Lo de C. Clarasó tiene mérito. En las últimas semanas, este periodista escribe cada día dos, tres y hasta cuatro piezas sobre Leonor de Borbón en elnacional.cat, el órgano independentista que gracias a sus excéntricas coberturas de asuntos que son obsesiones del nacionalismo, como la corona en general y la princesa de Asturias en particular, tiene mucha más audiencia fuera que dentro de Cataluña. Lo de cobertura es un decir, porque más que información es pura fantasía antiborbónica. Sobre todo en los titulares, que encabezan piezas de apenas un minuto de lectura y mayormente anodinas salvo por algún detalle que sostiene el gancho por los pelos, o ni eso.
Para estos temas de casquería antiespañola, En Blau, el suplemento soft de El Nacional, funciona como una suerte de National Enquirer con barretina. Pero en lugar de tratar las abducciones extraterrestres de famosos se ocupan de las vicisitudes más extremas en la vida de la heredera al trono: noches de juerga –"Leonor causa problemas en lavabos de locales de ocio nocturnos con jóvenes a los que se les pide el teléfono"–, enfermedades –"Leonor, los problemas crecen en San Javier, está siendo medicada, no resiste los entrenamientos"–, tratamientos –"Leonor vuelve a recaer después de dos años recibiendo ayuda profesional"–, problemas de carácter –"compañeros de San Javier explican que Leonor utiliza reclutas para que le limpien las letrinas"–, de alimentación –"Leonor acaba mal con el nutricionista de su madre, está fuera de forma, se ahoga, pero no para de comer"– indisciplina –"Leonor 'odia' a la instructora al mando de la Academia del Aire de San Javier"–, dificultades para adaptarse a la exigencia del centro –"Leonor se ha estrellado varias veces con el Pilatus C-21 en el simulador, es incapaz de hacerlo aterrizar"– o conflictos con su familia –"Letizia amarga la vida a su hija con uno de sus grandes complejos"–. El ensañamiento llega a niveles delirantes. El problema es que las situaciones que describen estos titulares son del todo imaginarias.
En El Nacional no se cortan a la hora de repetir la misma noticia falsa con semanas de diferencia, a veces con leves variaciones de verbo o de escenario, como si el público fuera incapaz de recordar el desvarío anterior. Problemas físicos –"Leonor, de mal en peor, está fuera de forma, no resiste la formación: 'Físicamente es un desastre'"–, de sueño –"Leonor se duerme en clase en San Javier por un trastorno heredado de su padre"–, íntimos –"Los compañeros de San Javier cuentan a sus familias el problema de higiene de Leonor"–, de supuestos novios –"El ligue de Leonor en Elcano tiene una habitación en San Javier para sus desahogos"–, de malas relaciones con su madre o con su hermana –"Leonor y la infanta Sofia se han distanciado: 'Se quieren, pero la relación se ha ensuciado por Letizia'"; "Leonor no soporta al amante de su madre con el que hace vida de pareja"–: una serie de despropósitos que convierten a Leonor en la protagonista involuntaria de un serial psicótico. Cada titular parece escrito por un algoritmo con trastorno de ansiedad, dispuesto a confirmar que la princesa de Asturias no duerme, no estudia, no obedece, no come o no se aguanta ni a sí misma. El ingreso en la Academia del Aire de San Javier ha disparado la fantasía indepe con la princesa, dibujando un panorama entre Top Gun, Suspiria, La chaqueta metálica y Portero de noche.
El maestro del clickbait 'indepe'
El principal autor de esta saga es Cristian Clarasó, que firma como C. Clarasó. Según su biografía en El Nacional, es "graduado en Periodismo por la UAB y Máster en Periodismo por la UB en colaboración con Columbia University NY, también en Ciencias Políticas". Se define con ironía como alguien con "un currículum más extenso que el de Ana Obregón" –y una capacidad de fabulación equivalente, cabría añadir a la vista de sus piezas–. Clarasó enumera sus credenciales: "Redactor, reportero, tertuliano, guionista, escritor, editor de vídeo, cámara, fotógrafo, influencer (y podríamos añadir más)". Antes de aterrizar en el digital independentista, trabajó en El Periódico de Cataluña y en varias publicaciones del corazón y televisión. En su tiempo libre se dedica a las redes sociales. Y es ahí donde acumula más visibilidad y repercusión. Tiene, se dice pronto, más de once millones de seguidores en TikTok, Instagram y YouTube gracias a sus vídeos de humor rijoso con su abuela Rosa (@conbuenhumor y Con más humor).
El mismo hombre que se graba haciendo sketches con su abuela es, en El Nacional, el cronista principal de las miserias imaginarias de la princesa Leonor.
Detrás de esa obsesión hay algo más que un morbo malsano e insensato. El Nacional, fundado por el exdirector de La Vanguardia José Antich, se presenta como uno de los medios de referencia del independentismo. En 2024 recibió casi 700.000 euros de publicidad institucional de la Generalitat. Pero ha hecho del amarillismo su principal idioma, o al menos el que le reporta mayor tráfico. La sección de Sociedad es en ese sentido su mejor laboratorio, donde el fallido procés se sublima con el chisme, la corona española queda reducida a un exagerado y permanente drama doméstico y los titulares parecen diseñados para competir con los de un portal de astrología.
Antología del disparate
En las últimas semanas, Clarasó y sus compañeros han firmado artículos con titulares que parecen los mensajes automáticos de una inteligencia artificial con resaca. No hay más que reparar en las piezas publicadas la pasada semana, coincidiendo con la Fiesta Nacional: "Leonor llegó al desfile militar del 12 de octubre sin dormir por una fiesta privada en Madrid", o "Día de la Hispanidad negro, Leonor pierde los nervios con Letizia, a gritos desde la cinco de la madrugada".
Cada una de estas piezas se disfraza de noticia, pero todas comparten el mismo esqueleto: una supuesta fuente militar, "compañeros de San Javier", gargantas profundas en La Zarzuela; una dosis de chisme familiar y un cierre moralizante. En algunos casos, el titular y el cuerpo ni siquiera guardan relación.
La coherencia no es un valor informativo en El Nacional.cat, sino un obstáculo. Lo importante es mantener la corriente continua del delirio: si una semana Leonor se ahoga en el simulador aéreo, la siguiente tiene fobia a volar; si un martes está enferma, el jueves se desmadra en las discotecas de Murcia; si un día sufre narcolepsia, al otro es hiperactiva. Todo cabe en el molde de la invención sistemática, siempre adornado con un según fuentes internas o un cuentan desde la academia.
Más que artículos, parecen microrrelatos del deseo frustrado de ver fracasar a una princesa. No hay distancia entre el cronista y el fabulador: Desde El Nacional, al menos en lo que concierte a la princesa, no informan: se recrean en la escritura creativa bajo la coartada del confidencial, imaginando los rumores que circulan por los pasillos de una Academia del Aire que parece el instituto de Sensación de vivir. De ahí la sensación de bucle maníaco: una y otra vez los mismos chismes reciclados, las mismas frases hechas ("Leonor no está al nivel de sus compañeros", "la princesa no cumple las exigencias físicas", "Letizia impone normas draconianas"). De fondo, inevitablemente, inspirando la jugada, el agravio permanente del nacionalismo resentido con el rey que habló el 3 de octubre.
En ese ecosistema, cada noticia es un nuevo capítulo de un culebrón escrito en clave indepe, con Clarasó como guionista principal y Leonor como la protagonista que permite a El Nacional y sus lectores redimir frustraciones, canalizar lúdicamente el antiespañolismo cotidiano y mantener el tráfico web de quienes ya no leen sobre Puigdemont pero sí sobre la dieta de la princesa.
La acumulación tiene un efecto casi hipnótico. La mentira, cuando se repite lo suficiente, deja de parecerlo. En el caso de su cobertura de Leonor, El Nacional quizá no consigue, a la manera de Goebbels, que se convierta en verdad, pero sí logra inventar un subgénero de la prensa digital: la ficción resentida, escrita como noticia, servida como panfleto y leída como entretenimiento. Un folletín sincopado que no cuenta nada sobre la princesa, pero sí mucho sobre sus cronistas. En el reino del clickbait indepe, Clarasó es su bardo y El Nacional una gaceta cortesana invertida. Cada día, una nueva entrega –o varias– del mismo cuento: Leonor contra el mundo, o más bien, El Nacional contra Leonor. Y en ese combate imaginario, los únicos que ganan son los contadores de visitas. La mayoría, paradójicamente, de fuera de Cataluña, que disfrutan de esa cata hilarante en los más profundo de la psique del independentismo irredento.
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