El PNV sabe que sería un movimiento arriesgado. La incomodidad ya no la oculta, pero por el momento se limita a expresarla, sin más consecuencias. Seguir los pasos de Junts, romper relaciones con el Gobierno, no está por el momento sobre la mesa. Y la razón no es que mantiene la confianza en Sánchez sino por el temor a que el gran beneficiario de un viraje así sería EH Bildu.

En estos años el PNV ha alimentado una suerte de discurso en el que la oposición al Gobierno la integraban formaciones en muchos casos con posiciones de derecha extrema en la que no se ve identificado y antes las que ha fijado una línea roja. Primero agudizó sus críticas a Vox y se blindó para no participar en ninguna operación o escenario en la que estuviera presente la formación de Abascal. Llegó incluso a promover el veto a las preguntas parlamentarias de Vox en el Parlamento Vasco, donde la excluye de cualquier proceso o ronda de contactos. Después el foco lo puso sobre el PP de Núñez Feijóo.

En las últimas elecciones autonómicas el ‘sorpasso’ de EH Bildu se quedó muy cerca. El susto al PNV aún no se le ha quitado. Por eso, abandonar ahora el grupo de aliados de Sánchez sería, de algún modo, darle una baza a la izquierda abertzale, quien podría reprocharle que pasaría a formar parte de la oposición que tanto ha cuestionado estos años. El pulso, el tono y la actitud de ambos partidos han avanzado casi de modo paralelo, mirándose de reojo el uno al otro. La disyuntiva ahora en Sabin Etxea es detectar qué desgasta más, seguir siendo un aliado casi acrítico con Sánchez o desmarcarse de modo claro como ha hecho Puigdemont.

El vaso de la pérdida de confianza hacia Sánchez se ha ido llenando, pero sin muestras por el momento de que esté cerca de desbordarse. El PNV ha optado por un perfil bajo de reproches y cuestionamientos al Gobierno. Ni siquiera en los episodios judicialmente más complicados que han rodeado al Gobierno. Tampoco la parálisis institucional en la que se encuentra el Ejecutivo ha sido suficientes para que el PNV cuestione o plantee ultimátum alguno en su apoyo.

De 'la UCI' a la 'agonía'

El partido que históricamente ha apelado al respeto a la estabilidad de las instituciones o a la importancia de gobernar con el soporte de unos presupuestos no ha visto razones para replantearse su apoyo a Sánchez. Ni siquiera la deriva de distancia que ha ido marcando su aliado nacionalista catalán le ha llevado a imitarle.

El ‘caso Abalos’, el ‘caso Leire’, el ‘caso Fiscal General’ o los procesos contra la mujer y hermano del presidente apenas han tenido cuestionamientos severos en público por parte de Sabin Etxea. Ha sido más recientemente cuando el PNV ha empezado a elevar algo el tono y el reproche. Semanas atrás aseguró que el Ejecutivo se encaminaba "hacia la UCI". Ayer la portavoz de la formación en el Congreso, Maribel Vaquero, reconocía que la situación es ya de “agonía”, que el Gobierno está sólo en posición de “resistir, con manual o sin él” y que debe aclararles hacia dónde avanza y cómo espera hacerlo.

Un pleno el de este miércoles en el que los guiños del PP hacia el PNV no faltaron. Feijóo les advirtió de que si no quieren dejarse arrastrar por Sánchez y el desgaste del PSOE deben romper su alianza. Entenderse con el PP a nivel nacional, ni siquiera mínimamente, es hoy por hoy un movimiento que se evita. Han sido años labrando, entre ambas partes, su distanciamiento como para escenificar ahora un reencuentro.

Uno de los elementos que más duele al PNV es el incumplimiento en el gran objetivo que se había marcado para esta legislatura: el cumplimiento íntegro del Estatuto de Gernika. Es una promesa que Sánchez hizo al Gobierno vasco y al PNV nada más llegar al Gobierno. Siete años después, aún resta una veintena de materias por transferir. Y lo que es peor, el compromiso por el que apoyaron investir a Sánchez está cada vez más cerca de ser incumplido. El PSOE se comprometió a culminar el Estatuto antes de que finalizara el año. “El tiempo apremia”, le reprochó ayer el lehendakari Pradales.

Confianza perdida

No fue la única crítica que evidencia el malestar del PNV: ”La confianza es difícil de conseguir pero fácil de perder”, le recordó: “Tenemos un acuerdo que cumplir, un acuerdo sustentado en la confianza mutua”. El Ejecutivo vasco remitió al Gobierno hace unos días borradores sobre las condiciones de traspaso de las materias pendientes. Entre ellas, el régimen económico de la Seguridad Social, los puertos y los aeropuertos. Pero las negociaciones no parece que vayan bien, “están existiendo resistencias políticas y administrativas incomprensibles”, ha reconocido Pradales.

Un malestar más de discurso que de amenaza y en el que no se atisba ningún tipo de ruptura. Ni reclamaciones de cuestiones de confianza a Sánchez y menos aún de poder sumarse a una moción de censura contra él. Apoyar la primera le alejaría del bloque de socios fueles a Sánchez en el que aún persiste Bildu. En la izquierda abertzale el nivel y volumen de la crítica por los numerosos escándalos de corrupción y procesos judiciales que rodean al Gobierno y al PSOE es bajo, casi inexistente.

En el PNV saben que Bildu se encuentra en un buen momento electoral. Ellos, no. En las dos últimas citas electorales el partido se ha dejado casi uno de cada cuatro votos y ha visto cómo EH Bildu le pisaba los talones.