Fidel Castro convirtió una isla en una nación y la Revolución Cubana protagonizó la defensa de la dignidad latinoamericana frente a las agresiones del imperio estadounidense con un programa inicial que anunciaba los que ahora son los objetivos de los mejores Gobiernos de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC): la defensa de la soberanía nacional, la justicia social y la integración regional.
El bloqueo y el terrorismo de Estados Unidos, con el poder absoluto de Fidel Castro como supuesta necesidad para la defensa de la isla, impidieron el desarrollo democrático del proyecto cubano de socialismo.
Ahora, sin Fidel Castro y con Washington apostando por la penetración económica para evaporar lo poco que queda de la Revolución, lo fundamental sigue siendo Cuba con la asignatura pendiente de hacer compatibles la defensa de la soberanía nacional y el derecho a la autodeterminación personal.
Se abre ahora la necesidad de la participación democrática de todos los cubanos: aprender a vivir sin Castro
No es fácil la valoración histórica de Fidel Castro. Cuando se apaguen los elogios incondicionales y las descalificaciones absolutas, habrá que resolver, mediante la investigación, la búsqueda de los documentos de difícil acceso y los testimonios hasta ahora silenciados, el enigma de un protagonista del siglo XX sobre el que se sabe tanto como se ignora.
En Cuba se abre ahora la posibilidad y la necesidad de que, sin el poder absoluto y personal, pueda desarrollarse la participación democrática de todos los cubanos para seguir defendiendo el derecho a ser una nación independiente. Aprender a vivir sin Fidel Castro.
La defensa incondicional del Comandante tropezará en los próximos años con inquietantes revelaciones
No se puede entender el nuevo escenario de América Latina sin tener en cuenta la defensa de la dignidad que Cuba ha sostenido desde 1959 contra las agresiones de Estados Unidos. Como tampoco se puede pensar en la evolución de Cuba sin relacionarla con la CELAC y su mayoritaria actitud de rechazo a las intervenciones imperiales de Washington.
Con todo el respeto para Fidel Castro y el acompañamiento en el duelo del pueblo cubano, la izquierda internacional tendrá que abordar un debate en profundidad sobre los aciertos, los errores y los excesos del Comandante. ¿Era imprescindible su poder absoluto para defender Cuba? ¿Por qué fusiló al general Arnaldo Ochoa? ¿Deja en Cuba las condiciones para una evolución democratizadora que garantice la seguridad nacional?
Es muy pronto para decirlo, pero me atrevo a advertir que la defensa incondicional de Fidel Castro tropezará en los próximos años con inquietantes revelaciones.
(*) Fue corresponsal de TVE en Cuba y es autor del libro El secreto mejor guardado de Fidel. Los fusilamientos del narcotráfico.
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