En sus tripas esconden algunos de los componentes más necesarios para la economía electrificada que se disparará en los próximos años. Litio, cobalto o manganeso son sólo algunos de ellos. Elementos esenciales para fabricar las baterías que emplean los vehículos eléctricos que circulan por nuestras carreteras. Con una vida útil media de ocho años y alrededor de 100.000 kilómetros, el objetivo de alcanzar una movilidad eléctrica total comienza a generar problemas y oportunidades. Entre los primeros se encuentra la necesidad de tener que dar una respuesta a las baterías cuando ya no sean útiles. Abrir vías de reciclaje y de gestión de estos residuos se ha convertido en una necesidad. Y entre las segundas, las oportunidades, las opciones que se abren para las baterías viejas y sin un uso incluyen caminos innovadores, en muchos casos con nuestro país como punto de referencia.

En el sector de la energía hace años que compañías como Endesa han explorado una opción que empieza a tener más desarrollos. La iniciativa pionera nació en Melilla hace tres años y ya tiene su réplica en el aeropuerto de Roma. El proyecto, bautizado como 'Second life' se basa en la construcción de una central de almacenamiento empleando baterías de coche en desuso, de segunda mano, que de otro modo estarían destinadas al reciclaje. De este modo se les concede una 'segunda vida' aunque en otra función radicalmente diferente: constituir una central de almacenamiento de energía para dar apoyo a una instalación térmica.

En Melilla el proyecto pionero ya se ha consolidado y demostrado como útil. La central se plantea dentro del proyecto Second Life, basado en el empleo de 78 baterías de coche, la mitad de ellas procedentes de baterías que han sido retiradas de vehículos por haber superado su vida útil, y que junto con una treintena de baterías nuevas conforman una pequeña central de apoyo. Posee una capacidad de 4 MW y produce 1,7 MWh.

La estructura de esta singular central se sustenta sobre baterías empleadas en el modelo Life de Nissan y con ellas se puede llegar a generar la energía que requiere toda la población de Melilla durante al menos 15 minutos, el tiempo que se estima suficiente para restablecer el sistema en caso de producirse problemas de suministro.

Las baterías, un problema y una oportunidad

“Emplear baterías de coche de ‘segunda vida’ para dar estabilidad al sistema eléctrico de una ciudad como Melilla es toda una innovación. Centrales de almacenamiento para dar apoyo ya existen, pero hablamos de las tradicionales baterías de litio. En este caso son baterías que han tenido una vida anterior como baterías de coche y ahora, en lugar de someterlas a un proceso de reciclaje, les damos un nuevo uso”, asegura Pablo Fontela, responsable de innovación en proyectos de generación térmica de Endesa.

Sistema de baterías instalado en la central de Melilla. | Endesa.

El reglamento europeo plantea desde 2023 objetivos para ir avanzando en el reciclaje de baterías de vehículos eléctricos. Se fija que en 2027 se deberían reciclar 50.000 toneladas de baterías. Actualmente el porcentaje de reciclaje apenas ronda el 5%. El reto pasa por obtener por esta vía de recuperar de materiales hasta un 14% del litio, un 17% del manganeso y un 25% del cobalto que necesitará Europa en 2030.

En nuestro país el año pasado se matricularon más de 124.000 vehículos electrificados. Países como China produjeron 6,7 millones de vehículos electrificados. Países como Noruega registran ya niveles de hasta el 100% de coches electrificados en las nuevas matriculaciones, en los Países Bajos alcanza el 65%, el Alemania el 34%, en Portugal el 28%. En nuestro país aún es bajo, apenas el 14%. Este panorama muestra que en unos años el volumen de baterías de vehículos eléctricos que habrán llegado al final de su ciclo de vida útil se disparará. Aplicar criterios de economía circular para gestionar esta nueva realidad puede ser una solución para alargar la vida útil de las baterías y retrasar estos procesos de reciclaje.

Tres años más de vida... sin problemas

Además de aportar una opción de almacenamiento de energía viable, casos como el de la central de Melilla demuestran que existe una segunda vida con muchas posibilidades: “En estos tres años apenas ha habido problemas en seis o siete de las 48 baterías de segunda mano que instalamos. Estamos constantemente analizando su degradación y viendo que el uso de una batería que ya no es útil para un vehículo se puede prolongar aún por periodos largos para usos como este”: “En términos de sostenibilidad y de ciclo de vida del producto es algo muy interesante, estamos retrasando su envío al vertedero”, señala Fontela.

Las baterías de los vehículos eléctricos dejan de ser útiles cuando su capacidad cae al 80%. Ahora, el empleo que se les ha dado en la central de Melilla está demostrando que incluso en casos en los que la capacidad apenas era del 70%, “pueden seguir funcionando tres años sin problemas”. Entre 2022 y 2025 la central térmica de Melilla, que da servicio a la ciudad, ha sufrido varios incidentes que han desconectado sus motores, “y gracias a las baterías se ha permitido mantener la estabilidad de la red y evitar un cero eléctrico en la ciudad”.  

Ahora, Endesa ha replicado el proyecto con un uso similar en Roma. El aeropuerto de la capital italiana también ha recurrido a baterías de vehículos eléctricos para crear un sistema de almacenamiento y apoyo a un parque solar de 30 MW del aeropuerto Roma Fuimicino. El proyecto, denominado Pioneer, tiene una capacidad de almacenamiento mayor que el de Melilla, al alcanzar los 10 MWh. “Es casi cinco veces mayor. Empleamos baterías de vehículo de más fabricantes, además de Nissan también de vehículos de Mercedes y Stellantis”.