En Vía Aurelia Antica, a unos kilómetros del Vaticano, el Pontificio Colegio Pío Latinoamericano ofrece desde hace siglo y medio formación a sacerdotes provenientes de América Latina. La institución, con diferentes emplazamientos en Roma desde su fundación en 1858, ha albergado a miles de religiosos. Hoy, los pasillos del colegio también experimentan uno de los mayores desafíos que enfrenta la iglesia católica: la escasez de vocaciones.

La caída de las vocaciones no es un rumor. Es una evidencia. "En las congregaciones religiosas, en los seminarios, en los noviciados de hombres y de mujeres, hay una disminución muy grande. Si hablamos de la Compañía de Jesús, por ejemplo, ahora estamos alrededor de 13.000 jesuitas, lo que anteriormente éramos más de 20.000. Pero eso sucede en todos los ámbitos religiosos y sacerdotales”, reconoce a El Independiente el padre Gilberto Freire, rector del Pontificio Colegio Pio Latino Americano. “Es verdad que en algunos países de Asia y África existe un número grande de vocaciones, pero en general yo veo que la crisis es general. Resulta preocupante”, admite.

Gilberto Freire, rector del Pontificio Colegio Pio Latino Americano | Francisco Carrión

En busca de recetas para atraer a los más jóvenes, cientos de 'influencers' católicos, laicos y religiosos, -desde tiktokers a youtubers- se han congregado esta semana en el Vaticano. Han participado en el primer Jubileo para Misioneros Digitales e Influencers, una celebración de dos días destinada a “fomentar la comunión, profundizar en la misión y compartir la esperanza a través de las plataformas digitales” y dedicada a “quienes evangelizan en línea para reflexionar, orar y celebrar juntos como una Iglesia sin fronteras”.

Un sacerdote joven en un confesionario en la Basílica de Santa María la Mayor en Roma.

El pontificado de León XIV, elegido en mayo, tiene en las vocaciones una de las asignaturas pendientes. Según el Anuario Pontificio de 2025, el número total de sacerdotes en el mundo ha descendido a 406.996, una caída de 734 con respecto a 2022. Los seminaristas han pasado de 108.481 a 106.495 en un año. Y si bien los católicos aumentan en número, el crecimiento está impulsado por África y Asia. Europa y América muestran signos claros de fatiga. “En Italia ya hay algunas parroquias que no tienen sacerdote y, por lo tanto, los curan están multiplicándose para servir en dos o tres parroquias. A los sacerdotes que estudian aquí se les invita a que colaboren con los párrocos en los tiempos de verano y en las vacaciones”, apunta Gilberto.

"La crisis no es solo numérica: es espiritual y humana", indica el sacerdote mexicano Francisco Javier Mondragón, de 40 años, residente en el Pío Latino desde 2023. "No es exactamente nada más una crisis de vocación a la vida sacerdotal o a la vida religiosa. A mí me parece que la cuestión es como más de fondo, porque el ser humano ya no apuesta por valores trascendentales ni por cosas más grandes, y mucho menos por aquello que pueda implicar una serie de ciertas renuncias o sacrificios".

Francisco Javier Mondragón, alumno del Pontificio Colegio Pio Latino.

Un colegio que resiste

El Pío Latino acoge hoy a sacerdotes jóvenes de toda América Latina enviados por sus obispos para realizar estudios de posgrado. Mondragón, que fue párroco en su país natal y profesor de filosofía en el seminario, estudia teología bíblica en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. "La principal idea es ayudar a los seminaristas a introducirse a las ciencias que nosotros estamos estudiando. Siempre se necesita quién anime las pastorales. Por ejemplo, la pastoral bíblica".

La crisis de vocaciones no puede entenderse sin echar una mirada a una crisis que -a mí me parece- existe en el modo de concebirnos como iglesia, como cristianos, y más aún como seres humanos

Su experiencia confirma el descenso general. "En México, como en la mayoría de los países de Occidente, estamos pasando por una crisis de vocaciones". “Dios sigue llamando siempre, pero es la respuesta la que se da en menor número. La crisis de vocaciones no puede entenderse sin echar una mirada a una crisis que a mí me parece existe en el modo de concebirnos como iglesia, como cristianos, y más aún como seres humanos. Y se debe a una crisis de humanismo. El ser humano ya no apuesta por valores trascendentales ni por cosas más grandes, y mucho menos por aquello que pueda implicar una serie de ciertas renuncias o sacrificios. Vivimos en una cultura que no le gusta esperar, que quiere todo rápido; y donde importa mucho la comodidad, el bienestar, el placer. Vivimos en una cultura sumamente egoísta, volcada sobre nosotros mismos, incapaces de de salir al encuentro del otro”.

Desde Paraguay, el padre Rodolfo Acosta, coincide: "Para el mundo los sacerdotes, seminaristas, religiosos, vamos contracorriente, ciertamente. Y de pronto también uno puede sentirse de esa manera". Ordenado hace más de una década, Rodolfo trabajó en la pastoral vocacional y juvenil antes de venir a Roma a estudiar derecho canónico. Sabe de primera mano los obstáculos: "Un joven puede animarse a ir a un seminario, pero de ahí que persevere también es otro desafío".

Rodolfo Acosta, alumno del Pontificio Colegio Pio Latino. | Francisco Carrión

Más allá del celibato

Es uno de los interrogantes que siempre surgen cuando se aborda la crisis: el celibato como obstáculo. Pero para Mondragón, la renuncia no es el problema: "No creo que eso sea un problema, porque a fin de cuentas uno comprende.  Dejamos de pertenecer a una familia y renunciamos a la posibilidad de formar otra. El sacerdote está verdaderamente volcado hacia la comunidad. Uno no pudiera disponer de todo el tiempo para vivir implicado a la comunidad al 100 %, y luego estar en el sostenimiento de una familia".

A juicio de Gilberto, “el celibato es uno de los cuestionamientos que siempre se ha hecho, sobre todo en el sacerdote diocesano, porque en principio podrían ser casados. En el caso de los religiosos, no”. “Los que optamos por servir como sacerdotes, tenemos que renunciar libre y voluntariamente a la vida matrimonial. Pero eso siempre se ha dado en la Iglesia. Y es posible. Pero evidentemente, en este momento, en términos generales, los jóvenes están más volcados a lo que es el placer, el disfrutar de la vida en todos los sentidos. Entonces, eso evidentemente arrastra al joven a perder en su horizonte de los valores trascendentales, de poder interesarse por los demás y por ser mejor en todos los sentidos”, arguye.

Abrir la posibilidad de la vida matrimonial en un sacerdote no remedia el problema de las vocaciones

Durante el pontificado de Francisco, se abordó la posibilidad de permitir sacerdotes casados en ciertas áreas como la Amazonía, pero no se tomó una decisión definitiva. “Abrir la posibilidad de la vida matrimonial en un sacerdote no remedia el problema de las vocaciones. Porque incluso,  en estos lugares en donde las Iglesias de rito oriental tienen la posibilidad de casarse, no vemos que haya un aumento de vocación. En México hay diócesis que han apostado mucho por el diaconado permanente: catequistas que, al ser diáconos, puede ofrecer, al menos en sus comunidades, la posibilidad de vivir algunos sacramentos como el bautismo. Pero no fueron un detonante para el aumento de las vocaciones sacerdotales”, opina Mondragón.

Credibilidad, la herida profunda

Si hay un punto en que todos coinciden, es en el daño que ha sufrido la imagen de la Iglesia. "La Iglesia tiene el desafío muy grande de ir recuperando la credibilidad, por sobre todas las cosas", dice Rodolfo. "Ha sido dañada por muchos factores. No solo podemos atribuir la responsabilidad a la Iglesia jerárquica. Somos todos responsables, pero la credibilidad de la iglesia se puede ir recuperando también, como todas instituciones humanas. Yo creo que es la manera de atraer también vocaciones”, desliza.

El vaticanista chileno Luis Badilla, autor de la ya extinta bitácora Il Sismografo, es menos diplomático: "La Iglesia ha perdido una enorme credibilidad por la ocultación de la pedofilia y otros escándalos. El caso del jesuita Rupnik, protegido por Francisco, fue devastador. Esa falta de verdad ha destruido la imagen de la Iglesia".

La 'competencia' evangélica

Casi la mitad de los católicos del mundo vive en el continente americano. Pero incluso en Brasil, que concentra el 13 % del total mundial, el porcentaje de católicos ha caído del 90 % en los años 70 a menos del 50 % hoy. Uno de los culpables es el auge de las iglesias evangélicas, que han logrado convertirse en una dura competencia para el catolicismo. "Evangelizar no es hacer marketing", advierte Mondragón. "El riesgo es convertir la fe en un producto, en consumo religioso sin profundidad", desliza. “Por ritos evangélicos entiendo esa tendencia a explotar el sentimiento y crear una atmósfera postiza, en donde la fe es espectáculo y no da respuesta a las preguntas más fundamentales. Entonces, si todo se vuelca hacia afuera y no hay momento de interiorización, de escuchar la Palabra de Dios, son movimientos que han roto justamente la espiritualidad de la Iglesia. Tenemos que evitar la seducción de pensar que porque hagamos más escándalo, entonces tendremos más gente”.

Tenemos que evitar la seducción de pensar que porque hagamos más escándalo, entonces tendremos más gente

A su juicio, "la pregunta no es qué hacer para que haya más sacerdotes, sino qué tenemos que hacer para ser verdaderamente cristianos”. “Vivir de tal manera nuestra fe, que a los demás se les antoje ponerse la camiseta", replica. "Yo creo que lo que tendríamos que mirar más como Iglesia es el lado de la identidad. Cuando hay comunidades cristianas comprometidas, las vocaciones surgen naturalmente, sin el hecho de hacer propaganda", agrega. "Algunos movimientos acaban por copiar estilos evangélicos. Pero si todo se vuelca hacia afuera y no hay momento de interiorización, hemos roto la espiritualidad que recibimos de Jesús".

La respuesta, para todos, parece pasar por el ejemplo. "El testimonio es lo que atrae", dice Rodolfo. Gilberto lo resume con convicción: "Hay que preparar promotores vocacionales, pero más importante aún es que seamos personas creíbles. Que demos testimonio. Que los jóvenes queden atrapados por lo que hacemos, por el bien que podemos hacer".

León XIV abordó el asunto con claridad en su primer mensaje desde el balcón del Palacio Apostólico: "La Iglesia necesita mucho de las vocaciones… Es importante que los jóvenes encuentren en nuestras comunidades acogida, escucha y aliento en su camino vocacional, y que puedan contar con modelos creíbles de entrega generosa a Dios y a los hermanos". En el Pío Latino siguen la receta. “La tendencia a gozar de la vida, a tener simplemente experiencias placenteras y nada de opciones radicales de servicio y donación a los demás es evidente, pero nosotros podemos ofrecer nuestro testimonio”, murmura el rector. “Cuando ves una persona apasionada por lo que hace, quedas impactado y dices: 'ese estilo de vida a mí me gusta'. Yo quise ser sacerdote porque veía el ejemplo de mi párroco y otros curas que iban a jugar al baloncesto y llevaban una vida normal, sin necesidad de creerse superhéroes”, concluye Mondragón.