá marcando el debate social, económico y político en España durante años.
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