Si algún vidente le hubiera contado a un analista bursátil a principios de año los sucesos que iban a acontecer, probablemente y, a pesar de la información privilegiada, habría errado en sus predicciones puesto que habría apostado por correcciones bursátiles de relevante magnitud.

Temores por la economía China, Brexit, Trump, elecciones italianas. ¿Alguien puede imaginar un panorama más revuelto para los inversores? Y sin embargo, las bolsas europeas van a acabar el año como lo empezaron (después de haber llegado a perder cerca de un 20% en el mes de febrero, según el Índice Eurostoxx 50).

Por su parte, las divisas han registrado una gran volatilidad: depreciación en un 16% de la libra esterlina frente al dólar, una caída del 4% del euro frente al dólar y del 7% el renminbi (la divisa china) frente al billete verde.

Conviene prestar atención a este último dato porque recientemente, devaluaciones muy inferiores generaron grandes convulsiones en los mercados bursátiles: en agosto del pasado año la devaluación desde 6,20 yuanes por dólar a 6,40 (un -3%) supuso una caída en las bolsas mundiales medida por el Índice MSCI WorldIndex, cercana al 15% desde máximos y a principios de 2016 una devaluación desde 6,40 yuanes por dólar a 6,60 (aproximadamente otro 3%) provocó de nuevo pérdidas en las bolsas mundiales cercanas al 13%.

Qué puede esperar un inversor

La bolsa americana en términos de PER (relación precio beneficio por acción) histórico está cara, ya que se sitúa actualmente en niveles de 23 veces lo que supone que, en términos probabilísticos, ésta ha cotizado por debajo de esos niveles en un 85% de las ocasiones.

Históricamente es verificable que los inversores que invierten en los momentos de mayores valoraciones, como se ha detallado anteriormente, y con mayor nivel de complacencia en los mercados suelen registrar resultados mucho más adversos que aquellos que lo hacen cuando las valoraciones son bajas y hay menor complacencia.

La actual complacencia puede observarse en varios indicadores: el sentimiento de los inversores minoristas en EEUU se encuentran en niveles elevados, los inversores institucionales tienen un nivel menor que el habitual de cobertura de sus inversiones en renta variable y la volatilidad está en niveles realmente reducidos.

Los inversores en renta fija no pueden tampoco sentir una gran nivel de confianza, teniendo en cuenta que los tipos de interés siguen estando en niveles

Todo ello no implica que las bolsas deban caer necesariamente en los próximos meses pero son una señal de alerta para el inversor en acciones. Las materias primas tampoco han vivido un entorno tranquilo. Tras una caída del petróleo en enero de un 25% (llegando a perder un 60% desde los máximos alcanzados a mediados del año anterior) rebotó con fuerza para casi doblar su precio desde mínimos. Por su parte el oro, tras ganar desde el inicio de año un 28%, ha caído desde entonces un 17%.

Los inversores en renta fija no pueden tampoco sentir una gran nivel de confianza, teniendo en cuenta que los tipos de interés siguen estando en niveles muy bajos en términos históricos aún después del fuerte repunte sufrido en los últimos meses del año: un inversor de renta fija a largo plazo que tenga como índice el Bloomberg Barclays Global Aggregate sólo habría ganado un 3,3% en el año, pero ello tras haber llegado a ganar casi un 7% en septiembre.

No es poca caída para un índice de renta fija en cuatro meses. La emisión  en septiembre de los primeros bonos corporativos europeos con rentabilidades negativas (emitidos por las multinacionales Henkel y Sanofi), parece haber marcado el final de un mercado alcista para la renta fija que ha durado más de 30 años.

A la par, la inflación, a la que todo el mundo daba por desaparecida, ha hecho acto de presencia y en poco menos de tres meses las expectativas inflacionistas (que monitoriza estrechamente la Reserva Federal de EEUU) se han disparado un 30% lo que ha obligado a retomar la senda alcista en los tipos de interés por parte del banco central americano.

En este contexto, en el inicio del año, recomendamos gran prudencia en relación con los activos de riesgo, en particular, bolsas y renta fija de baja calidad y emergente ante el riesgo de eventos como los acontecidos y por las elevadas valoraciones bursátiles.

También recomendábamos prudencia en relación con el riesgo de duración ante un potencial repunte en las rentabilidades de los bonos. Sí apostamos por recomendar exposición a dólar y a bonos ligados a inflación cubiertos de duración y aconsejamos entrar en acciones de compañías petroleras en febrero deshaciendo en verano esa posición por la fuerte revalorización registrada.

La recomendación de inversión en oro ha resultado más satisfactoria por la cobertura que ha ofrecido en momentos gran incertidumbre que por la rentabilidad generada. Alguien que haya invertido con estos parámetros ha obtenido una rentabilidad discreta pero positiva.

Quien haya asumido grandes riesgos no ha mejorado la rentabilidad de su cartera y, sin embargo, sí que ha sufrido una elevada volatilidad y ha soportado momentos de fuertes pérdidas. Una de las reglas básicas de la inversión es la economía de movimientos: llegar al mismo sitio con los menores vaivenes. En estos tiempos complejos creemos que es éste uno de los mejores consejos que un inversor puede recibir.


Juan Jesús Gómez Cubillo es socio de Consilio Asesores Patrimoniales.

Si algún vidente le hubiera contado a un analista bursátil a principios de año los sucesos que iban a acontecer, probablemente y, a pesar de la información privilegiada, habría errado en sus predicciones puesto que habría apostado por correcciones bursátiles de relevante magnitud.

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