El diseñador Giorgio Armani ha fallecido este jueves en Milán a los 91 años, acompañado de su familia y de Leo Dell'Orco, su pareja en las dos últimas décadas, según ha informado su grupo empresarial.
Considerado uno de los grandes referentes de la moda italiana, Armani consolidó un estilo reconocible por la sobriedad de sus líneas y el protagonismo de los tejidos. Su nombre se convirtió en sinónimo de elegancia discreta y marcó la imagen internacional del made in Italy desde que fundó su compañía en 1975, hace justo medio siglo, hoy convertida en un grupo global con presencia en moda, accesorios, perfumes, cosmética, mobiliario y hoteles. Tenía incluso divisiones de dulces o floristería. "Al principio mi objetivo era vestir a la gente, pero desde ahí pasé naturalmente a otras áreas, porque quería ofrecer una experiencia completa", explicaba al Financial Times en la que ha sido su última entrevista, publicada el pasado fin de semana. El diseñador, juvenil y relajado en el jardín de su casa de Saint-Tropez, ocupaba la portada de How to Spend It, suplemento del diario económico británico.
Control absoluto
Armani ha mantenido un estrecho control creativo y empresarial hasta el final. En su última entrevista, reconocía con ironía: "Mi mayor debilidad es que lo controlo todo". A sus 91 años seguía siendo director creativo, consejero delegado y único accionista de la compañía, una rareza en un sector dominado por conglomerados internacionales. Pese a que no pudo asistir por enfermedad a los desfiles de junio y julio de la firma, aseguraba haber supervisado cada detalle a distancia, desde las pruebas de vestuario hasta el maquillaje.
Nacido en Piacenza en 1934, hijo de un contable, Armani estudió Medicina antes de trabajar como escaparatista en los grandes almacenes La Rinascente de Milán y luego como diseñador en Nino Cerruti. A finales de los años 60 conoció a Sergio Galeotti, su socio en la vida y en los negocios. Él le convenció para crear su propia empresa y trabajar como consultor para marcas de moda, antes de abrir su propio estudio en Milán en 1973. Dos años después, con algo más de un millón de liras de la época, unos 600 euros de hoy, Armani y Galeotti fundaron juntos Giorgio Armani. En 2024, la compañía alcanzó unos ingresos netos de 2.300 millones de euros.
La revolución estética llegó en los años 80: relajó los códigos del traje masculino con cortes desestructurados, y dio a las mujeres un uniforme de poder que acompañó la irrupción de una nueva generación femenina en los espacios de decisión. Admirador confeso de Coco Chanel, Armani aspiró a algo similar: cambiar la forma en que una época entera se viste.
La palanca del cine
Su influencia trascendió la pasarela. Fue pionero en vestir a Hollywood, desde la influyente American Gigolo (1980) con Richard Gere –"creo que no tuve un traje en condiciones antes de rodar la película... Giorgio nos enseñó a los hombres el placer de llevarlo", ha dicho el actor– hasta Los intocables (1987) o El lobo de Wall Street (2013), y abrió en 1988 una oficina en Los Ángeles dedicada exclusivamente a las alfombras rojas. También mantuvo una relación estrecha con el cine de autor: Martin Scorsese le dedicó un documental, Made in Milan, en 1990.
Su estilo se caracterizó por lo que él mismo definía como "una postura en la que prevalece el estilo sobre las modas pasajeras". Esa continuidad, alejada del vaivén de las tendencias, convirtió su ropa en referente intemporal y muy demandada en el mercado vintage. No obstante, sus divisiones de sport, con Emporio Armani a la cabeza, sí han bajado al barro de las tendencias, a veces con resultados más que cuestionables.
Una sucesión controlada
El debate sobre la sucesión le acompañaba desde hace años. Armani siempre defendió una transición "orgánica", confiada a Dell’Orco, a sus familiares y a su equipo de confianza, descartando una salida a bolsa. Su figura parecía inseparable de la marca que creó. Según los medios italianos, será la Fundación Armani la que reciba los activos de la compañía.
Para muchos, Armani fue más que un diseñador. Paul Smith lo definió como "un referente excepcional por su continuidad y por haber permanecido independiente", mientras que Renzo Rosso, presidente del conglomerado italiano OTB (que agrupa firmas como Diesel, Maison Margiela o Marni), lo consideraba "el icono italiano por excelencia, incansable y coherente desde el primer día". Jóvenes diseñadores han subrayado su apoyo decisivo a los nuevos valores de la moda, prestando incluso su propio teatro en Milán para que presentaran sus colecciones.
Armani solía admitir que su único arrepentimiento en la vida fue "haber pasado demasiadas horas trabajando y no lo suficiente con amigos y familia". Ese perfeccionismo obsesivo –la necesidad de controlar cada detalle– fue, al mismo tiempo, el secreto de una de las trayectorias más sólidas de la moda contemporánea.
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