Han aparecido de un modo silencioso pero imparable. Cada vez están más presentes en nuestras carreteras. Gasolineras sin personal, automáticas y sin más servicios que un datafono acoplado al surtidor. Una suerte de estaciones ‘fantasma’ sin trabajadores y en las que el cliente se sirve y se cobra. En ellas no hay más servicios, a lo sumo una máquina de ‘vending’ y poco más. En nuestro país suman ya casi 3.500 estaciones y representan cerca de un tercio de las 12.000 gasolineras operativas en nuestras carreteras y municipios.
Más pequeñas, más baratas y con menores costes. Y sin trabajadores ni servicios. Ese es el modelo que empieza a penetrar y triunfar y que ha crecido a un ritmo imparable desde la pandemia. Las previsiones del sector es que en cinco años puedan representar ya el 60% o 70% del total de la red de estaciones.
La llegada del Covid y la necesidad de reducir el contacto físico fue su gran aliado. Las ‘estaciones automáticas’ permitían repostar sin tener contacto con nadie. Después, vinieron otras circunstancias que han favorecido su expansión. Poder repercutir ese ahorro al precio del combustible hizo cada vez más atractiva la fórmula. “Nuestra ventaja competitiva no nos la quedamos sino que la repercutimos para beneficio del cliente”, asegura Manuel Jiménez, presidente de la Asociación Nacional de Estaciones de Servicio Automáticas.
Recuerda cómo las primeras que se instalaron a partir de 2014 en muchos casos no lo hacían y eso ahuyentó a los clientes: “No veían ninguna ventaja, se autosuministraban y encima no obtenían beneficio alguno ¿Dónde estaba la ventaja?”. A ello, recuerda Jiménez, se sumaba las dudas sobre la calidad de los combustibles en este tipo de estaciones, un prejuicio que se fue instalando: “Al principio el consumidor fue reacio, pero ese temor se ha perdido”: “Ahora nadie cuestiona ya un modelo que tiene el 30% del mercado”.
"Se guían sólo por precio"
Desde la patronal de Estaciones de Servicio tradicionales consideran que es “una opción más” que se debe respetar y que existen perfiles de clientes para ambas opciones. Su presidente, Nacho Rabadán, subraya que “los clientes que buscan un servicio, que le atienda, o poder descansar comiendo o tomándose un café, no irá a esas estaciones”: “Ellos tienen clientes que se guían sólo por precio”. Rabadán afirma que siempre que cumplan con las condiciones y requisitos exigibles a todas las estaciones de servicio, “no hay ningún problema, nosotros apostamos por el libre mercado, que cada uno compita en buena lid”, señala.
En muchos casos, las estaciones automáticas son una salida a la dificultad para mantener una gasolinera tradicional. Hacer frente a estaciones más grandes, con más servicios y costes muchos más elevados puede llegar a hacerse insostenible: “Muchas gasolineras tradicionales lo que han hecho es reconvertirse en automáticas. Los emplazamientos están ya muy tomados en el mercado. El volumen de venta, por la caída de consumo de los vehículos es importante y la competencia ha crecido. Por eso muchos, antes de cerrar, hacen una inversión para pasarse al modelo automático”, señala el presidente de AESAE.
El modelo es básicamente sencillo. Una estación más pequeña en superficie, una oferta de combustibles básica, -gasóleo A y Gasolina 95-, pocos surtidores y cero servicios añadidos y sin personal: “Es una inversión tres veces más reducida que una estación de servicio tradicional y por eso necesitamos un margen más reducido y podemos jugar con el precio”.
Desde la Confederación Española de Empresarios de Estaciones de Servicio reconocen que el cierre de gasolineras tradicionales es una realidad cada vez más preocupante. En especial en los entornos rurales y menos poblados. “Es algo que nos preocupa. En muchas zonas hay vecinos que quedan desatendidos, que ven cómo su estación más próxima está a 30 o 40 kilómetros. Tienen 5G pero no gasolinera”, señala su presidente, Nacho Rabadán.
Gasolinera tradicional: 55.000 empleos
Destaca que cerrar una gasolinera no es un proceso sencillo. Además de la complejidad técnica y administrativa “está el coste económico que puede alcanzar los 100.000 euros”: “Hay gente que ve en las estaciones sin personal un negocio atractivo, una inversión más reducida que le puede reportar un negocio atractivo. Pero nosotros optamos por otro modelo que da empleo a 55.000 personas y que aporta un valor añadido a los clientes. Creo que es un modelo con una clientela fiel. En muchas zonas, los que han apostado sólo por precio ya se han ido y quien no lo han hecho creo que ya no se irán. Son clientes que valoran otras cosas más allá del precio”.
Las diferencias de precio entre una estación tradicional y una automática oscila entre los 8 y 20 céntimos por litro. “Es cierto que tenemos clientes diferentes”, señala Jiménez. El presidente de las estaciones automáticas asegura que el modelo ya se ha consolidado y que es confiable. Recuerda que incluso grandes compañías petroleras como Moeve ha comprado Balleoil, una de las referentes de los modelos automáticos en España: “Son dos opciones y se compaginan ambas”.
Jiménez considera que pese a “las trampas” que como “a Mister Magú” le han ido colocando a su modelo en los últimos años en forma de regulaciones ‘ad hoc’ y recelo en Ayuntamientos, “seguimos creciendo”: “En cinco años nuestras estimaciones apuntan hacia un 60% o 70% del mercado. Son los porcentajes que ya hay en algunos países del norte de Europa”.