Les confesaré -ahora que nadie puede vernos- que mi primera vocación profesional de juventud fue la medicina. Transcurridos ya 20 años desde el paso por la universidad y habiendo desembocado por los derroteros de la vida en el asesoramiento económico financiero, no son pocas las ocasiones en las que durante la práctica profesional uno echa de menos no haber cursado unos años de medicina, para disponer así de herramientas más propias de la praxis médica que de la económica.

Y es que en esto del consejo financiero pesa mucho la psicología. Psicología ya no solamente para abordar la oportunidad, el sentido y el fin de cualquier inversión, sino para comprender la manera como cada persona se relaciona con el dinero. Relación que gana en afectos cuando se trata del propio.

En EEUU ha surgido una asociación de terapeutas financieros que, combinan asesoramiento y psicología

Las encuestas y la realidad demuestran que el dinero es una de las fuentes principales de preocupación de las personas con derivados y efectos que recorren toda su vida adulta. Ya se trate de la ansiedad por pagar las cuentas, la culpa que generan los gastos innecesarios, los sentimientos de insuficiencia sobre nuestros ingresos, la preocupación por el mantenimiento en el tiempo del nivel de vida o la inquietud por la gestión de una herencia, todo parece conjurarse para generar tensiones y migrañas que piden asistencia terapéutica.

En EEUU ha surgido una asociación de terapeutas financieros que, combinando el asesoramiento financiero tradicional con una exploración psicológica más delicada, escudriñan las razones y las diferentes lógicas que impulsan el comportamiento de los clientes con el dinero.

Estos doctores de las finanzas afirman que los problemas emocionales en torno al dinero podrían ser la razón exacta por la que las personas no tienen el dinero suficiente para pagar sus cuentas y que la forma en que tratamos el dinero está influenciada mucho menos de lo que pensamos por la lógica y mucho más por creencias profundamente arraigadas que a menudo no conocemos. Podemos crecer viendo a nuestros padres luchar con el dinero y subconscientemente desarrollar emociones negativas y temerosas hacia él, por ejemplo.

Igualmente la baja autoestima puede conducir a la profecía autocumplida que nunca haremos lo suficiente para estar en paz con el dinero.

Los obstáculos que nos impiden tener más y ser más, están arraigados en las condiciones emocionales, psicológicas y espirituales que han moldeado nuestros pensamientos, en otras palabras, lo que tenemos comienza con lo que pensamos.

Los doctores financieros tratan de identificar y abordar los bloqueos psicológicos del cliente sobre el dinero

Los doctores financieros tratan de identificar y abordar los bloqueos psicológicos del cliente sobre el dinero a través de una mezcla de técnicas de terapia establecidas, como pedirles que recuerden memorias tempranas o anoten asociaciones de palabras, y herramientas clásicas de planificación financiera, como balances y flujos de efectivo, en una suerte de psicoanálisis mixturado con contabilidad.

En mi práctica profesional financiera -será por los tiempos que me ha tocado vivir- con ciclos bajistas y sustos de órdago, confieso que he visto de todo y en multitud de ocasiones ha ganado por goleada la utilización del diván de doctor en psicología financiera que el del uso del ratio de Sharpe o los dictados de Markowitz.

Me parece muy bien eso de que los terapeutas se agrupen, pero desde ya les puedo asegurar que, consciente o inconscientemente, cualquier asesor financiero profesional español aplica a diario capítulos enteros de los Principios de psicología de William James en la relación con sus clientes en cualquiera de sus fases.

No es descartable, por tanto, que la pulsión americana de montar agrupaciones en torno a las actividades más variopintas encuentre pronto acomodo en nuestro país, si no lo ha hecho ya, y exista una agrupación dedicada a estos asuntos que orbitan en el negociado del coaching financiero.

Las actitudes de las personas frente al dinero suelen oscilar entre la ansiedad y una imprudencia excesiva

Sin necesidad de forzadas etiquetas ni de títulos de galeno, en general, puedo afirmar que la realidad de la situación financiera de las personas, a menudo, tiene poco que ver con sus sentimientos al respecto. Me he sentado con clientes que nunca se quedarán sin dinero en su vida -y tienen los estados de sus cuentas bancarias para demostrarlo-, pero he tenido que recordarles una y otra vez que no van a terminar desamparados y también con otros que, campeones del optimismo, han fijado metas tan altas que a base de motivación y paciencia han doblado capitales y están plenamente satisfechos con su relaciones en torno a su peculio.

Las actitudes de las personas frente al dinero están lejos de ser neutrales y suelen oscilar principalmente entre la ansiedad y una imprudencia excesiva.

Eso sí, en el diván del asesor, los individuos no se sienten tan expuestos y los asuntos de dineros, que aún entre amigos raras veces se tratan, nos son detallados con comas y decimales en un ejercicio que tiene más de liberador que, aun forzando el adjetivo, de terapéutico.

La psicología es un arma vital imprescindible para cualquier asesor financiero profesional pero el tirar de doctores o terapias como las que propugnan los americanos puede ser un último recurso para casos desesperados.

La psicología -sin llegar a límites patológicos susceptibles de terapia- sobrevuela la relación de las personas con su patrimonio, su comportamiento frente a las inversiones que desean afrontar y su conducta ante los éxitos y sinsabores de las apuestas económicas que a lo largo de su vida van a realizar.

La psicología también explica conductas, decisiones y arrepentimientos individuales y colectivos que pueden empujar euforias o enterrar crisis haciendo volar o encallar a los índices bursátiles más acrisolados.

Que los terapeutas financieros proliferen o se queden en una anécdota residual probablemente dependa del éxito de esa moda actual que pretende explicarlo todo en base a escudriñar cualquier comportamiento humano en términos exclusivamente psicológicos. Me temo que en inversiones, los factores en juego abarcan muchas más áreas que comprenden circunstancias económicas, empresariales, geopolíticas, sociológicas, matemáticas, etc. que desbordan con mucho la variable médico-psicológica.

Por mi parte aquella lejana vocación médica de juventud ha quedado colmada tras dos décadas de ejercicio profesional lidiando con la psicología de inversores y mercados financieros y quedó cerrada cuando uno de ellos -tras un año especialmente malo- me aplicó la mejor terapia financiera posible al subrayar lo balsámico de contar con el consejo económico y psicológico de su doctor en capitales.


Carlos de Fuenmayor es director Kessler&Casadevall AF Barcelona @cdefuenmayor

Les confesaré -ahora que nadie puede vernos- que mi primera vocación profesional de juventud fue la medicina. Transcurridos ya 20 años desde el paso por la universidad y habiendo desembocado por los derroteros de la vida en el asesoramiento económico financiero, no son pocas las ocasiones en las que durante la práctica profesional uno echa de menos no haber cursado unos años de medicina, para disponer así de herramientas más propias de la praxis médica que de la económica.

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