La polilla es uno de los insectos que más preocupan y molestan a las personas actualmente, junto con nuestros 'inseparables' mosquitos. Atraídas por la luz de nuestros hogares y los recursos que almacenamos, se han integrado en nuestra cotidianidad. Esta cercanía inevitable subraya una conexión persistente entre nuestro mundo y el de la naturaleza.
Tipos de polillas
En España existen dos tipos de polillas, que son las que, generalmente, vas a encontrar. Una de ellas es la polilla de la ropa y la otra, la polilla de los alimentos o también conocida como la de las despensas.
Polillas de la ropa
Estas polillas son, sin duda, las más temidas por su capacidad de dañar nuestra ropa y prendas del hogar. La especie más común es la polilla común de la ropa (Tineola bisselliella). Son pequeñas, midiendo entre 6 y 7 mm de largo, con un color que varía del marrón claro al dorado, a menudo con una parte de pelo rojizo en la cabeza.
Es importante destacar que los adultos no son los que se alimentan de la ropa; el verdadero daño lo causan sus larvas. Estas son pequeñas orugas blanquecinas con una cabeza marrón que comen rápidamente la queratina, una proteína presente en fibras naturales como la lana, la seda y el algodón, dejando agujeros irregulares en los tejidos. Estas polillas prefieren ambientes oscuros, húmedos y sin perturbaciones, como armarios, cajones o desvanes, y evitan activamente la luz. El ciclo de vida de huevo a adulto puede durar varios meses, permitiendo múltiples generaciones al año si las condiciones son favorables.
Motivos por los que hay más polillas
La percepción de que cada vez hay más polillas puede ser real o ficticia. El cambio climático y numerosos efectos que trae consigo este, puede ser un claro diferenciador en este aspecto.
Por un lado, el cambio climático con temperaturas más suaves podría favorecer ciclos de vida más rápidos y un mayor número de generaciones de polillas al año. Además, la abundante disponibilidad de alimento y hábitat en nuestros hogares (ropa guardada, alimentos secos) junto con la posible reducción de depredadores naturales en entornos urbanos, pueden conllevar a un incremento real en sus poblaciones.
Por otro lado, el aumento de la contaminación lumínica, que atrae a las polillas hacia nuestras casas, hacen que las veamos más. La introducción accidental de huevos o larvas en productos comprados y ciertos cambios en nuestros hábitos domésticos (como lavados a menor temperatura) también pueden facilitar su proliferación, haciendo que la presencia de polillas sea más notoria en nuestro día a día.
¿Hay que matarlas?
En general, la mayoría de las polillas que vemos fuera de casa son inofensivas e incluso beneficiosas para el ecosistema, ya que actúan como polinizadores o son alimento para otros animales. A estas, definitivamente, no hay necesidad de eliminarlas.
Sin embargo, la situación cambia cuando hablamos de polillas dentro de nuestros hogares. Las polillas de la ropa, que dañan tejidos naturales, y las polillas de los alimentos, que contaminan productos secos en la despensa, son consideradas plagas. En estos casos, la preocupación principal es proteger nuestras prendas y nuestra higiene.
Antes de pensar en eliminarlas directamente, siempre es recomendable agotar las medidas preventivas y de control. Esto incluye una limpieza profunda y regular, guardar la ropa en recipientes herméticos y los alimentos en envases bien sellados, y usar repelentes naturales como la lavanda o el cedro. También existen trampas de feromonas que pueden ser muy efectivas para atrapar machos de ciertas especies.
Si estas medidas no son suficientes, entonces la eliminación directa mediante trampas o insecticidas específicos podría ser necesaria para evitar daños mayores y problemas de salud. No obstante, es crucial priorizar siempre un enfoque consciente y minimizar el uso de productos químicos agresivos que puedan afectar a otros seres vivos o al medio ambiente.
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